23 nov 2010

Las tropas indígenas canadienses en la Gran Guerra


La primera guerra mundial fue un episodio traumático y demoledor para todas las naciones participantes. La 'edad de oro' europea, la civilización de las luces y de los descubrimientos científicos y técnicos se convirtió en un lejano recuerdo. Nada volvió a ser igual. La fragua del Dios de la guerra fue la tumba de tres imperios y el crisol de varias naciones. Para algunos de estos países fue algo más que un cesura histórica, resultó ser su 'puesta de largo' como protagonistas de un nuevo mundo global.
Australia, Nueva Zelanda o Canadá, antiguos dominions -colonias- pertenecientes al Imperio británico surgieron de las cenizas de la guerra con una identidad nacional reafirmada, propia de aquellos países madurados y bregados en los nuevos tiempos. Su 'costosa' participación les granjeó el respeto del mundo más allá del ancho paraguas de la Commonwealth. Incluso desde Londres, la visión paternalista hacia los dominios ultramarinos mutó hacia un reverencial respeto, cargado -obviamente- de orgullo

Canadá y la Canadian Expeditionary Force (CEF)
El caso canadiense fue paradigmático. Cuando estalló la guerra, Canadá decidió entrar en el conflicto sin dudarlo, igual que Australia y Nueva Zelanda. La 'raza británica' estaba en peligro y los indisolubles lazos de hermandad entre la metrópolis y las antiguas colonias eran más fuertes que nunca.
En 1914, los canadienses no estaban preparados para una guerra como la que se avecinaba. La milicia canadiense movilizada apenas llegaban a 60.000 hombres, y la mayoría de armamentos y pertrechos militares procedentes del Reino Unido no habían llegado todavía. Los mandos optaron por equipar a los nuevos soldados del preciso, aunque no siempre fiable, fusil Ross fabricado en Canadá. De entre los primeros 30.000 voluntarios establecidos en el campamento de Valcartier, a las afueras de Ottawa, algunos eran miembros de las tribus indígenas canadienses. Su admisión, sin embargo, en el recién creado Cuerpo Expedicionario Canadiense (Canadian Expeditionary Force, CEF) no fue nada sencilla.
Los recelos, un disfrazado 'paternalismo' y un arraigado sentimiento racista y de desprecio hacia las poblaciones autóctonas de algunos de los mandos del ejército canadiense, así como de la mayoría de políticos entorpecieron su entrada en la CEF. El pretexto oficial era que temían que los alemanes tratasen a los indígenes canadienses como a salvajes, como a hombres no civilizados.
La realidad de la nueva guerra industrial cambió el panorama. Para finales de setiembre ya había partido hacia Inglaterra la primera división canadiense, otra se estaba movilizando. Al poco se habían movilizado dos más, siendo cuatro las que se desplazaron a Francia. Juntamente con ellas cientos de artilleros, ingenieros o zapadores, y otras tropas auxiliares fueron al frente europeo.
La guerra seguía engullendo tropas y el ministro canadiense de defensa, el coronel Sam Hughes se comprometió con los aliados a formar a 16 divisiones en total. Para ello, Hughes decidió emplazar a un centenar de personajes ilustres e influyentes de la sociedad canadiense para que se encargasen de formar batallones en sus comunidades, regiones o grupos ètnicos. La CEF abría las puertas a la tropas indígenas canadienses. Al poco ya se habían constituido dos batallones compuestos exclusivamente de soldados indígenas. Los iroqueses y la tribu de las Seis naciones fueron dos de las comunidades indígenas más activas en la mobilización de sus miembros. En el caso de la nación iroquesa, una fuerte filiación histórica la ligaba a la corona británica, hasta el punto que apenas reconocía la realidad nacional canadiense, y aún menos su gobierno. Los iroqueses habían luchado junto a los ingleses contra los franceses hasta la Paz de Montreal en 1701 y se habían introducido en territorio canadiense para librar zonas de influencia francesa. Los iroqueses también lucharon contra las nuevas tropas estadounidenses durante la invasión en 1812. Otro caso fue el de los Inuits de la zona ártica, los mal denominados esquimales, con una nula adhesión a la causa británica o francesa. La corona británica vendió sus tierras en 1881 al gobierno del Canadá. El resto de comunidades padecieron también las políticas aislacionistas del Canadá, heredadas del imperio británico: enclaustramientos de las poblaciones indígenas en reservas, instaladas en tierras baldías o sin interés para la comunidades blancas. Junto a la institucionalización de sociedades nómadas con sus propios modelos de explotación natural (pesca, caza,...), las políticas canadienses hacia los indígenas consistieron en una asimilación total y una proactiva alienación cultural. Misioneros, maestros y otros elementos procedentes de la cultura europea fueron los instrumentos de la nueva política. A banda de las cuestiones de aniquilación cultural y social, las epidemias y enfermedades importadas por las poblaciones europeas diezmaron enormemente las sociedades indígenas. Por todo ello, la respuesta indígena hacia una guerra 'blanca' no fue masiva.

Batallones indígenas canadienses
Sólo los miembros de las tribus más asimiladas, principalmente iroqueses, respondieron a la llamada de las armas. También participaron los miembros de la tribu de las Seis naciones, que pidieron a las autoridades militares organizar el famoso batallón 114º, que llevaría el nombre de los Brock Ranger's. Finalmente, dos de las cuatro compañías del 114º estarían formadas exclusivamente por miembros de las Seis naciones, procedentes en su mayoría de las comunidades de Mohawk y Kanewahke en el Quebec. El emblema del 114º eran dos tomahawks cruzados.
La guerra, sin embargo, marcaba sus reglas y como la mayoría de batallones canadienses al llegar a Francia, las tropas indígenas del 114º fueron repartidas y esparcidas por los diferentes batallones de la CEF que requerían refuerzos. Otro emblemático batallón fue el 107º, al mando del teniente coronel Campbell. De sangre índigena, Campbell tenía la intención de reclutar 'cowboys e indios'. Cosa que realizó con éxito ya que fueron 962 voluntarios indígenas los que fueron a Inglaterra, superando incluso a los del 114º. El 107º consiguió, por otra parte, mantenerse más cohesionado ya que debido a la ausencia de zapadores o ingenieros, fue designado como el batallón de zapadores e ingenieros para la 3ª división canadiense en 1917, viviendo las cruentas experiencias de Vimy ridge y Passchendaele. De los territorios del norte de Ontario y de la Columbia surgieron otros dos renombrados batallones, el 52º llamado 'Bull moose batallion' o batallón del Arce y el 54º, el Kootenay
Los mandos canadienses mostraban un especial respeto por los soldados indígenas en el campo de batalla. Los solían describir como tropas fieras y valientes, aunque a la par desordenadas y poco atentas a la disciplina cuartelaria y militar.
Las cualidades de las tropas indígenas canadienses estaban determinadas por su 'modus vivendi' y su relación con el medio hostil. Destacaban sobretodo por ser excelentes exploradores y reputados tiradores de élite. Por ello, la mayoría se encontraban o bien en las compañías de reconocimiento o eran tiradores de élite. Ambas funciones permitían a los soldados una disciplina militar más relajada acorde con la costumbre de independencia de dichas tropas. Su perfecto cometido en este tipo de acciones levantaba la admiración de sus compañeros de unidad.

Héroes indígenas
Francis Pegahmagabow, quizás el soldado indígena canadiense más célebre, no sólo por sus hazañas bélicas sinó también por su propio talante como Ojibwa de la Primera nación, se alistó voluntario al inicio de la guerra. En el campo de entrenamiento de Valcartier se instaló con una tienda la cual decoró con todo tipo de simbología tribal y la piel de ciervo a modo de estandarte de su clan. Junto a la parafernalia clánica, cuenta que llevó un pequeño saco de hierbas medicinales preparado por una vieja anciana, que según él, le salvó la vida en más de una ocasión. Al finalizar la guerra, Pegahmamow 'Peg', había sido condecorado tres veces por haber matado más de 370 enemigos. Otro caso fue el de Henry Nor'west. Nor'west era un indígena de la tribu de los Cree. Sus compañeros, sin embargo, le pusieron el curioso mote de 'Ducky' al sumergir a una prostituta en una fuente de Londres. Nor'west mató a 115 enemigos confirmados. El 18 de agosto de 1918 una bala alemana lo mató
Las hazañas de los soldados indígenas tuvieron cierto reconocimiento, aunque muy pocos fueron ascendidos a grado de oficial, los pocos eran Mohawks

La dura posguerra
Las suspicacias entre los elementos europeos canadienses siguieron durante y después de la guerra. Los responsables del departamento canadiense para los asuntos 'indios' vieron en la guerra un medio para enrolar al mayor número de voluntarios indígenas con la ulterior esperanza de que éstos y sus tribus se asimilasen a los roles 'blancos' y dejasen un modo de vida que chocaba totalmente con los designios del gobierno canadiense que deseaba una total asimilación del elemento indígena. Los informes del departamento para asuntos indígenas concluyeron que de una población de más de 100.000 indígenas, apenas se enrolaron unos 3500.
La Gran guerra, sin embargo, no reportó beneficio alguno a las comunidades indígenas canadienses. Bien al contrario. Uno de los actos más execrables que cometió el departamento para asuntos indígenas fue la confiscación y compra ilegal de tierras propiedad de las comunidades indígenas con la excusa de repartirlas a los veteranos de guerra.
La ignominia fue doble. Según la Indian act de 1906, el gobierno canadiense prohibía a los indígenas ser poseedores de tierras allende de sus reservas, con lo que el soldado desmobilizado indígena no tenía derecho a ningún tipo de compensación en especie en forma de tierras.
El balance de la guerra fue absolutamente negativo para todos los soldados que participaron en la Primera Guerra Mundial. Para los indígenas candienses fue otra constatación más de la traición del hombre blanco.

Fuentes

- Gaffen, Fred. Forgotten soldiers. Ottawa : Thyetus books, 1985.
- Morton, Desmond. 'Les canadiens indigènes engagés dans la Prèmiere Guerre mondiale'. En Guerres mondiales et conflits contemporains, 2002, n. 230, pp. 37-49.

15 nov 2010

In Flanders fields: apuntes de un periplo inconcluso (IV)

Tyne Cot cemetery

El día se había abierto y nos ofrecía un precioso cielo raso, que combinado con el verdor de los campos y los bosques daba una estampa preciosa de Flandes. Salimos a la carretera de Ypres a Menin, y volvimos unos cientos de metros hacia Ypres girando a la derecha, en el desvío que lleva a Tyne Cot cemetery. No lo contrasté, pero si no recuerdo mal es uno de los cementerios británicos más grande de los que hay en Flandes. Después de un camino sinuoso, llegamos a un pequeño aparcamiento que se encuentra situado en uno de los laterales del cementerio. Cuando llegamos, el nuestro era el único vehiculo. Media hora después ya habían 3 o 4 autocares. Es un lugar de peregrinación.

Laura decidió cuidar de Frasier y se quedó fuera del recinto. Planeé una visita relámpago al lugar. Adyacente al cementerio hay un pequeño memorial que recuerda lo que supuso Flandes para el ejército británico. Muy suave, muy nostálgico. Fragmentos de cartas, fotos gigantes de algunos soldados, así como algún que otro recuerdo material. Acabada la rápida visita al memorial, seguí la pasarela que lleva al recinto. Decidí no entrar, creí que no debía. Eso sí, tomé decenas de fotografías y 'admiré' la elegante disposición del espacio, que le otorga un doble sensación de respeto y recuerdo.
Me paré a reflexionar un momento y lancé una mirada al paisaje: había algo que sorprendía. Los campos cultivados, el ganado paciendo tranquilamente, pequeños grupos de árboles diseminados aquí y allá. Así debía ser el paisaje de Flandes cuando llegaron las primeras tropas británicas. Parecía como si el tiempo se hubiese parado y los monumentos a los caídos fuesen islas en el correr de los tiempos. Era una sensación extraña.

Volví al aparcamiento, allí estaba Laura con Frasier. Quería dar la vuelta por el otro lado. Fuimos los tres. Me adentré unos metros en el recinto con el objeto de tener otra perspectica del lugar. Tyne Cot es muy parecido al cementerio de Sanctuary wood en cuanto a su forma de abanico. Ingleses, canadienses y 'anzacs' comparten espacio sin distinciones y con un precioso roble al sur del complejo como guardían. En la parte norte, una especie de 'proscaenium' semicircular 'coronado' con una enorme cruz cierra el espacio. Conmovedor.

Subimos al coche y nos dirigimos a St Julien (St. Juliaan) donde se encuentra el memorial canadiense. Por el camino y a unos cientos de metros 'damos de bruces' con el memorial neozelandés de Broodseinde, escenario de la cruenta batalla que lleva el mismo nombre y que formó parte de la 3a batalla de Ypres, en el otoño de 1917 y que tendría como colofón la lucha por Passchendaele.

Broodseinde memorial

Al final llegamos a St. Julien (St. Juliaan), mejor dicho al cruce de caminos entre la carretera que viene de Tyne Cot, y la que lleva de Ypres a Passchendaele. A la derecha del cruce se encuentra el memorial canadiense con la escultura de un soldado pensante en el centro del recinto. La escultura es impresionante. En forma de monolito pétreo, se encuentra coronada con la figura de un soldado a medio cuerpo en una postura consternada o reflexiva. En la base del monolito se encuentran los 4 puntos cardinales y las posiciones que señalaban, entre ellas la famosa de Passchendaele. Recinto no muy grande pero de una enorme expresividad y recogimiento. Igualmente impresionante, aunque el tiempo soleado le mengue aspereza al lugar.

St. Julien/St. Juliaan memorial

Después de esta dura catarsis decidí volver a Ypres a visitar el museo 'In Flanders fields' en Ypres. Deseaba tener una aproximación más suave al universo de Flandes, y a su significación en el conjunto de la guerra. Desandamos el camino, llegamos a la Gross Markt y entramos en el Salón de telas. Allí nos esperaba el museo 'In Flanders fields' dedicado a la Gran Guerra en Flandes, tomando el título del célebre poema de John McCrae.
La visita mereció. Se trata de un museo bastante interactivo y eminentemente visual, a lo 'americano', digamos. El recorrido, todo en una extensa planta, se realiza de forma cronológica con especial atención a los momentos más trascendentales, como por ejemplo la famosa 'tregua de Navidad' de 1914, el ataque con gas de abril de 1915, la cosmovisión del saliente de Ypres, Passchendaele, etc.
Otorga un carácter preeminente a la intervención británica con todas sus acepciones, es decir con las naciones de los Dominions (canadienses, australianos, neozelandeses e indios), y aporta numerosa documentación, así como la 'puesta en escena' de numerosas reliquias, armas y algún que otro diorama. Destacaría sobretodo la fluidez en la exposición de los materiales y los contenidos, así como una lograda didáctica del conflicto, no sólo para especialistas.

En el plano inferior, es decir en la planta baja del 'edificio de las telas' se encuentra la tienda del museo con numerosos recuerdos y libros dedicados al conflicto en Flandes. Como siempre los precios son prohibitivos, sobretodo para los que procedemos de latitudes meridionales. Para las compras mejor pasarse por las tiendecillas de la Meensestraat, es decir la calle que une la Gross Markt con la Menin gate y que saliendo de la ciudad lleva, evidentemente, a Menin.

Recuerdo que visité tres o cuatro tiendas, todas ellas en el lado izquierdo de la calle. Los precios según, para qué, prohibitivos también. Los libros nuevos, de robo; los de segunda mano, precios muy dignos, incluso más económicos que en la Red. Insignias, badges u otros, precios normales tirando a caros (Es difícil luchar con según que sites de subastas virtuales).
Si no recuerdo mal, el mejor lugar para comprar libros está prácticamente delante del 'salón de telas', a mano derecha. Lo regenta un chico joven, unos treinta máximo. Es inconfundible ya que 'viste' una enorme barba decimonónica a lo 'Rasputín'. Muy amable. Lástima que su librería no tenga todavía un enlace en la web, porque es la librería dedicada a Gran Guerra más bestia que han visto, a día de hoy, mis ojos. Impresionante. A ojo de bibliotecario de buen cubero, diría que en el establecimiento si no había más de 5000 volúmenes no había ninguno. Tenía duplicados, pero bueno, menos de 4000 libros sobre la guerra no había. Un paraíso para un loco como yo. Precios subiditos, lo que pasa es que había que buscar y rebuscar. Salí con tres o cuatro libros, no más. Ya me resarciría en Bruselas.

Ypres desde la Menin Gate, atardecer

Hasta aquí lo que dió de si Flandes, en cuanto a Gran Guerra se refiere. Faltaba todavía mucho viaje y no era cuestión de agobiar a nadie con mis particulares historias.

Lo mejor: el ambiente y atmósfera de respeto y agradecimiento hacia todos los que dieron su vida por un pedazo de tierra como fue el 'famoso' saliente; la Menin gate y su simbolismo; los verdes y llanos prados de Flandes; el amanecer en el cementerio de Langemarck; la mejor comprensión de un escenario primordial en cuanto al Frente occidental se refiere y, sobretodo la profunda comunión con los que allí estuvieron aunque mediase casi un siglo.

Lo peor: demasiado en tan poco tiempo. La mente humana, al menos la mía, era incapaz de absorber y digerir todo lo que el lugar le estaba proporcionando. Pero no hay mal que por bien no venga. Volveré.

Gracias a todos por seguirme en 'nuestro' periplo por Flandes.

PS.: Os recomiendo que le deis un vistazo a esta selección de fotografías

5 nov 2010

In Flanders fields: apuntes de un periplo inconcluso (III)

Langemarck Friedhof


Después del acto, digamos, de constricción volví al coche donde me esperaba mi pequeño y fiel amigo. A él no le interesan ni los muertos, ni la guerra, ni cualquier estupidez humana. Qué suerte.
Arranqué y deshice el camino hacia Ypres con un pesar, mejor llamarlo pena, por aquellos que salieron de sus hogares como si fuesen a la cacería de los domingos y que no sólo no volvieron con sus 'presas' y sus batallitas que contar, sino que no volvieron. Me acuerdo de esos miles de cartas enviadas a sus familias y que jamás serían respondidas, ni leídas. Siento pena, por esos cientos de miles de jóvenes que jamás volvieron.
Laura me preguntaba cómo podía sentir pena por personas que ni conocí y que quedaban en un universo muy alejado de mi existencia. La respuesta ni fue, ni es, sencilla. Simplemente me transfiguro en esos miles de personas que, inocentemente, fueron a matarse unos a otros por nada. Siento lástima por miles de muertes estúpidas en aras de un conflicto nacido de la estultícia, del haber quién la tenía más 'grande', de unos gobiernos ignorantes y egoistas que jugaron con fuego y enviaron a sus hijos a resolver sus estúpidas y estériles trifulcas. Por eso siento lástima, porque en definitiva, la inmensa mayoría de los que acudieron a la 'llamada de la patria' en agosto-septiembre de 1914 deseaban pocos meses después volver cuanto antes a sus hogares y dejar atrás el infierno en el que se estaba convirtiendo una 'guerra de fin de semana' y que se alargaría más de cuatro años, prologando el sufrimiento, agonía y muerte de millones de soldados, con sus respectivas famílias. Por eso, y por más siento una enorme tristeza.

Quizá resulte difícil entender porque la siento, pero eso es lo que tiene escarbar e indagar en un conflicto tan terrible como fue la Gran guerra. Fue el final de la inocencia de una civilización que auguraba un progreso moral y técnico sin parangón en la Historia y que acabó empañando esa idea casi divina y totémica de progreso. Un progreso unívoco, el industrial, que acabó aplicándose para matar y exterminar a cuantos enemigos se pudiese, de la peor y más salvaje manera. El mundo se brutalizó de tal forma que se perdieron las más elementales formas de humanidad. Se traspasó el umbral. Un umbral que tendría su siguiente etapa un cuarto de siglo más tarde. Por eso siento pena, pero sobretodo porque eran personas con ilusiones, con una vida por delante, con hijos, mujeres, familias... Por eso, que no es poco.
Después del soliloquio deshice el camino hacia Ypres. Frasier estaba más contento. Quizá intuía que íbamos en busca de Laura, que aún debía dormir.
Una vez de vuelta al camino y con el mapa como GPS rudimentario - cómo lo eché a faltar - salíamos hacia Menin por la Menin gate en busca de la zona de la colina 62 (Hill 62), zona de duros combates. Ruta impoluta, vacía. Nos desviamos hacia un rompiente en la derecha, de la carretera que une Ypres con Courtrai. A banda y banda, sin embargo, se encuentran numerosos vestigios de la guerra. Seguimos las indicaciones y a unos kilómetros, a la derecha damos de bruces con el Sanctuary wood cementery. Seguimos hasta que alcanzamos una especie de cabaña de bosque del tipo que uno se encontraría en Montana o Wisconsin.

El chiringo - llamarlo de otra forma hubiese sido mentir - daba miedo. Laura dudaba, yo tiré pa'lante. En el fondo se trataba de un bar-restaurante cuyo jardín-cobertizo era nada más y nada menos que lo durante la guerra se dio en llamar la Hill 62, una pequeña cresta defendida por tropas británicas y que testigo de episodios de especial virulencia, como lo atestiguan los cementerios cercanos así como los testimonios de uno y otro lado. Pasamos al interior del restaurante siguiendo la preceptiva señal 'To the trenches'. Evidentemente para ir más allá de la rudimentaria barrera que separaba un 'saloon a lo Far West' y el mundo de la Gran Guerra era necesario colaborar con la 'causa' de los regentes y guardianes del 'tesoro' donde demasiados soldados perdieron la vida defendiendo un lugar que 'curiosamente' se convertiría en una naïve atracción turística. Ironías del destino.
3 o 4 euros, no recuerdo bien el precio. Eso sí, nos dieron un billete, de aquellos tipo 'boleto' parecido a los que me daban los viernes cuando iba al cine de Tossa de Mar para asistir a lo que se llamaba 'Gran gala infantil'. Todavía conservo el boleto, el de la Hill 62, claro.

Cruzada la barrera, accedimos a una sala de unos cincuenta metros cuadrados repleta de gadgets, gorras, cascos, proyectiles, cuadros, fotos, ... Vitrinas a lo largo de las paredes de la sala cubiertas de medallas, cascotes, anteojos, etc. No había orden ni concierto en la disposición de las piezas, y no es de extrañar, inventariar aquello hubiese supuesto tarea titánica y visto como tenían el bar, cualquiera se imaginaba como podía acabar aquello. En esa sala aún reinaba cierto caos dentro del orden. En la siguiente, algo más parecido a una chatarrería, el espectáculo era digno de ser inmortalizado. Alambradas, piezas sueltas de cañones, vainas de proyectiles, morteros, algún 'minenwerfer' - en muy buen estado, por cierto -, fusiles por doquier, restos de máscaras de gas... Bueno, que deciros, aquello era impresionante. Impresionante por la cantidades de restos y, sobretodo, por su dispar disposición. Sobrecogía. Laura alucinaba. Yo más.

Hill 62 museum

Después de entreternos un rato en el magnífico ejemplar de mortero de trinchera alemán en perfecto estado, salimos al aire libre ya que el olor a rancio y a herrumbre eran casi insoportables. La salida daba directamente a un tupido bosque de robles que apenas dejaba pasar algún rayo de sol. Para acceder al, digamos, centro o parte central de la colina 62, se pasaba por un dugout (abrigo) cubierto de una uralita o plancha ondulada metálica. No recuerdo el nombre en inglés a pesar de haberlo leído en infinidad de ocasiones. Pasado el tunelete, nos introducimos en lo que debía ser en su tiempo una trinchera de comunicaciones, hasta subir por una ligera pendiente que nos dejó casi en el medio del lugar. La visión era ideal.

Hill 62

Por una parte, se insinuaba perfectamente la línea zigzagueante de trincheras, así como las trincheras que unían la primera línea con la de soporte o la de comunicaciones que llevaba a retaguardia. Cabe decir que las trincheras estaban perfectamente conservadas, pero sin caer en la burda y artificiosa reconstrucción tipo 'Leroy Merlin'. Evidentemente las zanjas o trincheras estaban ausentes de parapetos, pero conservaban perfectamente una morfología primigenia: Tablones horizontales en las paredes de la zanja para contener el peso de la tierra y asegurar, por su parte, las tablas que formaban el suelo de las trincheras. En algunos lugares se conservaban las protecciones superiores. Aunque en tiempo de guerra, ese tipo de protecciones apenas salvaguardaban de una lluvia de shrapnels y a una distancia prudencial. Una lluvia de shrapnels prácticamente perpendicular a la trinchera hubiese dejado la chapa como un colador de rejilla fina, y no digamos al que ahí se refugiase.
Evidentemente, y como no podía de otra forma, subí, bajé, me escondí, observé por encima del parados como si fuese un niño pequeño. Pasado el momento 'saltimbanqui' y con las fotografías ya en el 'zurrón', me dediqué a echarle una ojeada más técnica al lugar, a fijarme en los detalles.
Así, uno de los puntos curiosos fue que desde la Hill 62 se tenía una impresionante vista del paisaje. En este sentido, hay que recordar que esta parte de Flandes, como casi todo el resto, lo configuran espacios y áreas muy planas, con apenas mínimas elevaciones. Por ello, durante los más de cuatro años de conflicto, la guerra en Flandes estuvo prácticamente orientada a hacerse con las pocas elevaciones que el terreno ofrecía ya que ofrecían un punto de observación vital de las posiciones enemigas. Cabe decir que de los pocos lugares en los que los alemanes no contaron con el factor altitud fue, precisamente, en esta zona del frente occidental. De ahí, que los alemanes insistieran e insistieran en hacerse con las elevaciones que cercaban a la ciudad de Flandes. La Hill 62 era una de las más importantes. Por ello, resultaba curioso observar a través de los claros que ofrecía el bosque algunos de los puntos donde estaban apostadas las líneas alemanas.


Cráter de obús en la Hill 62

Girando la vista a retaguardia, comencé a inspeccionar el terreno en busca de detalles, y di con algunos curiosos. En algunos puntos destacan unos enormes cráteres cubiertos con las lluvias de días pasados y que habían formado una preciosa capa de verdete. No cabe duda de que para que semejante resto continue visible, el obús tenía que ser como mínimo de un 150 o 210 mm alemán. De otra forma, el tiempo y los sedimentos naturales lo hubiesen cubierto ya. Así como los cráteres, Laura me hizo percartar de algo asombroso: en algunos puntos de la pequeña colina 'sobrevivían' algunos tocones o troncos desmochados de cuando aquello debió convertirse en paisaje lunar. De hecho, en los tres o cuatro tocones que descubrí, los visitantes se habían dedicado a colgar cruces o rosarios y, en algunos casos, cruces con la 'poppy' británica a modo de recordatorio. Sin duda, la Hill 62 era otro de los lugares de peregrinación británica.
De vuelta del cerro, deshicimos la ruta y nos introducimos otra vez en el 'museo de los horrores' no sin una pequeña sonrisa al encontrarlo un 'poquillo' cutre. Nos despedimos de los 'posaderos', entramos en el coche y dimos media vuelta por la carretera hasta encontrarnos otra vez con el cementerio de Sanctuary wood dedicado a los caidos ingleses y de los Dominions (Anzacs y canadienses).


Sanctuary wood cementery

El recinto, no muy grande, es de una exquisita sobriedad. Las lápidas, dispuestas en forma de abanico, llevan grabado el nombre del soldado, el regimiento y la fecha de su muerte si son conocidos. En caso contrario, llevan grabada una cruz y la inscripción 'Soldier of the Great War'. Los cementerios estan cuidados hasta un extremo insospechado. Cabe decir que tanto Bélgica como Francia cedieron, gratuitamente, los terrenos donde se ubicaron los cementerios para los caidos de los ejércitos británico, australiano, neozelandés y canadiense. Para su gestión, el gobierno británico, en representanción del resto de naciones de la Commonwealth, creó la Commonwealth Graves War Commission que tiene como cometido el cuidado y gestión de los cementerios donde reposan soldados de sus respectivas naciones. Como decía, el cuidado es exquisito, y no sólo el mantenimiento. En el caso del de Sanctuary wood, en cada una de las lápidas hay flores - mayormente rosas - que proporcionan un preciosa imagen de dignidad y calma. En esto, los ingleses son especialmente detallistas.

Sanctuary wood cemetery

Dejé Sanctuary wood, entré en el coche y nos dirigimos hacia la carretera que lleva de Passchendaele para visitar el cementerio de Tyne Cot y sus aledaños.

Sigue: In Flanders fields: apuntes de un periplo inconcluso (IV)

24 oct 2010

In Flanders fields: apuntes de un periplo inconcluso (II)

Viene de: In Flanders fields: apuntes de un periplo inconcluso (I)

Y vaya si lo fue. Frasier y yo nos levantamos a eso de las seis de la mañana, todavía con las tinieblas de la madrugada. Vajamos sin hacer ruido por las empinadas y angostas escaleras de la casa de huéspedes y nos dirigimos a la calle. El día prometía. Cielo raso, fresco de primeros septiembre y un buen mapa.
El problema no era encontrar los lugares a visitar, sino como salir de Ypres por la carretera adecuada, ya que si salías por el lugar incorrecto luego tenías que dar un gran rodeo. Salimos bien.
Mi primera intención era ir al cementerio alemán de Langemarck.
Quiénes de los que estamos locos con el tema no ha oido hablar de Langemarck, y la tristemente famosa Kindermord o 'matanza de inocentes', en referencia al estúpido e inútil sacrificio de jóvenes cadetes o estudiantes que murieron en descerebrados ataques a campo abierto en línias absolutamente cerradas al son de canciones patrióticas, mientras los británicos hacían prácticas de tiro sin posibilidad de error??
La historia es cruel y semejante tragedia, como toda la guerra, se repetiría con los ejércitos británicos en el primer día de julio de 1916 durante la batalla del Somme. Contextos aparte, al salir de Ypres nos dirigimos hacia Langemarck por la carretera que se dirige a Dixmude, Diksmuide en flamenco.
El paisaje era precioso, o al menos así lo contemplaba yo. Tierra llana, mayormente cultivada y salpicada aquí y allá de pequeños bosques muy concentrados de robles y álamos. La escena del campo flamenco se completaba con una suave neblina que cubría los campos como si de un velo de fino satén se tratase. En ese momento uno se acordaba de los miles de testimonios de soldados que hablaban de las famosas neblinas flamencas que se producen por los fenómenos meteorológicos propios de una zona cercana al Mar del norte y sin apenas cadenas montañosas que se cierren el paso a las brumas.
Como decía, muchos fueron los testimonios que se referían a este típico fenómeno matutino y que tanto daría que hablar. Bajo estas nieblas matutinas se camuflaron algunos de los episodios más sangrientos de la guerra, desde ataques al amanecer hasta los temidos y terribles ataques con gas venenoso que quedaban enmascarados en medio de estas brumas. Hablar de los campos de Flandes durante la Gran guerra es hablar entre otras cosas de fenómenos meteorológicos y de las brumas y neblinas sobretodo.
De esta forma, y sorteando las fantasmagóricas brumas, llegamos a Langemarck. Crucé todo el pueblo y al final encontré el cementerio alemán, el Friedhof de Langemarck.

El cementerio alemán de Langemarck ocupa aproximadamente una área ligeramente inferior a la de un campo de fútbol, es decir poco menos de una hectárea. Rodeado de un seto en todo su perimetro, las tumbas de los soldados caidos en combate estan diseminadas en forma de losetas en el suelo. Desconozco, sin embargo, si los cuerpos se encuentran bajo de las losas con sus nombres. Justo en medio del cementerio se levanta un especie de muro con los caidos por orden alfabético, donde figuran su nombre, cuerpo o regimiento y fecha de defunción.
Sobrio, muy sobrio. Muy alemán.


Al llegar sobre las siete menos cuarto de la mañana me encontré el recinto cerrado. Dommage. Aún así, y como el gato curioso, alargué el cuello para ver entre los setos. La escena contemplada era de una serenidad conmovedora. Ténues resquicios de sol resquebrajaban el sueño de las cruces de piedra diseminadas por el camposanto. No señalan ningún caido en concreto, únicamente lo sagrado del lugar. La sobriedad del espacio es impresionante, no parece un cementerio militar.
Semanas después de haberlo visitado me percato de algunos detalles curiosos pero que en aquel preciso momento permanecieron silenciados por el momento. Hoy que lo pienso, me doy cuenta de que el cementerio estaba situado en medio de los cultivos de maíz que pueblan por doquier los prados de Flandes; la brisa de la mañana balanceaba los altos tallos con una sibilante melodía de calma. Cierto que en uno de los extremos se encuentra la carretera que une Langemarck con el paisaje flamenco, pero el respeto que se profesa por este lugar es total.
El friedhof (cementerio) de Langemarck no es solo un camposanto, es un lugar de reconciliación.
Cuando volví al cementerio de Langemarck horas después con Laura lo constaté. Autocares repletos de alemanes visitaron el lugar en perfecta peregrinación en un acto de sentido recuerdo. Uno se sentía fuera de lugar. Pero aún así permanecimos. El respeto no conoce nacionalidades.

Lo que no hizo la 'Paz' de Versailles lo consiguieron camposantos como este, reconciliación después de la barbarie.

In Flanders fields: apuntes de un periplo inconcluso (III)

15 oct 2010

In Flanders fields: apuntes de un periplo inconcluso (I)


No fue una decisión meditada. La opción de visitar Flandes surgió después de haber decidido hacer un viaje por Bélgica y Holanda en coche. No cabe duda, sin embargo, que cuando atisbé la posibilidad de visitar los campos de Flandes donde transcurrieron algunos de los episodios más importantes de la Gran guerra, mi corazón dió un vuelco.
Comenté, como quién no dice lacosa, que podíamos estar dos o tres días en Flandes visitando algunos lugares relacionados con la Gran Guerra pero con el sosiego propio de estar de vacaciones, es decir descansando, comiendo dignamente y, como no, probando las múltiples variedades de cerveza que abundan por tierras flamencas y belgas. Laura, que es una santa, accedió.

Off the record: el otro día en un cena y recordando el viaje, me confesó que le impresionó sobremanera la visita a los tristes 'campos de Flandes'.

Lo que viene a continuación es un breve periplo por los lugares que visité y por las impresiones que me calaron hasta lo más hondo de mi ser. Una confesión antes del viaje: cualquier opinión o reflexión versada es absolutamente personal e intransferible como el resto de contenidos subjetivos que aparecen en el blog.
Veníamos de Tournai, Laura había sugerido que parasemos allí para contemplar la catedral, muestra excepcional del gótico flamenco, así como del baptisterio - que poco le puede envidiar al fiorentino. Buen tiempo, pocas nubes y acabado el paseo partimos para Ypres, Ieper en flamenco. Cometeré una incorreción pero mantendré la versión anglosajona, que es la que más manejo. Perdónenme los nativos.
Tournai-Ypres, poco más de tres cuartos de hora en coche.
Llegamos a Ypres. Cinco de la tarde. Un tiempo espléndido. Tuve la oportunidad de entrar por la Menin gate, pero no osé. Territorio sagrado.

Nos dirigimos al hotel. Precioso. El hall ya prometía. Proyectiles, libros y fliers de agencias dedicadas a la organización de rutas por los alrededores de Ypres. Todo halagüeño, la boca se me hacía agua. Necesitaba ver por mis propios ojos la silueta recortada en el atardecer del 'Salón de telas', el famoso 'Lakenhalle' en flamenco. Para aquellos que se incorporen a nuestro universo, el 'Salón de telas' o 'Lakenhalle' de Ypres es el emblemático y simbólico edificio que presidió la total destrucción de Ypres como ciudad y la suya propia durante los más de cuatro años que duró la guerra. Aprovecho para decir que el 80-90% de la ciudad de Ypres actual fue reconstruida después de la guerra.
La Ypres actual es una preciosa población de edificios de ladrillo cocido de factura flamenca, con un estilo absolutamente cuidado, pavimento de adoquín en las calles, y un respetuoso ambiente de veneración hacia aquellos que mantuvieron el 'enclave a salvo'.

De ruta por las calles de Ypres dos puntos llaman la atención, el ya nombrado 'Salón de Telas' y unos trescientos metros al este, la Menin gate que recibe su nombre porque desde allí se toma la carretera que lleva a Menin o a Menen, en flamenco. La enorme significación de la Menin gate para el imaginario granguerresco vendrá luego.

Un paréntesis necesario. Uno de los fenómenos más habituales que le suelen ocurrir a uno, el que escribe, es que se sienta apabullado por el lugar que pisa, siempre que tenga una significación especial. Ypres no fue excepción.
Me sentía como aquel niño al que le abren una tienda de golosinas para él solo y apenas tiene unos minutos para llenar sus bolsillos de caramelos. Pues si tenéis la imagen en mente, así estaba yo: quería ir al acto de homenaje que se celebra todas los días a las ocho de la tarde en memoria de los caídos en Ypres, quería entrar en las tiendas y comercios de militaria, en las librerías, en el museo 'In Flanders fields' que se encuentra en la primera planta del 'Salón de telas', quería,... bueno, lo quería todo. Suerte que me ayudó mi santa.

Laura me dijo de ir tranquilamente a la tienda del museo para comprar un mapa con el recorrido que haríamos al dia siguiente por los 'fields', me hizo el timing para entrar en dos o tres tiendas de militaria, pasear tranquilamente con Frasier por las bonitas calles de Ypres con sosiego, sentarnos a degustar las increíbles cervezas del país, etc... hasta que a las ocho estábamos como un reloj en la Menin gate para el acto de homenaje. Bueno, miento. Llegamos media hora antes para admirar la Menin gate, porque eso fue lo que hicimos, admirarla. El término que mejor la defina es ...


Conmovedora. Simplemente así. Contemplarla situada allí te traslada en el tiempo. Las paredes y bóvedas plagadas de nombres de hombres que no volvieron jamás pero que en cambio reposan en la memoria de los que los contemplan. Ellos, reposan ahí, con sus camaradas, uno debajo de otro, por unidades, por regimientos, por naciones. Los índios en sendas placas en las bases de las pilastras del oeste, las que dan a Ypres; los canadienses en las escalinatas que suben hacia el plan superior, allí donde se reunen con los australianos que contemplan el sol del atardecer, igual que lo hacían en sus trincheras unos cientos de metros más al este y al norte. Todo confluye en la Menin gate y todo parte de ella, lo sabían ellos y lo inmortalizaron los artistas. Longstaff & co. Todos ellos narran la vuelta de los muertos a la Menin gate, con una suerte de magia y una mezcla de admiración y respeto eternos. Eso es la Menin gate, uno monumento de recuerdo y de admiración hacia aquellos que dieron su vida por una guerra fuera de sus confines. Unos, los más, a unas decenas de millas allende el canal, otros cruzando los océanos y unos pocos desde tierras asiáticas. Eso es lo que impresiona, su sacrificio. Su sacrificio tiene su recompensa diaria. Se celebra un emotivo y sincero homenaje que conmueve a familiares remotos y a extraños, como nosotros. Un clarín de trompeta, un silencio sepulcral y una ofrena bajo los sentidos pasos de dos militares marcan el clímax a un acto, repito, de respeto no de pompa. Todo eso y más es la Menin gate. Partir de la Menin gate para visitar los campos de Flandes es visitar el monte Calvario de los que ahí reposan y de los que sobrevivieron pero jamás volvieron a ser los mismos.


Parentesis.
La ruta 'In Flanders fields' está señalizada mediante paneles en distintas partes del recorrido. Mi opinión al respecto es que si no sabes muy bien donde vas te pierdes con una facilidad pasmosa. Lo suyo es o contratar un servicio de excursiones diarias donde te llevan a los principales lugares de interés o bien lo que hacemos el resto que es comprar un mapita al uso y carretera y manta, y mucha paciencia. Un inciso: las visitas con los grupos organizados de excursiones es ideal para aquellos que vengan del lado 'aliado'. Si quieres visitar cementerios o lugares de interés relacionados con el bando alemán coge el mapa
Después de la emotiva visita a la Menin gate, decidimos 'aparcar' a Frasier e ir a cenar tranquilamente después de una intensa tarde.
Inciso: Frasier como buen perro asistió al acto de homenaje en la Menin gate. De hecho lo sujeté durante todo el acto y restó impávido al sepulcral silencio del momento. Aún me sobrecoge cuando lo pienso. Cierro paréntesis.
Cenamos en la misma plaza del 'Salón de telas', a pocos metros del edificio en un acogedor restaurante. Nos retiramos pronto. La mañana sería intensa.

Continúa en: In Flanders fields: apuntes de un periplo inconcluso (I)

3 sept 2010

La movilización rusa de 1914 (III)


Viene de: La movilización rusa de 1914 (II)

28-29 de julio

Las cosas iban de mal en peor. Durante la tarde del 28 de julio, Sazonov fue informado de la declaración de guerra austríaca a Serbia. Fruto de su impetuosidad y ante la posibilidad de que la movilización parcial decretada fuese insuficiente, Sazonov tuvo un encuentro con el Zar. Horas antes Sazonov había mantenido una reunión con Yanushkevich que le había presionado para convencer al Zar.
Von Wegerer, en su artículo para el Political Science Quaterly, informa de que Sukhomlikov le 'confesó' en primera persona que fue el Gran duque Nicolai el que convenció a Yanushkevich de la necesidad imperiosa de decretar la movilización general. Esa misma tarde el gabinete de exteriores ruso envió un telegrama a Berlin, Viena, Paris, Londres y Roma anunciando movilización de los sectores de Odessa, Kiev, Moscú y Kazán e informando de que quería evitarse cualquier enfrentamiento con Alemania.
La madrugada del 29 de julio, el Zar Nicolai II telegrafió a Wilhelm II urgiéndole a buscar una solución a los malentendidos y a los movimientos peligrosos entorno a la crisis de los Balcanes.
A la mañana siguiente, Yanushkevich se presentó en el Peterhof, la residencia del Zar, con el propósito de que firmase las declaraciones de movilización parcial y general dejándose para él la potestad de decidir cuál de ellos expedir a los distritos militares. No cabe duda vistos los resultados de cuál fue la que envió.
A la tarde, Yanushkevich vio al major Eggeling y le repitió por enésima vez que no se había dado orden alguna para 'mover ni un caballo de su establo'. Continuaba la farsa.
Casi en el mismo momento, el general Dobrorolsky, encargado de la movilización rusa, expedió de su puño y letra las declaraciones de movilización general a los tres ministros del interior, de la guerra y de la marina.
Sazonov, por su parte, continuaba con la mascarada y durante las recepciones que mantuvo ese mismo día con los representantes de los países implicados mantuvo un especial esmero en declarar que no se estaban realizando movimientos de tipo general.
Albertini vuelve a advertir que fue imposible que el gobierno ruso declarase la movilización general sin la aprovación contrastada del gobierno francés. Paléologue, por su parte, no dijo nada a Paris.

Los nervios de Sazonov

Al ministro de exteriores le pudo la presión. Las noticias del bombardeo austríaco de Belgrado y el telegrama del canciller Bethmann Hollweg indicándole que futuros progresos movilizadores rusos obligarían a movilizar a los ejércitos alemanes lo asustaron. El conde Pourtalés intentó sosegar al ministro, pero fue en vano. Sazonov telefoneó de urgencia al zar. Esa misma tarde se reunían en las oficinas de Yanushkevich, Sazonov y Sukhomlikov para decidir sobre la movilización general. No tardaron en ponerse de acuerdo.
Fue quizá la decisión más trascendental en la historia de la Rusia imperial, y quizá de la historia de la humanidad hasta el momento.
La movilización general rusa echó a pique cualquier posibilidad de evitar la guerra europea.
Incluso Geiss, paladín 'sí o sí' de la culpabilidad alemana, reconoce que a Sazonov le perdieron los nervios. Y que éste cedió a la presión que le impusieron Yanushkevich y Sukhomlikov, que a su vez habían cedido a las presiones francesas para implementar una rápida movilización general con visos a frenar la impresionante fuerza del plan Schlieffen alemán.

Movilización evitable?

Desde un punto de vista militar, la orden de movilización general rusa era totalmente evitable. Los rusos habían declarado el período de peligro de guerra el 26, los alemanes no lo hicieron hasta el 31, les llevaban cinco días de ventaja que en esas épocas eran preciosos, hoy es diferente. Junto a esto, la movilización parcial austríaca del 25 de julio contra Serbia de 8 ejércitos no suponía, para nada amenaza alguna para Rusia. Incluso el bombardeo de Belgrado fue una medida más propagandística que real desde el punto de vista estratégico. Igualmente, el jefe del Alto estado mayor austríaco Conrad informó al ministo de exteriores Berchtold de que el ejército no entraría en Serbia hasta el 12 de agosto.
Turner sostiene que Sazonov desconocía estos tres factores claves, pero no así Yanushkevich y Sukhomlikov que disponían de valiosas informaciones al respecto.
Concluye Turner que la declaración de movilización general rusa del 29 de julio fue una locura irresponsable.

Donde dije digo, ...

La noche del 29 de julio, el general Dobrorolsky se encontraba en la oficina central de telégrafos de S. Petersburg presto a enviar las órdenes de movilización general a los respectivos distritos militares y mandos cuando recibió una llamada urgente de Yanushkevich. Marcha atrás.
El Zar ordenaba solamente la movilización parcial. No la general. Parece ser que el cambio de Nicolai II se debió a un telegrama de Wilhelm II en el que le recomendaba prudencia y donde le advertía que en ningún caso sería responsable de lo que acarreasen los movimientos rusos.
Los hechos, sin embargo, habían ido demasiado lejos. Moltke no se iba a quedar con los brazos cruzados. Sabía perfectamente lo que significaban días, incluso horas de ventaja en una movilización parcial y general. Y la suya sería una partida a dos bandas, aún con más razón. Insistió a Bethmann Hollweg para que declarase el 'peligro de guerra' esa noche, la del 29 al 30 de julio, pero nada. Bethmann sabía lo de las maniobras navales británicas en el Mar del norte y se veía la situación: en caso de guerra, el Reino Unido no sería neutral.
Bethmann Hollwegg volvió a insistir a los austríacos para que encontrasen una vía diplomática al asunto. Nada.
Moltke por su parte había contactado con Conrad, jefe supremo del Alto mando austro-húngaro para que declarase la movilización general. Los intentos diplomáticos de Bethmann Hollweg resultaron estériles.
En S. Petersburg las cosas no fueron mejor. Finalmente el pusilánime e inoperante Zar cedió ante las presiones de Sazonov, Sukhomlikov y Yanushkevich. La movilización general tenía via libre.
El resto de la historia es de sobras conocida, desgraciadamente.

Conclusiones

Resultaría muy sencillo cargar las tintas contra determinados personajes o 'momentums', pero después de haber leído un poquito sobre el tema, prefiero quedarme con una reflexión realmente lúcida de Albertini que transcribo tal cual a continuación y que resume perfectamente lo explicado hasta ahora:

Extracto de Origini della guerra de 1914, vol. II, p. 479:

'Uno de los factores decisivos en la crisis de julio de 1914 fue la absoluta ausencia de cualquier comprensión o entendimiento de las cuestiones militares por parte de los responsables políticos y diplomáticos. Particularmente aquellos relacionados con cuestiones referentes a la movilización de ejércitos. No tenían ni idea de lo que era la movilización, de lo que significaba, del grado de implicación en un país, de las consecuencias que tenía y aún menos de los riesgos que significaba para la paz europea, y mundial.'

Amen.

Me gustaría añadir, tal y como comenta Turner en su artículo, que algunos de los historiadores que tan alegremente han cargado las tintas con Alemania y su culpabilidad exclusiva, tampoco sabían lo que significaba la movilización general de Rusia en 1914 y los 'trabajos' que costó ponerla en marcha.

Curioso apunte final o 'off topic'

Durante las 'pesquisas' apareció medio camuflado un dato muy significativo sobre el desencadenamiento del conflicto. Como prefería no pasarlo por alto, pero tampoco sabía donde ponerlo, lo dejo aquí como un pequeño apéndice. Se trata del conocimiento por parte del Alto mando ruso del atentado de Sarajevo de junio de 1914. Sobretodo de las relaciones existentes entre el coronel Dimitrievich, jefe del grupo 'la Mano negra' y jefe -a su vez- del servicio de inteligencia militar serbio, y el agregado militar ruso en Belgrado, el coronel Artamonov.
Albertini cuenta que aunque es cuestionable que Artamonov diese un cheque en blanco [garantías de apoyo ruso] a Serbia en caso de un ataque austríaco, es del todo probable que el propio Artamonov estuviese al corriente del complot para asesinar al Archiduque, sino por Dimitrievich, por algún otro informante. Es evidente que no hizo nada para evitarlo.

Fuentes

- Albertini, Luigi. Origini della guerra de 1914. Milano: Bocca, 1942.
- Geiss, I. 'The outbreak of the First world war and german war aims'. En Journal of contemporary history, 1964, pp. 415-426
- Turner, L.C.F. 'The russian mobilization in 1914'. En Journal of contemporary history, 1968, Jan, pp. 65-88.
- Wegerer, Alfred. 'The russian mobilization in 1914'. En Political science quaterly, 1928, pp. 201-228.

21 ago 2010

La movilización rusa de 1914 (II)


Viene de: La movilización rusa de 1914

El cónclave del 24 de julio

La reunión del consejo de ministros ruso celebrada la tarde del 24 de julio acordó, entre otros puntos:

- Pedir a las autoridades austríacas extender el período límite para resolver el ultimátum.
- Advertir a las autoridades serbias de que se abstuviesen de luchar e, incluso que retirasen las tropas de sus fronteras.
- Insistir al zar para declarar la movilización parcial, con la posibilidad de ampliarla a general, según se desarrollasen los acontecimientos,
- y proceder a retirar los fondos existentes en Alemania y Austria-Hungría.
Curioso esto último.

La maquinaria rusa se ponía en marcha. Al día siguiente, 25, se reunían en consejo el zar Nicolai II, Yanushkevich y el gran duque Nicolai, tío del zar. Éstos confirmaron las medidas propuestas el día antes por el consejo de ministros e introdujeron otras, de tipo militar: el retorno a los cuarteles de invierno de las tropas de maniobras, el cese de los permisos a oficiales y la promoción generalizada de los cadetes a oficiales. Todas ellas medidas de clara significación bélica.
La noche del 25 al 26, Yanushkevich transmitió las órdenes a los distritos militares de Varsovia, St. Petersburg y Vilna, explicitando especial atención a la salvaguarda y protección de los puestos fronterizos con Alemania y Austria-Hungría, y otro tipo de medidas que anticipaban, sin duda, el estallido de un conflicto: el minado de puertos y puentes, la instauración de la censura militar en los respectivos distritos, etc.
Al día siguiente, 27, estas medidas se tomaron en las regiones militares del Cáucaso, Turquestán, Omsk y Irkutsk.
Sobre esta última información considero importante destacar la apreciación de Norman Stone, preciado historiador y especialista en la faceta 'oriental' de la Gran guerra, sobre un hecho muy concreto. Stone cuenta que durante la temprana campaña por Lemberg, el ejército austro-húngaro apreso a decenas de soldados rusos procedentes de Siberia y Rusia. Según él, si Rusia hubiese realmente movilizado a finales de julio hubiese sido imposible que soldados de unidades tan alejadas hubiesen podido entrar en combate. Afirma, pues, explícitamente que los planes de movilización rusos tuvieron que llevarse a cabo mucho antes, sobretodo si añadimos la distancia y las dificultades de transporte desde regiones tan alejadas del frente.

'Alea jacta est' era la proclama más oida durante esos días por S. Petersburg. Dobrorolsky, jefe de la movilización, no disimulaba en afirmar que tanto telegrama entre Alemania y Rusia significaba, sin duda, el estadio anterior a la guerra. Confiesa, también, que una vez remitidas las órdenes de movilización parcial a los distritos, éstos actuaron en cierta manera como 'reinos de taifas'. Es decir que los representantes militares pudieron excederse en el ámbito de sus responsabilidades y llevar más allá la movilización de sus tropas.
La fiebre movilizadora estaba presente. Incluso el agregado militar de Serbia en Berlin, Bogitchevich, se sorprendió al cruzar la frontera oriental alemana en viaje a S. Petersburg 'de observar la marabunta de efectivos militares en las estaciones, el trasiego nocturno de trenes transportando soldados a la frontera con Alemania y la presencia masiva de soldados en las ciudades.'
Una cándida estupidez se había instalado en dos de los máximos representantes del destino de Rusia. Sazonov creía que tales medidas iban sólo a asustar a Austria, y el 'bueno' de Nicolai II aprovechó la noche del 29 al 30 de julio para telegrafiar a su primo Wilhelm II para decirle que no se preocupase, 'que la movilización parcial emprendida 5 días antes sólo respondía a medidas preventivas'. La noticia en Berlin sólo confirmó las peores sospechas. Los servicios de inteligencia ya habían advertido de movimientos serios en la frontera. Alemania promulgó la Kriegsgefahrzustand, la declaración de peligro inminente de guerra.
Los rusos, sin embargo, les llevaban casi una semana de delantera, con movilización parcial incluida y esperando en la frontera.

El Gran duque Nicolai

Nicolai Nikolaevich de Rusia, tío del zar, fue un personaje trascendental en el desarrollo de los acontecimientos durante julio-agosto de 1914. Su figura parece elevarse de entre los demás instigadores de la política rusa. Su papel fue la clave en la movilización general de los ejércitos rusos. Comandante de la guarnición de S. Petersburg y comandante en jefe de los ejércitos rusos al estallido de la guerra era un antialemán creyente y militante. Su fijación con Alemania lo llevó a entender como pocos las implicaciones del Plan Schlieffen y sus consecuencias. Se entiende así que, de forma apresurada, lanzase sus tropas contra la Prusia oriental sin haberse totalizado las maniobras de movilización para el 2º ejército. Tampoco dudó en exigir terribles sacrificios a sus tropas con el objetivo de ayudar a su aliado francés, tal y como convenía el tratado firmado más de veinte años antes.
Sus relaciones con Sukhomlikov era pésimas. Sin embargo, congeniaba con Yanushkevich hasta el punto de que éste fue su jefe de estado mayor durante su jefatura al frente de los ejércitos rusos (1914-15) y le acompañó a su 'traslado' al Cáucaso. Parece ser, pues, que tras algunas decisiones de Yanushkevich durante la crisis de julio estaba la alargada sombra del Gran duque.

El gato y el ratón

Ante la impaciencia alemana por el cáriz que estaban tomando los asuntos, y, sobretodo por las informaciones facilitadas por los servicios de inteligencia, tanto el conde Pourtàles, embajador alemán en la corte zarista, como el agregado militar von Eggeling exigieron explicaciones. El 26 de julio Sazonov intentó tranquilizar a Pourtalès, informándole de que no había movilización alguna y que sólo eran maniobras militares sin importancia. Esa misma tarde, Sukhomlikov hizo llamar a von Eggeling para darle su palabra de honor de que no se había expedido una sola orden de movilización y de que sólo eran medidas preparatorias en caso de que Austria les atacase. Igualmente le aclaró que en caso de movilización no serían alertados los distritos de Vilna, Varsovia o S. Petersbug ya que ante todo se buscaba evitar una guerra con Alemania. Ante lo cual von Eggeling le recordó que cualquier orden de movilización de dichos sectores conllevaría la movilización alemana y lo que ello suponía. Igualmente informó a Sukhomlikov de que una movilización rusa contra Austria sería un movimiento muy peligroso.
No hay duda de que el 27 de julio Rusia se aproximaba a marchas forzadas a una guerra contra Austra-Hungría y Alemania a la vez, y los alemanes lo sabían.
Ante tal evidencia y ante lo inexorable del destino, Bethmann Hollweg, el canciller alemán, buscaba y ansiaba la neutralidad británica.

El empujón francés

Bethmann Hollweg decidió echar también el resto y atiar el fuego animando y empujando a Austria a declarar la guerra a Serbia, con lo que ello podía suponer. Sabía que Rusia no iba a quedarse de brazos cruzados. Entonces, que? Los rusos comenzaban a flaquear en su farol, y los franceses lo intuyeron. Durante una comida el 24 de julio, Paléologue -embajador francés en Rusia-, Sazonov y Buchanan -embajador británico- discutieron sobre lo que se avecinaba. Durante el almuerzo, siempre según Buchanan, Paléologue no dejó de insistir en el hecho de que los rusos debían movilizar, e incluso llegó a recordarle a su homólogo ruso de que Francia podía obligar por tratado a que los rusos movilizasen lo antes posible. Paléologue siguió en su papel de atiador. La noche del 25 durante un encuentro con su colega italiano le confesó que la guerra era del todo inevitable y que Francia apoyaría a su aliado en todo momento. Llegados a esta situación es interesante conocer las impresiones de Luigi Albertini.
Sobre este punto, concluye que aunque era deber de la diplomacia francesa respaldar a su aliado, no lo era menos recomendas más prudencia a las autoridades rusas ante los hechos que estaban sucediendo.
Según Albertini, Paléologue actuó como un incendiario, y puso en grave riesgo a su país por las consecuencias de un estallido bélico.
Si quedaba alguna duda sobre las maniobras encubiertas rusas, el general Laguiche -agregado militar francés en Rusia- se encargó de disiparlas. En su informe al ministro de guerra francés, el 26 de julio, informaba de que los distritos militares de Kiev, Odessa, Moscú y Kazan habían recibido órdenes de movilización. Y que aunque los rusos no querían inquietar a los alemanes, los distritos de Varsovia, Vilna y S. Petersburg ya estaban realizando preparaciones secretas.
Curioso si tenemos en cuenta que ese mismo día, tanto Sazonov como Sukhomlikov negaron a sus homólogos alemanes cualquier movilización ni parcial, ni general.
El telegrama de Laguiche al ministro Messimy inició la maquinaria francesa.
En Francia, ese mismo día, 26, se cancelaron permisos, y se tomaron medidas para proteger el sistema ferroviario de posibles sabotajes. Al día siguiente, 27, se expidieron órdenes para llamar a filas unos 100.000 soldados de los territorios de Marruecos y Algeria.
Joffre inquirió al ministro francés Messimy cual era el estado de la movilización rusa y le informó que era preciso saber el estado real de las preparaciones rusas ante un ataque conjunto contra Alemania. Le exigía garantías de un apoyo ruso en caso de ataque.
Messimy contactó con Paléologue para conocer el estado de la movilización rusa. Al informarle de la parcialidad de la misma, Joffre y el ministro dieron entender a Paléologue que presionase para conseguir una movilización general que les permitiese tener las garantías necesarias para poder encarar un posible conflicto con Alemania. Por su parte, el primer ministro Viviani telegrafió desde el buque de guerra France aconsejando a Paléologue encontrar una solución pacífica al asunto. Paléologue en 'sus trece' dio garantías a Sazonov de que Francia estaba lista para cumplir las obligaciones que le unían a su aliado.

Continúa en: La movilización rusa de 1914 (III)

14 ago 2010

La movilización rusa de 1914



No siempre es fácil discernir que causas o que agentes son los responsables de los acontecimientos históricos. Tampoco es tarea mía el explicar la mecánica de la historia, ni cómo se producen ciertos fenómenos.
Los datos e informaciones presentes en este artículo, así como las conclusiones que de él se desprenden, intentan -humildemente- aportar una ínfima contribución esclarecedora a uno de los episodios históricos más controvertidos, sobretodo por su casuística: los orígenes de la Gran guerra en 1914.
La búsqueda del 'chivo expiatorio' o culpable fue frenética incluso antes de que estallara el conflicto en agosto de 1914. Los pasos y maniobras de la mayoría de cancillerías involucradas en la guerra diplomática de julio de 1914 siguió esos derroteros: intentar achacar al enemigo la culpa última de una guerra que parecían querer todos [me refiero a los agentes políticos] pero que todos temían, y luego maldijeron finalizado 1914.
En la serie de artículos Die Sektion IIIb, la inteligencia militar alemana en 1914 me sumergí en mostrar cuáles habían sido los movimientos de la inteligencia militar alemana durante las semanas y días previos al estallido de la guerra, con la firme creencia -por mi parte- de que no tuvieron un papel ni activo ni decisivo en los orígenes de la guerra. Tampoco su papel como mediadores o puentes entre el poder civil y militar en Alemania no fue para nada decisivo.
'Exculpados' los servicios de inteligencia alemanes y ante las contínuas evidencias que señalaban a Rusia [y su movilización] como factor más que determinante en el inicio de la guerra, decidí seguir esa nueva 'línea de investigación'.
Decidí recabar información sobre las semanas previas al estallido de la guerra en Rusia, así como en Austria, Francia y Alemania. No cabe decir que la información encontrada fue ingente: desde de recopilaciones de documentación diplomática de las diferentes cancillerías, pasando por los libros de memorias y diarios de los principales protagonistas hasta las más renombradas síntesis sobre el inicio de la guerra. A parte de esta documentación, dí con otro tipo de información mucho más útil para intentar discernir o 'separar el grano de la paja': los diferentes artículos y obras que surgieron de las diversas controversias historiográficas alrededor del factor alemán en el desencadenamiento de la guerra.
Las fuentes utilizadas para elaborar unas mínimas conclusiones sobre el tema fueron, principalmente, cuatro. La primera y más docta de todas fue la que elaboró Luigi Albertini, propietario del 'Corriere della sera' e historiador amateur que durante largos años aglutinó una impresionante recopilación de documentación diplomática junto con un análisis bastante ponderado de las causas del conflicto. La obra se titula Le origini della guerra de 1914, traducida al inglés en 1965 bajo el título de The origins of the war of 1914 y del cual interesa especialmente el 3r volumen.
El segundo documento es el artículo de Alfred Wegerer, 'The russian mobilization of 1914' publicad0 en la revista Political science quaterly en 1928. Wegerer, ex-combatiente alemán de la Gran Guerra e historiador también 'amateur', trabajó durante años para el Zentralstelle zur Erforschung der Kriegschuldfrage, el Centro para el estudio de las causas de la guerra.
La Zentralstelle fue un organismo alemán creado por la República de Weimar con el cometido de estudiar la implicación alemana durante la guerra con el firme propósito de exonerar a dicha nación de ser la única culpable de la guerra. Objetivo, que por cierto, no consiguieron. Precisamente por su implicación en dicho proyecto, las generaciones posteriores de historiadores han tildado su estilo de revisionista y negacionista, aunque tales acusaciones no fuesen del todo fundamentadas, como ya veremos.
El tercer documento utilizado para la elaboración del presente artículo pertenece a un exponente de la generación de historiadores alemanes que en la década de los años sesenta revolucionaron el panorama historiográfico alemán. Immanuel Geiss a través de su artículo The Outbreak of the First World War and German War Aims publicado en 1966, intenta -segun él- desenmascar a la historiografía alemana que hasta la fecha había mantenido ocultas las causas reales por las que Alemania alentó y provocó la guerra.
Cabe decir que Geiss fue discípulo y seguidor de la nueva escuela alemana que lideró Fritz Fischer y su famosa obra Griff nach der Weltmacht: die Kriegszielpolitik des Kaiserlichen Deutschland, 1914–18 (Germany's Aims in the First World War) en la que se establecían las bases para argumentar que Alemania había instigado deliberadamente la Primera Guerra Mundial en un intento para convertirse en una potencia mundial.
El cuarto y último documento, para mi, el más completo es de L.C.F. Hunter. Hunter, historiador australiano, trabajó durante décadas sobre el desencadenamiento de la Gran guerra y sus consecuencias, así como sobre la Prusia contemporánea. Su análisis, insisto impoluto, tiene la ventaja de ser el más moderno y por tanto el que ha podido contrastar las fuentes y contenidos de los otros tres. En un alarde senzillo pero lúcido, Hunter examina los diferentes documentos diplomáticos, los tempos y las actitudes de los principales protagonistas para lanzar posteriormente un serie de conclusiones de alto y firme calado que permiten trazar un perfecta radiografía de lo que sucedió en julio-agosto de 1914.
Las conclusiones y datos que aporto sobre la mobilización rusa y posterior estallido de la guerra beben de estos cuatro documentos, y por ende, de los documentos que han sido estudiados para la elaboración de éstos.

L'Alliance franco-russe

La alianza franco rusa de 1892, ratificada y modificada anualmente hasta 1914 es una excelente y clarividente forma de acercarse a los sucesos de agosto de 1914. Por el tratado de 4 de enero de 1894, tanto Francia como Rusia debían movilizar al 'primer indicio' de un ataque alemán o austríaco. En 1894 también se estableció que la movilización fuese general y no parcial, sobretodo teniendo en cuenta la posibilidad de que Rusia se viese enfrentada a una movilización austríaca y alemana a la vez. Esta decisión -controvertida- fue revocada en 1912. Finalmente, en 1913, y según el artículo II de la convención francorusa, ante una movilización parcial o general de Austria o Italia tanto Francia como Rusia debían consultarse antes de movilizar. Sin embargo, si Alemania movilizaba, Francia o Rusia podían movilizar sin previo aviso al aliado.
En este punto, y según el tratado, cabe convenir que cuando las autoridades rusas declararon la movilización parcial el 26 de julio y el 30 de julio la movilización general lo hicieron con el beneplácito de las autoridades francesas. En caso de no haber recibido el consentimiento francés, Rusia hubiese transgredido lo establecido en el tratado, y en consecuencia Francia quedaba libre de cumplir o no lo establecido en la alianza.
Por su parte, el artículo III del tratado establecía que, en caso de atacar a Alemania, Francia y Rusia debían hacerlo al unísono ya que, conocedores del Plan Schlieffen, sabían que Alemania atacaría con todas sus fuerzas a Francia y dejaría muy desguarnecidas las fronteras orientales.

S. Petersburg

Del 'dramatis personae' de la crisis de julio destaca sobretodo la figura del ministro de exteriores ruso, Sergei Dmitrievich Sazonov. Cuenta la leyenda que cuando Sazonov recibió la noticia del ultimátum austríaco a Serbia (24 de julio), éste exclamó de júbilo ante la imparable guerra europea. Más tarde y reunido con otro de los tenores del drama, Nikolai Yanushkevich, jefe supremo del Alto mando ruso, acordaron tomar las medidas provisionales para una declaración de mobilización parcial de los ejércitos rusos con el objetivo de 'presionar' a las autoridades austro-húngaras.
Albertini calificó este tipo de maniobras de insensatez. Aunque exonera parcialmente a Sazonov, al calificarlo de inoperante en cuestiones militares así como de espíritu tempestuoso e impulsivo, advierte que algunas decisiones fueron conducidas desde la semipenumbra cortesana y apunta al ministro de la guerra, Vladimir Aleksandrovich Sukhomlinov, como uno de los 'padres' instigadores de la movilización rusa de 1914.
Albertini concluye que es posible que, incluso, Sazonov pensase en la movilización antes del día 23. Según George Buchanan, embajador británico en Rusia, Sazonov le dijo que 'ante el cariz que estaba tomando el asunto austro-serbio, Rusia no podía quedar indiferente'.
Así pues, es más que probable que Sazonov junto con Yanushkevich y Sukhomlikov discutiesen sobre la más que probable movilización antes del 23 de julio, con el fin de convencer al Zar de la conveniencia de una maniobra 'diplomática' de este tipo.
Profundizando en los movimientos previos a la declaración de movilización general rusa del 30-31 de julio parece casi imposible que los altos representantes y responsables de la política rusa fuesen incapaces de prever lo que significaba la declaración de movilización parcial, previa a la general. La parcialidad significaba, sin embargo, movilizar 13 cuerpos de ejército de los distritos de Kiev, Odessa, Moscú y Kazan. Y aunque Sazonov, dentro de su 'estúpida ignorancia' creyese que Alemania no podía sentirse amenzada, era claro y cristalino que movimientos de este tipo alarmarían, sin duda, a Austria-Hungría que declararía la movilización general, y por consecuencia activaría la movilización alemana según el tratado que mediaba entre ambos países. Sazonov, sin embargo, no era el único 'ignorante'.
El secretario de exteriores alemán también desconocía el alcance de las movilizaciones rusas, aunque se situasen en el sur.
Al 'vodevil' se añadió el responsable encargado de la movilización de los ejércitos rusos, el general Dobrorolsky. Dobrorolsky insistió a Sazonov en que una movilización parcial era del todo insuficiente, aún más si se tenía en cuenta lo que significaba a nivel logístico. Consideraba que una movilización parcial podía frenar o ralentizar el movimiento de tropas a nivel ferroviario. Albertini apunta a que Dobrorolsky exageró las dificultades de una movilización parcial en connivencia con Yanushkevich.
De esta forma, si a los entresijos e intrigas palatinas le sumamos el propio capital humano de los dirigentes rusos nos encontramos ante el peor de los escenarios.
Un paréntesis.
El cuadro ruso no difiere en demasía con el resto de cancillerías y cúpulas militares donde se cocieron situaciones muy parejas.
Los espectadores de platea (embajadores, agregados, periodistas, etc.) definían a Goremykin, primer ministro ruso, de figura inútil e inoperante: De Sazonov destacaron su excesiva vehemencia e impetuosidad con los asuntos de mayor calado. A pesar de la proverbial y exagerada incompetencia de Sukhomlikov, su papel en la crisis de abastecimiento de municiones durante 1914-1915 lo delató de gestor pésimo. Yanushkevich no queda mejor parado. Su ascensión al mando supremo se debió exclusivamente al favoritismo del Zar, considerándosele más un cortesano que un militar. Este era pues el cuadro ruso: incompetencia, favoritismo, inoperancia, ... algunos de los adjetivos que resumirían la posterior participación bélica de los ejércitos rusos durante la guerra.

Continúa en: La movilización rusa de 1914 (II)

20 jul 2010

Die Sektion IIIb: los servicios secretos alemanes y el inicio de la Gran Guerra (III)


Orden de movilización general firmada por el Kaiser Wilhelm II el 1 de agosto de 1914

Curiosamente, y pesar de lo grave de la situación, durante la noche del 30 de julio sólo permaneció un miembro de la Sektion IIIb en alerta ante cualquier mensaje o telegrama. Se trataba del leutnant Hermann Hoth - posteriormente general de cuatro estrellas en la Wehrmacht de Hitler. Al día siguiente - 31 de julio - notificó por teléfono a Nicolai y a von Falkenhayn los numerosos avisos procedentes de los puestos fronterizos. Éstos, sin embargo, no eran concluyentes.
Al poco, desde el puesto de vigilancia de Allenstein se recibió un mensaje en el que se advertía de carteles rusos llamando a la movilización general. Hoth pasó el aviso a Nicolai, que a su vez autorizó informar al departamento de operaciones. Antes de realizar la llamada, Hoth recibió otros dos mensajes desde de Danzig y Breslau confirmando la aparición de carteles de movilización general en los respectivos sectores rusos.
Hoth se desplazó en persona al departamento de operaciones. Allí, ante la gravedad de las noticias, un Moltke cabizbajo y apesadumbrado musitó entre susurros: 'Ya no podemos hacer nada, debemos movilizar también'.
Moltke dudaba. Al poco de recibir el informe de la movilización rusa de boca del teniente Hoth, habló personalmente con algunos de los puntos de vigilancia. En su conversación con el jefe al mando del puesto de Allenstein (coronel Hell), le pidió expresamente que consiguiese una muestra fehaciente de esos carteles 'movilizadores'. Necesitaba más pruebas. Al poco, el Käpitan Volksmann, nachrichtenoffiziere de Allenstein, llamó a la Sektion IIIb confirmando los carteles y su contenido.
Las pesquisas fueron inútiles. La cancillería alemana recibía poco antes del mediodía del 31 de julio un telegrama de Rusia en el que se anunciaba la movilización general de sus ejércitos. A la una de la tarde, Alemania proclamaba el 'peligro inminente de guerra'. Lo demás es de sobras conocido.

A modo de conclusión
De todos los movimientos previos al desencadenamiento de la guerra en agosto de 1914 pueden sacarse muchas conclusiones. Sobretodo si se estudia detenidamente el 'processum' de julio. Dejando de banda las elucubraciones sobre la posible guerra preventiva que Moltke y el OHL pretendían llevar a cabo 'como muy tarde en 1915' contra Francia y Rusia, los datos e informaciones extraídas de la Sektion IIIb, la Nachrichtenabteilung IV K y el informe Gempp son bastante concluyentes respecto a la ausencia de premeditación en la participación alemana sobre el inicio de lo que sería la Primera Guerra Mundial.

En un primer lugar, y como argumento exculpatorio se puede señalar que durante los meses previos a julio de 1914, el OHL había pedido al mundo civil -esencialmente empresarios y magnates- fondos extraordinarios para rehabilitar y construir nuevos enlaces así como para ampliar la red ferroviaria de cara a una posible conflagración mundial, que se veía cercana. Los planes para la construcción de semejante proyecto ferroviario hubiesen, sin embargo, llevado muchos años de trabajo.
Igualmente, el propio Kaiser y elementos influyentes de la cancillería alemana insistieron a las autoridades austríacas en más de una ocasión para que mantuviesen reuniones 'vis à vis' con miembros de la diplomacia serbia para limar asperezas y enfríar el conflicto.
A todo ello, hay que sumarle el espíritu de la reconducción que flotaba en los centros de poder durante esas semanas. Se esperaba, y deseaba, una reconducción por la vía diplomática.
Al menos en el caso alemán, las informaciones proporcionadas por sus servicios de inteligencia nos ayudan a concluir que los elementos más influyentes del medio rector alemán: el Kaiser, el canciller Bethmann Hollweg, e incluso el propio jefe de Estado mayor, von Moltke estuvieron por una solución diplomática y pacífica del conflicto hasta un cierto punto.
Tampoco hay que perder de vista lo que nos proporcionan los datos, y es que fue el gobierno ruso encabezado por el Zar y su corte los que decidieron movilizar completamente su ejército el 30-31 de julio de 1914 con todo lo que ello significaba: la inevitable movilización alemana.

Y un último apunte. Si nos centramos en una cuestión tan prosaica como los períodos de descanso vacacional se observará que los máximos representantes políticos y militares del Reich alemán estuvieron alejados de los centros de mando, al menos, hasta el 23-25 de julio de 1914, es decir, menos de una semana antes del estallido de una guerra que, según buena parte de la historiografía, llevaban planeando desde décadas. Resulta, pues, extraño que una guerra que se lleva planificando desde años se aplace durante unas semanas por unos días de descanso canicular.
Curioso.

Fuentes:

TRUMPENER, Ulrich. 'War premeditated? German Intelligence operations in July 1914' en Central European History, 1976, n. 9, p. 58-85

14 jul 2010

Die Sektion IIIb: los servicios secretos alemanes y el inicio de la Gran Guerra (II)


El movimiento más notorio de la Sektion IIIb durante las primeras semanas de julio de 1914 fue el de notificar a los diferentes 'puntos' de vigilancia que se extremasen las medidas de 'observación' sobre posibles movimientos de tropas, sobretodo en territorio ruso. Neuhof, resalta, que sólo se aconsejó intensificar la vigilancia debido a la 'tensión austro-serbia'. Igualmente, y a pesar del ultimátum austríaco del 23 de julio, la actividad en la Sektion fue la acostumbrada, al menos hasta el 25. Asimismo, y a pesar de que se afirmó que von Waldersee estuvo siempre en contacto con Berlin durante sus vacaciones ese julio de 1914, recientes documentos muestran que cuando se reincorporó a su puesto el 23 tuvo que ser puesto al día de todo lo sucedido hasta el momento. Fue precisamente en ese momento, después de haber recibido el informe de Neuhoff que Waldersee ordenó que se tomasen medidas más serias. Estas medidas consistieron, principalmente, en intensificar por todos los medios posibles la vigilancia de lo que sucedía en la frontera oriental con Rusia. Al día siguiente, el 24 se ordenó la misma medida para las fronteras con Francia.
El 25 de julio el mayor Nicolai se incorporó de nuevo al mando de la Sektion IIIb. Aunque recibió mensajes de tranquilidad de los superiores del OHL, Nicolai ordenó la reincorporación inmediata de todo su personal, y lo más importante: ordenó a sus once agentes de información (Nachrichtenoffiziere) que se pusiesen manos a la obra y enviasen a sus agentes en el terreno a recabar información de primera mano sobre las intenciones de franceses y rusos. Los agentes de campos o spannungsreisende (viajeros de la tensión) eran, habitualmente, voluntarios que disfrazados bajo una apariencia de viajantes o delegados comerciales recogían todo tipo de información sobre los movimientos de tropas, traslados de material, etc. de los países a los que estaban destinados. Sus estancias eran breves, sobretodo si se trataba de recoger información sobre el traslado de tropas a las fronteras. Y ésta era el tipo de información que requería el mayor Nicolai y la OHL. Desean conocer los planes enemigos sobre movimientos de tropas y abastos, para así poder planear y establecer una planificación de cara a una movilización general. Datos que, en cierta manera, negarían la evidencia de que Alemania pensaba movilizar sí o sí, sin contar con la reacción general de las otras potencias.
Ante la urgencia de noticias, el mismo día 25 de julio, el NO en Königsberg, el capitán Gempp informó a la sede central de la Sektion IIIb que durante la noches previas, el intercambio telegráfico entre la torre Eiffel y la estación inalámbrica rusa de Brobuysk había sido más largo de lo habitual. Igualmente, el agregado y plenipotenciario militar alemán en la corte del Zar, el Generalleutnant Oskar von Chelius, informó de que tropas acantonadas cerca de S. Petersburgo habían sido enviadas de inmediato a sus guarniciones de origen y de que observaba una gran excitación el cuartel general ruso a causa de la actitud austríaca contra Serbia. Ante las alarmantes notícias procedentes de Rusia, la Sektion IIIb decidió pasar estas informaciones a sus NOs en la frontera con Rusia para que cada una de ellas siguiese los movimientos del enemigo con mayor precisión y exactitud. Por su parte, Nicolai contaba con su propio equipo de viajeros. Envió a cuatro de ellos a S. Petersburgo, Varsovia, Moscú y el último a Vilna y Minsk. Los informes de todos ellos concluían que Rusia estaba en claro estado de alerta ante un inminente conflicto, sobretodo en el caso austríaco. En el caso francés, las medidas que se tomaron fueron más cautas, las razones pueden deberse - sobretodo - al hecho de que el informante que tenía la Sektion IIIb informaba de forma periódica y puntual sobre cualquier alteración o cambio en el ejército francés. De hecho, el OHL - de manos de la Sektion IIIb - conocía perfectamente los detalles del plan ofensivo francés, el famoso plan XVII, en caso de un estallido bélico.
Las medidas de vigilancia propuestas por la Sektion IIIb no tardaron en dar sus frutos. El 27 de julio, la oficina de Königsberg informaba de que las guarniciones rusas situadas en la frontera con la Prusia oriental habían sido puestas en alerta, de que se había observado transporte de tropas desde Kovno hasta la frontera y que se habían puesto en circulación numerosos convoyes de trenes hacia el interior en busca de más tropas. Al día siguiente, tales informaciones fueron confirmadas desde otras oficinas de la Sektion IIIb en la Prusia oriental. Por su parte, la nueva oficina de inteligencia, la Nachrichtenabteilung IV K, del Grosse Generalstab confirmó que los movimientos que se operaban en territorio ruso coincidían con el programa de preparación para la guerra del ejército ruso.
Sin embargo, y muy a pesar del jefe del OHL, Helmuth von Moltke y del ministro de la guerra Erich von Falkenhayn, el canciller alemán Bethmann Hollweg no ordenó la declaración oficial del 'Drohende Kriegsgefahr', el programa de 'peligro inminente de guerra' que permitía una movilización general del ejército de cara a una intervención defensiva u ofensiva.
Bethmann Hollweg consideraba que la diplomacia aún tenía lugar en el escenario internacional, aún a pesar de las inquietantes noticias recibidas de la frontera con Rusia. Sólo el 29 de julio se ordenaron de forma limitada medidas de agrupación y traslado de unidades para reforzar los pasos fronterizos y los puentes que unían Prusia con Rusia, especialmente. Asímismo, y como medida diplomática, la cancillería alemana envió sendos mensajes a sus respectivos colegas francés y ruso, advirtiéndoles que los movimientos preparatorios que estaban llevando a cabo acabarían por provocar la proclamación de la movilización general alemana. La decisión de Bethman Hollweg de posponer la declaración de 'peligro inminente de guerra' se puede observar desde un doble prisma: por un lado, desde la postura de querer encontrar una solución diplomática a la tensión internacional, o bien con la intención de atrasar la movilización general alemana con el fin de que fuesen los rusos los que diesen el primer paso y librarse de esta manera de una posible culpabilidad en el desencadenamiento del conflicto.
Moltke, por su parte, también era reacio al hecho de proclamar el estado de guerra general. Al menos así lo mostró en su reunión con el Kaiser Wilhelm II y Falkenhayn. Se cree que Moltke actuó así porque el Kaiser mantenía todavía una visión pacífica del conflicto, y porque había recibido informes directos de la Sektion IIIb donde se mostraba que algunos de los preparativos rusos no eran tan sistemáticos como se había pensado en un primer momento. Igualmente, el coronel von Grieshiem, jefe de la nueva unidad de inteligencia (Nachrichtenabteilung IV K), poseía unos informes en los que se corroboraba lo datos ofrecidos por la Sektion IIIb sobre los tímidos preparativos rusos. Por ello, en el llamado 'Tercer informe' que pasó von Greisheim al OHL a las cuatro de la tarde del 29 de julio sólo se recomendaba un absoluta y estricta vigilancia de los puntos fronterizos, incluidos los puentes, con Rusia.
El 30 de julio, poco antes del mediodía, la cancillería alemana en Wilhelmstrasse recibía la notificación de parte de su embajador en Rusia, el conde von Pourtalès y posteriormente del embajador ruso en Berlín de que el Zar había ordenado la movilización general con Austria-Hungría. La noticia de la movilización rusa la habían recibido algunos agentes de la Sektion IIIb casi un día antes, la tarde del 29 de julio.
Fueron especialmente los informes de la Sektion IIIb los que empujaron a Moltke a pedir insistentemente a Bethmann Hollweg la declaración de movilización general. Pero tampoco hay que dejar pasar por alto que von Greisheim le facilitó también al jefe del Alto estado mayor alemán un informe en que se mostraban los claros preparativos belgas dentro de sus fronteras. El Plan Schlieffen comenzaba a inquietar a Moltke. Le asustaba, sin duda, una perspectiva de dos frentes de guerra.
Por su parte, la Sektion IIIb recibió diversas informaciones que indicaban que el ejército ruso había pasado de movilización parcial a general el 30 de julio por la tarde. Informaciones que pasó al OHL, pero que fueron consideradas poco 'concluyentes'. Seguía la calma tensa.

Acaba en: Die Sektion IIIb: los servicios secretos alemanes y el inicio de la Gran Guerra (III)

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