2 jul 2011

Vladimir Becić, el pintor de la retirada serbia (I)



Vladimir Becić, en ruta con el ejército serbio



Cuando Vladimir Becić se alistó en el ejército serbio en el agosto de 1914, poco podía imaginarse que sus pinceles y carboncillos ilustrarían al mundo entero la trágica derrota serbia durante el otoño y el invierno de 1915. De nacionalidad croata, se enroló voluntario para luchar contra los austrohúngaros, pero su experiencia militar fue breve. En 1915, su formación artística, y algún que otro contacto, lo convirtieron en corresponsal gráfico del ejército serbio.
Nacido en 1886 (Slavonski Brod, Croacia), decidió compaginar su pasión por el arte con los estudios de derecho. En 1905, su talento artístico se impuso y abandonó la toga por el lápiz y el pincel. El estudio en Zagreb de Menci Clement Crncić, uno de los fundadores del arte moderno croata, se le había quedado pequeño y decidió dar el salto hacia la bulliciosa Munich. Allí, acudió al famoso estudio de Heinrich Knirr, famoso por realizar treinta años más tarde algunos de los retratos de Hitler más destacados. Knirr alternó las clases en su estudio con la cátedra en la prestigiosa Münchener Akademie der bildenden Künste. Muy probablemente por esta razón, Becić decidió abandonar el estudio de Knirr por las clases en la Akademie con Hugo von Habermann.

Vladimir Becić fue uno de los numerosos croatas que estudiaron en la Akademie. La impronta de este círculo fue tan importante en el arte moderno croata que los propios historiadores del arte bautizaron esa generación como el Münchenski Krug o Círculo de Munich. El ‘estilo croata' de Munich presentaba una expresividad muy cercana al impresionismo, combinando la tradición de Velázquez o Goya con lo moderno de Manet o Leibl.
El período muniqués fue fructífero, en 1909 viajó a Paris. Allí entró en la heterodoxa La Grande Chaumiére, lo que le proporcionó un primer contacto con el periodismo gráfico como dibujante para la revista Le Rire. Parece ser que sus trabajos trascendieron. Al año siguiente le propusieron hacer una muestra en Zagreb. Establecido de nuevo en Croacia, los años previos a la guerra estuvo alternando pequeñas estancias artísticas en Osijek, Belgrado y Bitolij.
El estallido de la guerra lo sorprendió en Belgrado. Aunque las noticias sobre su periplo en el ejército serbio son poco fiables (por falta de documentación), se sabe gracias al corresponsal de l'Illustration Robert Vaucher, que Becić fue nombrado 'pintor oficial' del ejército serbio al poco de alistarse como voluntario. Pero no se limitó a pintar y dibujar. Gracias a un reducido equipo fotográfico logró tomar numerosas instantáneas del frente balcánico. Algunas de las fuentes consultadas desvelan que la relación con el ejército serbio venía de 1913 cuando Becić fue enviado a los territorios macedonios conquistados durante la Segunda Guerra Balcánica. Se desconoce, no obstante, si solo dibujó o también fotografió paisajes.
El hecho es que Vladimir Becić estaba al cargo de la representación visual del ejército serbio a inicios de 1915. A pesar de la notoria y excelente actuación de los serbios contra la invasión austrohúngara durante 1914 y principios de 1915, el final del año seria testigo del desastre serbio. Anulada parcialmente la amenaza rusa en el frente oriental, las Potencias Centrales con Alemania a la cabeza, decidieron asestar el golpe final a la 'incómoda' Serbia. Aunque la 'solución serbia' se centró exclusivamente en el factor estratégico, el ánimo de revancha jugaria un papel primordial. Bulgaria, recién incorporada a la Triple Alianza (finales de septiembre de 1915) buscaba resarcirse del Tratado de Bucarest de 1913 y ansiaba ajustar cuentas con Serbia, principalmente. Y la monarquía austrohúngara deseaba aniquilar a su vecino incómodo por encima de todo. La meritoria defensa serbia contra los avances austríacos había dejado en un pésimo lugar el papel del Kaiserlich und Königliche Armee (K.u.K.) durante los primeros meses de la guerra.
La campaña terrestre contra Serbia comenzó el 7 de octubre de 1915. Un mes antes, el 8 de septiembre, la aviación alemana y la artillería pesada austroalemana habían comenzado a martillear y hostigar Belgrado. A los pocos días, la situación en Belgrado se había convertido en insufrible, sobretodo para la población civil, que comenzó a huir hacia el interior del país. La invasión de Serbia se llevó a cabo en dos frentes, por el norte con el XIº ejército alemán, el IIIº austríaco y el Iº búlgaro, todos ellos al mando del mariscal de campo August von Mackensen. El segundo frente, al oeste, estaba formado por el IIº ejército búlgaro que entraría por la Macedonia serbia con el objeto de rodear los restos del ejército serbio con el fin de hacer una pinza entre el frente norte y el oeste. La situación del ejército serbio era desesperada, no solo por la derrota y la dura retirada, sino por verse obligado a abandonar su país, dejando a la población a merced de los invasores. La retirada fue penosa. La orografía serbia, dura para el invasor, resulto trágica para el ejército en desbandada, pero sobretodo para los civiles que seguían a sus tropas.
La derrota serbia quedó patente desde los primeros compases de la ofensiva austroalemana y búlgara. El impresionante despliegue artillero anorreó a las primeras de cambio unas defensas serbias, que habían soportado los intentos austrohúngaros durante 1914.
En la crítica decisión de retirada, pesó en el ánimo de los mandos serbios el componente estratégico: evitar ser rodeados y aniquilados. El éxodo serbio fue duro y penoso. Los aliados intentaron por todos los medios interponer en la Macedonia serbia un ejército que frenase a los búlgaros en su movimiento de tenaza, pero los intentos fueron infructuosos. Serbia estaba perdida. La única solución era replegarse y huir hacia el sureste, hacia Albania y el mar, ya que Montenegro había sido invadida por fuerzas austrohúngaras. Allí, en las costas albanesas les esperaban buques italianos, y algún que otro francés, que trasladarían el grueso de las tropas serbias a la isla de Corfú. El resto serían enviados a territorio griego, a Tesalónica.

Retratando la retirada
El pintor croata compartió parte de la dura travesía con los restos del ejército serbio, una parte del séquito real (el rey Petar Karageorgevic -Pedro- I y el príncipe Aleksandar) así como un gran número de ciudadanos serbios que vieron en el exilio su única salida. La obra pictórica y fotográfica de esas semanas está completamente amarada de abandono, desasosiego y desesperación. En su relato para la Illustration afirmava:

“despues de quinze días, el torrente de exiliados era imparable, los ancianos y los niños dormían sobre lechos de hojas y poco más a lo largo del camino. Observaban atónitos como el ejército avanzaba sin apenas haber combatido y no comprendían nada. Se acercaban a las columnas y les preguntaban: ‘Que debemos hacer?’ y regimiento por regimiento, los soldados les respondían: ‘Volved a casa, esperad al enemigo’”.

Aunque existen numerosas lagunas sobre la localización de Becić después de pasar la frontera serbia, se sabe que logró llegar hasta Roma y de allí finalmente a París. Allí contactó con el periodista suizo Robert Vaucher que hacía de freelance para la Illustration. Vaucher cubría los frente italiano, serbio, ruso y polaco. Fue así, como gracias a Vaucher, Becić testimonió los hechos acaecidos en Serbia durante el otoño y parte del invierno de 1915. El reportaje titulado "La Malheurese Serbie, récit d'un réfugié serbe" (La Serbia desgraciada, testimonio de un refugiado serbio) apareció publicado en el número 3800 (1 enero de 1916) de la Illustration. En una extensión de ocho páginas, alterna el testimonio de Becić con fotografías y dibujos a doble página. Aunque la narración de los hechos es vigorosa y de un extremo dramatismo, lo que llama realmente la atención son los dibujos y acuarelas que Becić realizó durante el duro periplo.
Becić alternó la fotografía con la pintura y el dibujo, siendo estos últimos los destacados. Sus fotografías son simples instantáneas, sin apenas implicación o sentimiento. Captan la fuga, la huida desesperada. En cambio, su obra plàstica narra lo inexpresable: las horas más amargas de un pueblo en el rostro de sus soldados.
Cronológicamente no está muy claro cuando se realizaron algunas de sus obras. Aunque todas sus piezas van firmadas, no todas llevan fecha, y aunque la Illustration las identificase como dessins d'après nature (dibujos al natural), se sospecha que algunas acuarelas a color, especialmente las de la Division Choumadia (Šumadija) fueron realizadas en el exilio y con toda la tranquilidad, con estudios o croquis que había tomado durante la campaña de 1915.

Los dibujos y acuarelas
De una docena y media de dibujos, se han seleccionado ocho. De éstos, tres están dentro de la llamada serie Division Šumadija, que es una pequeña colección de croquis y acuarelas que realizó durante la primavera y el verano de 1915, y que anticipan el ‘estilo Becić’.



"Pedro I con los prisioneros alemanes"
Datado el 8 de noviembre de 1915, la escena muestra al rey serbio manteniendo una breve conversación con un prisionero alemán en la carretera que lleva a Pristina, Kosovo. Becić describe una parte del periplo real:

“Ni es el primero, ni el último del ramado que va Krouchevats a Pristina. Ha abandonado su automóvil. Y se va solo con su aide de camp. No ha querido requisar un vehiculo en el que viajaban una mujer con su marido. Se ha subido a un cajón de artillería arrastrado por un par de bueyes. Se ha sentado sobre un nido de paja y se ha tapado hasta las rodillas con un abrigo. [...] Su porte es majestuoso, más aún que una lujosa carroza de paseo, él pasa entre medio de su pueblo, que lo admiran llorando y que guardarán para si esta visión heroica de entre las páginas más bellas de su historia.”

Ataviado con uniforme militar, Pedro I mantiene un porte especial, ‘elevándolo’ del duro momento que vive la nación serbia. La estampa del rey inquiriendo al prisionero alemán ofrece algunos de los conceptos más reiterados en las representaciones de Becić: la dignidad ante la adversidad y la irremediable tragedia. La sensación de firmeza ante la dêbácle proviene de la figura real, de su marcado perfil. Los pómulos sombreados, un espeso y poblado bigote, su mirada felina, la visera hasta la nariz y una actitud postural de carácter mayestático consiguen imprimir a la situación un impresionante aire de suficiencia, alejada totalmente de la realidad. Mientras las miradas de la comitiva es de claro desdén hacia los alemanes, la actitud del rey expresa una gran determinación dentro de la calma. A pesar de ser un croquis, algunos detalles están muy elaborados. Los soldados alemanes se encuentran en posición de firmes ante la presencia del rey, lo que le aporta un ingrediente más de respetabilidad y dignidad. El dibujo ilustra perfectamente la descripción inicial que hacia Becić sobre el monarca serbio, reafirma la imagen de una figura que a pesar de la adversidad mantiene el pulso de Serbia.

Continua en: Vladimir Becić, el pintor de la retirada serbia (II)

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