10 ene 2013

La intervención italiana en la Gran Guerra, 1914-1915: preludio y tragedia en cinco actos (VI)


Acto V y último: 'Il Maggio radioso'
La rúbrica del Tratado de Londres el 26 de abril desencadenó los hechos a velocidad endiablada. El 4 de mayo Sonnino comunicó a Viena su desvinculación de la Triplice y Cadorna recibió órdenes de acelerar la mobilización. Paralelamente, calles y las plazas seguían siendo un hervidero de manifestaciones interventistas y actos en favor de la guerra, a pesar de que la gran mayoría de la población se mantenía en una neutralidad silenciosa. Aunque el Parlamento permanecía cerrado -no había sesión hasta el 19 de mayo- el Consiglio no descansaba. Consciente de ello, Giolitti volvió a Roma el 9 para conversar con Salandra y otros miembros de su gobierno sobre la veracidad de determinados rumores sobre la entrada de Italia en la guerra.
La tensión política iba en aumento. Mientras la mayoría parlamentaria (liberales, católicos y socialistas) mantenía posturas claramente neutralistas, las demostraciones de la pequeña minoria interventista subían de tono. Roma cogió el testigo de los sucesos de Génova y los grupos interventistas, formado mayoritariamente por estudiantes, organizaron día tras día actos -no siempre pacíficos- en favor de la intervención.
En la arena política, y a pesar de que no consiguió conocer de primera mano la existencia de ningún tratado, Giolitti supo intuir cuáles podían ser los movimientos del gobierno Salandra. Se entrevistó con el ministro del Tesoro, con el rey y con el propio Salandra para hacerles saber que no era el momento de entrar en guerra y que, en caso de derrota austríaca, se 'conseguiría' igualmente parte de la lista giuliana negociando con los vencedores. En la misma línia y sabedores de las intervenciones de Giolitti en favor de la neutralidad, unos trescientos parlamentarios y un centenar de senadores le mostraron su total adhesión dejándole en su domicilio sus tarjetas de visita. Era un muestra expresa del apoyo parlamentario a la neutralidad y una muestra de palmaria desconfianza ante las tareas del gobierno Salandra respecto a la guerra.
El golpe de efecto del Parlamento neutralista desconcertó al gobierno y al sector interventista. La división era cada vez más visible y aunque Salandra no parecía inmutarse, el desconcierto dio paso a la ira y a la reacción de los sectores autoritarios, así como a todo el interventismo radical y democrático que empleó todas sus fuerzas para mantener a Italia en la senda belicosa. La prensa afecta sacó a relucir todo su 'arsenal' y los máximos exponentes del interventismo militante como d'Annunzio no escatimaron medios ni verbo para vilipendiar y violentar a los sectores neutralistas, parlamentarios y Giolitti incluidos.
Agazapado tras el ruido, Salandra ultimó su jugada maestra. Ante la ausencia de apoyos y la falta de confianza en su gobierno, el 13 de mayo presentó la dimisión irrevocable de su gabinete al rey Vittorio Emanuele III. El monarca, sabedor del pacto y activo interventista, no tuvo otra opción que ofrecerle la llave del Consiglio a Giolitti, que éste rechazó. El viejo estadista piamontés intuyó un posible acuerdo con la Entente y no quiso verse envuelto en semejante tesitura. La historiografía posterior ha señalado que un gobierno Giolitti podría haber dado marcha atrás en lo concerniente a Londres, pero las mismas fuentes señalan que no se sintió con fuerzas para luchar en dos frentes: plantar cara a la Entente y sofocar un incendio interno con tantos pirómanos sueltos. En este punto radicó la hábil maniobra de Salandra. Sabía que Giolitti no querría llevar a Italia a una guerra incierta, pero que tampoco querría extenuarse en apagar la creciente tensión de la calle. Él, en cambio, estaba en su salsa. Tiraría adelante con la intervención en la guerra y de paso acrecentaría en control policial interno con la excusa de la ampliación de poderes.
Los días posteriores a la dimisión del gabinete Salandra supusieron un rosario de manifestaciones y algaradas en las principales ciudades italianas. El cénit se decantó totalmente a Roma, donde el 15-16 de mayo se alcanzó el clímax interventista. Que la escalada de violencia verbal y física comenzaba a ser alarmante lo demuestra el hecho de que el propio Giolitti fuese increpado y zarandeado por un puñado de interventistas radicales que lograron entrar a la fuerza en el edificio del Campidoglio.
Ante la negativa de Giolitti de aceptar el encargo presidencial, Vittorio Emanuele volvió a ofrecerle el Consiglio a Salandra. La renuncia de Giolitti dejó huérfanos y desconcertados a los sectores neutralistas del Parlamento mientras la ruidosa minoría interventista incendiaba la calle por la guerra y los sectores silenciosos del neutralismo social se quedaron en sus casas. El 'partido de la guerra' -según terminología de M. Isnenghi- había triunfado.
El ruido callejero se acrecentó con la reanudación de las sesiones parlamentarias el 19 de mayo. El Parlamento, más que un órgano de soberanía popular, se había convertido en una caja de resonancia de la nueva política de la piazza. Los acordes de la política fatta entre adoquines resonó por todas las bancadas a modo de amenaza y coacción. De esta forma, y como colofón a meses de tensión, el 20 de mayo el Parlamento apoyó la decisión de intervenir en la guerra y votar a favor de los créditos de guerra presentados por Salandra. El 24 de mayo Italia entró en guerra con la Entente y muy especialmente contra Austria-Hungría.
Las 'giornate radiose di maggio' o il maggio radioso', tal y como las describió d'Annunzio,  significaron una de las grandes cesuras de la historia de la Italia del siglo XX. La teoría del 'golpe de estado' ha surgido en numerosas ocasiones como explicación para describir el proceso político e institucional que culminó en mayo de 1915 con la entrada de Italia en laQue las negociaciones con la Entente fuesen secretas, que hubiese incluso miembros del propio gabinete Salandra que no estuviesen informados o que -más grave aún- no se informase en ningún momento a la oposición de los tratos con los aliados denota una falta extrema de pulcritud democrática que acabaría lastrando el sistema político italiano en 1922. Sin embargo, lo que sí significó un cambio en la vida política italiana fue la aparición de una nueva forma de hacer política. Una política más gestual que teórica, que amparada bajo el nuevo rol de la sociedad de masas usó el espacio público de la plaza y la calle para edificar una alternativa a la política oficial. La piazza se convirtió en el ágora desordenada donde intelectuales y sindicalistas extremistas incitaron a una parte muy definida de la sociedad liberal, estudiantes universitarios sobretodo, para repetir y reiterar hasta la saciedad algunos de los 'mantras' que más tarde utilizaría el fascismo en plena década de los veinte.
Así pues, en la teoría del 'colpo di stato', a banda de figurar en el elenco de protagonistas un sector muy concreto de políticos con extensas e indisimuladas relaciones con elementos muy destacados del mundo de la banca, la industria y de los medios de comunicación, se añadió el nuevo coro de representantes de una cultura subversiva con el dogma, el sistema y las formas de la vieja política. Lo que ignoraban los que detentaban el poder en 1915 es que siete años más tarde su falta de visión y miopía junto a la perversión de las normas más elementales del juego liberal les pasarían factura. La nueva política della strada e la piazza aprovechó la crítica posguerra y las grietas del política oficial para fagocitar lo construido en 1861.
Fuentes:
Isnenghi, M. et al. La Grande Guerra 1914-1918. Il Mulino, 2008.
Melograni, Piero. Storia politica de la Grande Guerra, 1915-1918. Mondadori, 1997.
Pieri, Piero. L'Italia nella Prima Guerra Mondiale. Einaudi, 1968.

Archivo del blog