29 dic 2007

Antes de la batalla : Senderos de gloria (Paths of glory, 1957)


Considerada una de las escena míticas de la historia del cine. El coronel Dax se dirige al lugar desde donde dirigirá el ataque a la Colina de las Hormigas. La escena, de profunda tensión y solemnidad, refleja con absoluta veracidad los dramáticos instantes previos a un ataque desde las trincheras. Kubrick, con genial maestría, intercala primeros planos de Dax -con un gesto de profundo vigor- con un recorrido por la trinchera donde a banda y banda de los parapetos se refugian los soldados que van a saltar de la trinchera. El miedo, el sentido de lo absurdo, lo humano se entremezclan en las caras de los soldados franceses. Impresionante.

28 dic 2007

Pétain según Alistair Horne (1)


"El Mariscal Pétain ha escrito en las páginas de nuestra historia algunos pasajes que permanecen luminosos mientras que otros permiten elucubrar interpretaciones que enconan pasiones encontradas. Debemos celebrar los primeros. No podemos olvidar los segundos."

Así se expresaba André François Poncet cuando sustituyó a Pétain en la Académie française.
Cuando se recibieron las primeras noticías de la designación de Pétain en su cuartel general, la consternación hizo acto de presencia en Noailles. Pétain debía presentarse a las ocho de la mañana en el despacho de Joffre, pero al general no se le encontraba en ningún lugar. Serrigny, el capitán de su estado mayor, intuía donde localizarlo. Rápidamente subió a un coche que lo llevó a París, al hotel Terminus. Eran las tres de la mañana, y después de estar discutiendo con la dueña del establecimiento le indicó la habitación del general. Al poco, ambos mantuvieron una breve conversación el pasillo del hotel, al día siguiente los dos irían a ver a Joffre.
Pétain, en ese momento era un soltero de sesenta años de envidiable vigor y estado físico. Al observar juntos a De Castelnau y a Pétain, se podía observar que el aristócrata era Pétain y De Castelnau un hijo de campesinos. La realidad era inversa.
Jean Pierrefeu en una de sus observaciones sobre Pétain:

"Tenía la impresión que era una estátua de mármol, un senador romano en un museo. Grande, vigoroso, de imponente figura, gesto impasible y con una mirada directa y reflexiva."

Poncet lo describía así:

"... un porte mayestático, noble... sus ojos azules contenían cierto misterio. Uno podía pensar que estaban hechos de hielo, todo él emanaba un aire de majestad. Donde iba, imponía... Una vez se veía su figura era imposible olvidarla."

Muchas de las características del terruño de Pétain permanecieron toda su vida. Una era su simplicidad, rasgo que compartía con Joffre, quizás el único. Gustaba de acostarse tarde y levantarse temprano. Acostumbraba a pasear a menudo por jardínes, y comentaba que cuando se retirase se iría al campo a vivir. Uno de sus pasatiempos predilectos por las noches era hojear álbumes de personajes históricos del último medio siglo. Raramente se acostaba antes de medianoche, solía releer a los clásicos franceses hasta las dos o las tres de la madrugada. En contraste con la presunción de Foch, Pétain no gustaba de ser fotografiado o retratado, la única fotografía oficial es la que apareció en 1918 en The Times, aparece mirando fijamente a la cámara.
Enemigo a ultranza de diplomacia de corredores y de colaboración e intrigas con políticos, no seguía la costumbre de sus compañeros de armas de adular a los políticos. Como recuerdan algunos, Pétain hizo detener a un diputado de la Asamblea por un pequeño delito relacionado con la Res militaria. Era notorio su desprecio por la clase política, una de sus ocurrencias dirigida al mismo Poincaré: en 1917, Pétain culpó a los políticos y sus continuas visitas al frente de ser parte de las causas de los motines que incendiaron parte de l’Armée ese mismo año. El disgustó entre partes era mutuo: uno de los políticos más notorios de la época, Abel Ferry, comentaba del general:

“Pétain es un bastardo. Tiene el mando, pero se cierra a todo aquello que no sea militar. Sólo se fija en los defectos de la política y los políticos.”

La desconfianza en sus relaciones con los políticos se podían deber a su timidez procedente de sus humildes orígenes. Pétain permanecía detrás de un inexpugnable muro de hiriente y fría ironía. En muchos aspectos, Pétain fue una especie de outsider dentro de la jerarquía militar francesa de la Primera Guerra Mundial. Mientras Joffre, Foch y De Castelnau eran de raíces pirenaicas y meridionales, Pétain procedía de una familia campesina del Pas-de-Calais y tenía todas las características de la gente del norte. Los Pétain no tenían pedigrí castrense. Pétain tenía quince años cuando finalizó la Guerra Francoprusiana, en cambio Joffre y De Castelnau sí participaron en ella. En su decisión de entrar en el ejército influyeron, parece ser, las batallitas que le contaba un tío-abuelo que había formado parte de la Grande Armée de Napoleón. Durante su espartana estancia en St. Cyr trabajó muy duramente y al final de este periodo optó por unirse a los recién creados Chausseurs alpins (Cazadores alpinos). Los cinco años que pasó entre ellos le proporcionaron el excepcional estado físico que le acompañaría el resto de su vida. Después de los Chaussseurs fue destinado a un regimiento de infantería en Besançon donde trabaría amistad con el entonces teniente Herr, y que reencontraría en una situación muy diferente el año 1916, en Verdún. Pétain era enormemente trabajador, aunque su avance en el escalafón militar fue demasiado lento, incluso para tiempos de paz: cinco años para subteniente, siete para teniente y diez para capitán. No fue hasta los cuarenta y cuatro años que tuvo su primer batallón. Cuando estalló la guerra tenía cincuenta y ocho años y la graduación de coronel. Su jubilación después de una mediocre carrera militar estaba próxima. Para su retiro ya había comprado una casa solariega en St. Omer.
Los caprichos del destino. En el espacio de tiempo de dieciocho meses, pasó de comandar un regimiento de unos miles de hombres a ser elevado a comandante en jefe de un cuerpo de ejército de más de medio millón de soldados.
Pétain intentó siempre permanecer alejado de promociones y méritos gratuitos. Cuando se le ofreció el puesto de jefe de la Escuela de tiro se negó a tener un cargo que lo encumbrase por encima de oficiales más veteranos. No obstante, una de las características más genuinas de Pétain era su firme voluntad y su peculiar idea de lo castrense. Al contrario de sus colegas Joffre, Foch y De Castelnau, Pétain permaneció firme en sus ideas de la estrategia militar y no se dejó llevar por las tesis de la ofensiva a ultranza de Grandmaison. Mientras los demás permanecían obsesionados con el desastre de 1870, Pétain estudiaba conflictos más modernos y próximos, la guerra de los Boers o el conflicto ruso-japonés de 1905, en los cuales la estrategia defensiva jugó un crucial papel. Incluso el nuevo armamento, que los Grandmaisonitas desestimaban, como las ametralladores, los obuses e incluso el rifle moderno eran objeto de admiración de Pétain. El principal foco de atención de Pétain era la llamada potencia de fuego mortal. Sus teorías se basaban en que el attaque à outrance podía ser aniquilado y desmontado por una organizada defensa.
Sus ideas contrarias a las tesis de Grandmaison le condujeron a una especie de ostracismo, hasta que en 1906 obtuvo un puesto como instructor en l’École de guerre. Allí se enfrentó a las tesis de sus colegas. Sus estudiantes lo bautizaron el mote de Précis-le-sec. Tenía, no obstante, sus discípulos. Uno de ellos era un joven llamado Charles de Gaulle. Éste, impresionado por las teorías de su maestro, decidió incorporarse al regimiento que fue destinado como comandante Pétain, el 33º. La guerra, su desarrollo y el estrepitoso fracaso del Plan XVII le ofrecieron una inesperada oportunidad de probar sus teorías.

Continua en: Pétain según Alistair Horne (2)

27 dic 2007

Senderos de gloria (Paths of glory, 1957) (1)



Senderos de gloria (1957)

Director: Stanley Kubrick
Guionistas: Stanley Kubrick, Jim Thompson, Calder Willingham y Humphrey Cobb como autor del libro Paths of glory
Productores: Kirk Douglas, James B. Harris y Stanley Kubrick
Director de fotografía: Georg Krause
Música: Gerald Fried
Dirección artística: Ludwig Reiber
Asesor militar: Barón von Waldenfels

Reparto:
Coronel Dax: Kirk Douglas
Cabo Paris: Ralph Meeker
General Broulard: Adolphe Menjou
General Mireau: George Macready
Teniente Roget: Wayne Morris
Capitán Saint-Auban: Richard Anderson
Soldado Arnoud: Joseph Turkel
Soldado Ferol: Timothy Carey
Juez: Peter Capell
Cura: Emile Meyer
Capitán Nichols: Harold Benedict
Capitán Rousseau: John Stein

Sinopsis:


En el marco del estancamiento de la guerra de trincheras, el alto mando francés decide romper esta situación con la toma de la colina de las hormigas, famosa por su inexpugnabilidad. El general Broulard, miembro de estado mayor francés, visita a su amigo y homólogo el general Mireau. Mireau es el comandante en jefe de la división que está frente a la colina de las hormigas. Broulard le propone tomar al coste que sea la Colina de las Hormigas, confiando en el firme mando de Mireau y en su ambición, ya que le propone ascenderle si consigue algún avance. Mireau, primeramente reacio al ataque, al oír los cantos de sirena de un ascenso transige y confía ciegamente en las posibilidades de su división. Al efecto, el general visita las trincheras para observar el estado anímico de las tropas y comunicarle al coronel Dax los deseos del Estado mayor. Las primeras impresiones que recibe Mireau son de claro decaimiento, baja moral y desmoralización de las tropas. En la entrevista con Mireau, el coronel Dax le plantea serias dudas sobre un posible éxito de la misión, aparte de exponerle que las bajas serán terribles, ya que la posición de la Colina de las hormigas es prácticamente inexpugnable. El ataque además de llevarse a cabo con tropas exhaustas y desmoralizadas no tendrá la cobertura artillera deseada, ya que eliminaría el factor sorpresa. A pesar de la contrariedad que supone para el coronel Dax el ataque, esa misma noche decide enviar una patrulla de reconocimiento del terreno para preparar la estrategia a llevar a cabo. Para la misión, Dax elige al teniente Roget, al cabo Paris y al soldado Lejeune. La misión fracasa, y a la vuelta, el cabo Paris acusa al teniente de ineptitud, cobardía y asesinato, a lo cual Roget responde que en caso de llegar a mayores es su palabra contra la del cabo Paris. La enemistad entre ambos tendrá consecuencias futuras.
Dia h, hora cero. El coronel Dax recorre las trincheras para observar el estado de sus tropas antes de saltar fuera de las trincheras. El panorama es desolador. Suena el silbato y el coronel Dax desde lo alto de la trinchera, a la vista del enemigo, exhorta a los soldados a salir hacia la Tierra de nadie y dirigirse hacia las trincheras enemigas. El ataque, con Dax a la cabeza, se salda con un fracaso estrepitoso. La compañía que comanda Dax apenas llega a la trinchera enemiga. La compañía B no se ha movido de las trincheras. Se produce una escena de desconcierto en la trinchera de observación desde donde el estado mayor observa el desarrollo de la ofensiva. Mireau, fuera de si, al observar la negativa de sus tropas a salir ordena al jefe del grupo artillero bombardear sus propias trincheras. El capitán Rousseau, jefe de las baterías, comunica al general Mireau que no puede llevar a cabo esa orden sino le llega por escrito y firmada por él. Contrariado amenaza con llevar delante de un consejo de guerra a todos aquellos que se han negado a obedecer. Fracasada la operación, el general Mireau propone al general Broulard un gran escarmiento, le plantea pasar por las armas a más un centenar de soldados. Dax, en la misma reunión, es informado de la decisión sumaria. Consternado, Dax propone suavizar o anular esa decisión draconiana. Al final, después de un regateo se decide escoger un hombre de cada compañía. Tres hombres pasarán por un consejo de guerra: el soldado Ferol, el soldado Arnaud y el cabo Paris. La elección del cabo Paris por el teniente Roget se debe a causas personales, arrastran un enfrentamiento desde su localidad natal.
El juicio es sumarísimo, y una mascarada. No tiene las mínimas garantías legales. El coronel Dax, que en su vida civil es un eminente abogado, asume la defensa de los encausados. Dax no tardará en comprobar que la puesta en escena del juicio es pura fachada y que no tiene las mínimas garantías legales. Los acusados son condenados a muerte.
El fusilamiento se llevará a cabo a la mañana siguiente. Dax es informado del controvertido enfrentamiento que tuvo lugar en el puesto de mando y de la agria discusión entre el general Mireau y el capitán Rousseau sobre el bombardeo de las propias trincheras. Dax visita a Broulard en su château, donde se está celebrando una fiesta. Dax quiere interceder por los acusados, pero Broulard le comunica que estos procesos son necesarios para la moral de la tropa y del ejército. En ese momento, Dax decide utilizar la información sobre el asunto del bombardeo para presionar a Broulard. Éste, indignado, decide dar la reunión por terminada, aunque se guarda los testimonios por escrito que le ha dado Dax sobre el caso.
Las escenas en el calabozo donde están los acusados son dramáticas. La idea de ser ajusticiados a pesar de ser inocentes corroe a los condenados. La compañía de un sacerdote no logra hacer llevaderos los últimos momentos. Faltan pocas horas para el fusilamiento, y la llamada procedente del cuartel general con la orden de clemencia no llega. Con una parafernalia propia de las grandes ocasiones castrenses, los acusados son llevados al paredón. Uno de ellos es llevado en parihuelas ya que se roto el cráneo en un accidente dentro del calabozo, a pesar de su estado también será ajusticiado, según el deseo del general Mireau. El coronel Dax contempla la situación con estoica resignación, su gesto es patético. Dax, conocedor de la sucia artimaña del teniente Roget con el cabo Paris, lo designa jefe del escamote de ejecución. La escena de los tres condenados en el paredón congratula al general Mireau. El indulto no ha llegado.
Después del fusilamiento, el general Mireau y el general Broulard mantienen un cordial almuerzo. Broulard llama Dax a su presencia. Después de un amargo diálogo, el general Broulard insinúa al general Mireau que su actuación en el suceso del bombardeo de las trincheras será investigado. Mireau encolerizado y sintiéndose traicionado por el general Broulard abandona la comida. Broulard aprovecha la situación para insinuar el ascenso de Dax al puesto del general Mireau, como su sustituto. Después de un duro enfrentamiento verbal, Dax acusa al general Broulard de falta de humanidad y de maquiavélico. Broulard, cínicamente, le responde que es un iluso idealista. Dax abandona el château abatido, al llegar al acantonamiento oye el griterío de la soldadesca en la cantina como si nada hubiese pasado. Absorto y escuchando el rumor del jolgorio, un sargento le comunica que su regimiento se ha de incorporar al frente en seguida. Dax le responde que espere un poco antes de comunicarlo a los soldados.

25 dic 2007

Paul Dubrulle (Verdún, 1916)

Los sufrimientos y padecimientos soportados por los soldados en Verdún durante los largos y prolongados bombardeos eran enormes y terribles. El testimonio de Paul Dubrulle, jesuita de treinta y cuatro años y sargento de infantería en Verdún es estremecedor:

"Cuando uno oía el silbido en la distancia, todo el cuerpo se contraía para resistir las potentes vibraciones de las explosiones. Y cada repetición era un nuevo ataque, una nueva fatiga, un nuevo sufrimiento. Bajo este régimen, los nervios más sólidos no pueden resistir mucho; el momento llega cuando toda la sangre sube la cabeza, la fiebre hace arder todo el cuerpo y los nervios, exhaustos son incapaces de reaccionar. Es como un mareo… uno se abandona y no tiene ni la fuerza para cubrirse de los francotiradores tras un parapeto, ni tampoco para elevar una plegaria a Dios… Morir de un disparo no significa nada, las partes de uno mismo permanecen intactas. Pero ser desmembrado, despedazado, reducido a una masa informe de carne, ese es un temor que la carne no puede soportar, convirtiéndose en la mayor preocupación de los bombardeos."

Dubrulle sobrevivió a Verdún, pero murió el año siguiente en Chemin des Dames.

24 dic 2007

El Coronel Dax pasando revista antes del ataque (Paths of glory)


Fotograma de la película Senderos de gloria donde el Coronel Dax (Kirk Douglas) pasa revista a sus tropas antes del ataque a la Colina de las hormigas.

Forges, después de la guerra

Forges (sector de Verdún) después de la guerra

Ofensiva en el flanco izquierdo del Mosa (Verdún, marzo 1916) (2)

A la mañana del seis de marzo de 1916, cuando la artillería alemana abrió fuego sobre las posiciones francesas, el general Bazelàire tenía cuatro divisiones en el margen izquierdo, y una quinta de reserva. Se trataba del sistema defensivo más coherente y inédito hasta el momento en Verdún. No obstante, el nuevo empuje alemán obtuvo algunos éxitos sin demasiado esfuerzo, y sin demasiadas bajas. Con una intensidad artillera comparable a la del 21 de febrero, los proyectiles alemanes de gran calibre llovieron sobre las posiciones de la 67ª división francesa, una unidad mediocre cuya experiencia era limitada. En menos de media hora, todas las comunicaciones y líneas telefónicas eran inexistentes. La moral francesa volvía a estar por los suelos. Con menos demora que otras veces la infantería alemana atacó. En medio de una tormenta de nieve, los hombres de la 77ª brigada de infantería alemana cruzaron el caudaloso Mosa por Brabant y Champneuville, redimiendo sus anteriores fracasos. Ingeniosamente, el general von Zwell había dispuesto un tren blindado que contenía la artillería protegida para ofrecer una eficaz cobertura al avance de la infantería al cruzar el río. Los observadores artilleros franceses situados en el Bois Bourrus localizaron el tren por la columna de humo de sus calderas y lo hostigaron de tal forma que finalmente tuvo que retirarse. El daño, no obstante, estaba hecho. Los hombres de von Zwell habían cruzado el margen izquierdo del Mosa y se habían situado detrás de la primera línea francesa. A ello se añadió una inesperada calamidad en el bando francés: la artillería situada en el Bois Bourrus planeó y ejecutó una monstruosa cortina artillera para frenar el ataque germano, pero en el suave y fangoso terreno en que se había convertido los márgenes del Mosa por efecto de las lluvias y la nieve los obuses y proyectiles no explotaban. Un gran desaliento se cernió sobre los defensores.
Con un movimiento rápido a lo largo del margen izquierdo del río, la 22ª división de reserva del general Riemann se unió a las tropas de von Zwell estableciendo una pinza contra las tropas francesas que se encontraban entre el margen del rio y Regneville. La defensa fue débil. A la noche los alemanes habían tomado los pueblos de Forges y Regneville y la importante cota 265 de la Côte de l’Oie. Al oeste de esta cresta estaba o emergía el Bois des Corbeaux que a su vez flanqueaba Le Mort Homme por su vertiente nordeste.
Un rápido movimiento de la infantería alemana se introdujo en el Bois des Corbeaux, el bosque más cercano a Le Mort Homme, y desde el cual se podían aplicar las técnicas de infiltración alemanas con gran excelencia. No obstante, el ataque frontal hacia Le Mort Homme apenas se había movido del punto inicial, fue frenado por un verdadero muro de fuego procedente de la artillería francesa que se había anticipado a este movimiento desde hacía ya días. Repetidamente los suboficiales animaban a los soldados a proseguir el avance, pero el esfuerzo era en vano. Ya se había establecido sangrienta premisa en Verdún: la artillería predeterminaba y condicionaba los éxitos o los fracasos de la artillería.Del lado francés, consternación. La división 67ª había cedido terreno demasiado fácilmente. Al finalizar el segundo día de lucha, más de 3.000 soldados franceses se habían rendido, más de 1.200 sólo del regimiento 221º.

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