28 nov 2009

La máquina de la mentira: el War Propaganda Bureau

Dedico este artículo a los miles de espíritus inocentes que devoró la guerra. Me inclino ante ellos.

No por mucho repetir una mentira, ésta se convierte en verdad. Socorrida máxima que en épocas críticas alcanza especial relevancia. La Primera Guerra Mundial fue una de estas. La verdad como tal no existió ni en su génesis y aún menos en su ocaso o final. Miles y miles de libros se han escrito sobre el conflicto, prueba máxima que la verdad ha conocido demasiado amantes y pocos amores. Algunos estudiosos y teóricos señalan la Gran Guerra como el punto de partida para la comunicación de masas. Prensa, libros, libelos, folletos, opúsculos, pasquines, carteles, postales, etc. compitieron por la atención de las sociedades de los respectivos paises en guerra, y como no de los ardorosos neutrales.
No contentos con este despliegue de medios informativos, las autoridades y los medios utilizaron los tabloides callejeros para informar o desinformar al ciudadano a su antojo de las nuevas procedentes de los frentes. Junto a la maquinaria bélica se desplegó otra de dimensiones colosales: la maquinaria informativa.La guerra debía ganarse en el frente bélico, pero también en el doméstico, y las autoridades de los respectivos paises -sabedores del poder de la información- quisieron dosificar y manipularla a su antojo. El objetivo fue doble, en algunos casos triple. La manipulación y la ocultación amansó a la ciudadanía, la animó a proseguir en un estado permanente de guerra y consiguió una adhesión casi inquebrantable a las acciones suicidas de sus propios gobiernos. En el caso británico - el más visible-, fueron los alistamientos masivos de voluntarios.
Otra de las funciones de la tergiversación informativa aliada fue atraer a la opinión pública mundial hacia el conflicto. La atracción se realizó a través de dos mecanismos. El primero, resaltando las barbarides y atrocidades, en este caso, del ejército alemán en los territorios invadidos, especialmente en Bélgica. Cierto que hubo acciones reprobables contra la población civil, pero no cabe duda que los medios aliados se encargaron de magnificarlo hasta extremos casi cómicos, como el de los niños ensartados en bayonetas y devorados por la hordas germanas. El leif-motiv de la campaña antigermánica fue denostar el mayor logro de lo alemán, la famosa Kultur. Así, los aliados esgrimieron el lema Civilisation vs Kultur.
El otro ingenio propagandístico, quizás el más decano en la historia de la falsificación bélica, fue el de maximizar las pérdidas ajenas y ensalzar los propios triunfos. En este punto también se llegó a cotas ridículas que, sin embargo, no se conocerían hasta décadas despúes de la guerra. Con este efectivo truco, los paises en contienda buscaban desmoralizar a los posibles paises neutrales que deseasen unirse a una o a otra causa. Para este fin, los paises en lucha instalaron las llamadas corresponsalías en los paises susceptibles o no de unirse a su causa. Mención especial merece el esfuerzo alemán para integrar a la causa de los Imperios centrales a una España claramente segmentada entre aliadófilos y germanófilos. Lo hizo sobretodo a través de su contactos en Catalunya editando la Correspondencia alemana de la guerra durante los años que duró la guerra. Se trataba de un boletín de notícias que cubría los diferentes escenarios bélicos, desde las trincheras del norte de Francia hasta las más ignotas latitudes del mar océano. Las noticias tenían un tratamiento edulcorado, tomando un especial atención aquellas destinadas a desmontar las presuntas farsas aliadas. De todos los contendientes de la guerra, el que se esmeró con mayor eficiencia y voluntad en el cometido propagandístico fue la Gran Bretaña, a través -principalmente- del War Propaganda Bureau, llamada también Wellington House por su emplazamiento.
El War Propaganda Bureau nació a inicios de septiembre de 1914 a iniciativa de Lloyd George, bajo la supervisión del periodista y político liberal Charles Masterman. Masterman, conocido por su extensa y densa red de amistades y contactos, reunió el 2 de septiembre de 1914 a prestigioso grupo de escritores británicos con el propósito de que sus plumas se convirtiesen en espadas para la causa aliada. Entre los literatos reunidos se hallaban nombres como Conan Doyle, Madox Ford, Chesterton, Kipling y H.G. Wells, la flor y nata de la literatura británica del momento. A parte de esta pléyade de estrellas, Masterman fichó principalmente a elementos que habían estado previamente en la National Insurance Commission.
La génesis del Propaganda Bureau se debió a que el gobierno británico descubrió que Alemania ya disponía de una agencia de propaganda. Inmediatamente se pasó el encargó a Lloyd George, Chancellor of the Exchequer, para que crease un organismo secreto con el principal objeto de apoyar las actividades del gobierno respecto al conflicto. Tras este curioso velo de apoyo incondicional al gobierno se escondía el verdadero propósito de la nueva agencia: acusar a los Imperios centrales, y en especial a Alemania, de ser los verdaderos instigadores de la guerra y presentarlos a la opinión pública, especialmente a los Estados Unidos, de naciones con afanes sanguinarios e imperialistas. Esta actividad de zapa del Propaganda Bureau tuvo un inesperado aliado cuando las propias tropas alemanas realizaron diversos actos de violencia, pillaje y destrucción durante la invasión de Bélgica principalmente. Fue en este momento que los Imperios centrales perdieron la guerra mediática.
Los aliados, y en especial, los británicos supieron aprovechar perfectamente la ventaja adquirida después de las llamadas atrocidades en Bélgica. La destrucción de la impresionante biblioteca de Lovaina, la supuesta ejecución de civiles belgas, etc., etc. permitieron al Propaganda Bureau enarbolar la bandera de civilización contra la barbarie de la Kultur alemana. En ese momento, las eminencias grises del WPB trabajaron a brazo torcido para socavar desde los cimientos el prestigio acumulado por la cultura germánica en campos como la literatura, la música y la filosofía. No cabe duda de que el boicot a lo alemán tuvo un imprevisible éxito.
La capas nobles de la sociedad británica comenzaron a mudar, curiosamente, de apellidos y la población civil comenzó a perseguir a todo aquello que tuviese una posible relación con Alemania. La Gran Bretaña entera sucumbió bajo una psicosis antialemana. Comenzaron a aparecer pseudocientíficos que recurrieron a las teorías genéticas para hablar en términos de raza y de grupos étnicos, destacando precisamente de la supuesta raza germánica unos rasgos sanguinarios y bárbaros. A partir de esto momento, los británicos tildaron peyorativamente a los alemanes de hunos, en referencia al pueblo euroasiático que azotó los territorios del Imperio romano durante los siglos IV y V.
Por su parte, los intelectuales a sueldo del WPB cumplieron perfectamente con su cometido. Durante los años en que estuvo activo el Propaganda Bureau y sus vástagos, las editoriales a sueldo - entre ellas las famosas y prestigiosas Oxford University Press, Macmillan, etc. - publicaron alrededor de 1200 documentos relacionados con el papel de los aliados en la guerra, y sobretodo ensuciando gratuitamente la famosa Kultur alemana. Al poco de comenzar las actividades, Masterman pensó en editar una revista mensual que pusiese al día los ávidos lectores de notícias frescas procedentes del frente. Para ello contrató a John Buchan, un avispado editor y periodista, que utilizando medios propios - la editoria Nelson era suya - comenzó a publicar la Nelson's History of the War a principios de 1915. Buchan, estrechamente relacionado con la inteligencia militar, fue visto por el Alto mando británico como la pantalla mediática a su conducción de la guerra. El propio Buchan desbancó a Masterman cuando el War Propanganda Bureau fue reestructurado con la elección de Lloyd George como Primer ministro británico.El papel más importante - aunque menos visible - del WPB no fue tanto su proyección internacional, como sí el adoctrinamiento nacional de la sociedad británica. El gobierno necesitaba una patina de legitimidad honrosa para involucrar a cientos de miles o incluso millones de futuros voluntarios para unirse en su lucha contra el mal que personificaba Alemania. No cabe duda de que lo consiguieron. La respuesta ciudadana al llamamiento de Kitchener para crear un ejército de voluntarios para luchar contra Alemania superó, incluso, la mejores expectativas. La Fuerza Expedicionaria Británica había sido prácticamente aniquilada para principios de 1915 y el nuevo Minotauro reclamaba carne fresca. Pero no sacrificó a unos elegidos, sacrificó a muchos, a tantos que el gobierno británico tuvo que dictar una ley para el alistamiento obligatorio (compulsory enrollment) para cubrir las bajas de aquellos que habían partido entre vítores animados, en parte, por la falsa y tendenciosa propaganda, al igual que lo hicieron miles de jóvenes alemanes en agosto de 1914. La hoguera los consumió a casi todos. Discursos panfletarios, pasquines, folletines, la propia sociedad alentó a cientos de miles de jóvenes alemanes a buscar desesperadamente la muerte en los cenagales de Flandes o en las calizas del Artois.
Curiosamente, el secretismo de las actividades del War Propaganda Bureau se mantuvieron hasta mediados de la década de los años treinta. A pesar de los éxitos conseguidos hubo sonoras defecciones. Éstas se produjeron cuando algunos de los hijos de figuras ilustres del WPB fallecieron en combate. Como por ejemplo, el hijo de Conan Doyle, Kingsley Conan Doyle o John Kilpling, el hijo de Rudyard Kipling. Arthur Conan Doyle se retiró del mundanal ruido, abandonó el ejercicio literario en busca de sosiego espiritual por la pérdida de su hijo. Jamás se perdonó el haberle alentado a él y a otros jóvenes británicos el ir a la guerra. De hecho, el resto de su vida lo dedicó a frecuentar sesiones espiritistas para buscar el perdón de su hijo. Otro afectado Rudyard Kipling perdió a su hijo John en la batalla de Loos. Se dice que Kipling gastó fortunas para encontrar los restos de su hijo desconociendo que murió volatilizado por un obús y que poco se pudo inhumar. Las más agrias críticas contra el Propaganda Bureau las expresó en forma de poemas. Quizás el más conmovedor es Common form, escrito en 1918:
If any question why we died. Tell them, because our fathers lied.
(Si alguien pregunta por qué murimos, decirles, por qué nuestras padres mintieron)

A pesar de sonadas retiradas, el éxito del WPB era imparable. Habían cosechados grandes triunfos mediáticos. A parte de lo de Bélgica, estaban el hundimiento del Aboukir, el Cressy y el Hogue por el U9 alemán, el hundimiento del Lusitania, etc. En definitiva, al WPB se le acumulaba la faena. De esta forma, cuando Lloyd George tomó el mando del gobierno británico, decidió reestructurarlo. Creó el Department of Information que aglutinaba el antiguo WPB, el Neutral Press Committee y el News Department of the Foreign Office. Toda esta estructura encargada de supervisar, controlar y sobretodo difundir una información adulterada y manipulada pasó a depender exclusivamente del War Cabinet. De esta decisión se pueden extraer varias conclusiones, entre ellas que el gobierno quería centralizar y uniformizar el discurso informativo británico, y de otra parte controlar férreamente los medios. Otra conclusión nada baladí es que el gobierno británico tenía que poner la carne en el asador para garantizar la entrada de los Estados Unidos en la guerra. Igualmente Lloyd George, hábil en estas lides, controlaba la voz de los militares, y con ellos a Haig.No toda la información producida por el WPB fue impresa. Masterman decidió crear un archivo fotográfico del frente occidental. Para ello reclutó a dos fotógrafos que además eran militares. La pena para aquellos que tomasen fotografías del frente sin permiso era la ejecución sumaria. Junto a los fotógrafos, el Propaganda Bureau contrató a dibujantes para que retratasen su propia visión de la guerra. Una visión que intentaría dulcificar las horribles condiciones de los soldados destinados al frente.
Ya en 1918, Lloyd George decidió crear el Ministerio de información. Al frente puso a un hombre experimentado en el mundo de los medios de comunicación, Lord Beaverbrook, propietario del Daily express. Éste decidió nombrar a Lord Northcliffe, propietario del The Times y del Daily Mail para intoxicar aún más la información destinada a los paises enemigos. Robert MacDonald, editor del Daily Chronicle, dirigió la sección informativa dirigida a los paises neutrales.Acuciado por la excesiva manipulación y por la críticas internas en la Cámara de los comunes, Lloyd George ordenó a Lord Beaverbrook suavizar la política informativa. Beaverbrook creó el British War Memorial Committee, más como un medio para preservar el recuerdo de la guerra y el sufrimiento de las personas que como medio informativo. Para mantener el recuerdo y la memoria se optó por la vertiente artística y se contrataron a artistas de la talla de John Sargent, Charles Jagger y Paul Nash entre otros. Como ejemplo de esta colaboración entre el arte y la política, mención especial merece el cuadro de John Sargent, Gassed. En él se observan soldados británicos y estadounidenses unidos por el dolor de las heridas causadas por un ataque con gas.Pero no todo fue colaboración ciega, artistas como William Orpen o Charles Nevinson declinaron los cantos de sirena de los políticos.
El War Propaganda Bureau y sus descendientes fueron la máxima expresión de un proyecto de tergiversación informativa y manipulación de masas dirigido desde un gobierno llamado demócrata durante la Primera Guerra Mundial. La organización contó con una pléyade de intelectuales, periodistas y escritores que cimentaron el papel del gobierno británico durante los más de cuatros años que duró la guerra. Es por ello, que algunos críticos con la dirección de la guerra señalan al Propaganda Bureau como cómplice de los errores de los políticos y los militares en determinados momentos del conflicto y que costaron decenas de miles de muertes.Aunque que pueda parecer duro, miles de soldados británicos se vieron animados a partir al frente por políticas informativas diseñadas, producidas y difundidas por los emboscados del War Propaganda Bureau. Muchos de ellos no volvieron, muchos de los que regresaron hubiesen preferido no ser embaucados, ni engañados.

Bibliografia:
Messinger, Gary S. British propaganda and the state in the First World War. Manchester University Press, 1992.

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