12 ene 2015

Lussu en el altiplano: un testimonio italiano de la Gran Guerra


La práctica totalidad de la memorialística de Gran Guerra versa sobre carnicerías inútiles, el tedio de la trinchera y el temor a una muerte terrible. Jünger, Barbusse, Graves y un largo sinfín de escritores no defraudan. Con más o menos realismo invitan al lector a un macabro universo sensorial: lo cítrico del gas mostaza, el barro succionador de la trinchera y el insoportable hedor de cadáver que todo lo invade. Justo al otro extremo de la balanza se encuentra Emilio Lussu y su Anno sull'Altipiano.
Sardo de nacimiento y teniente de complemento en la famosísima Brigada Sassari, sus souvenirs son un soplo de frescura entre tanta atmósfera irrespirable. Confiesa en su prólogo que fue Gaetano Salvemini quién lo empujó a explicar sus experiencias, descritas por él mismo como un testimonio más.
Un Anno sull'Altipiano es un retrato fresco, divertido y en ocasiones hilarante. Insisto en la frescura por tres razones: un estilo nada tedioso, la disparidad de vivencias -no siempre bélicas- y la ausencia de moralina. Lussu evita pontificar. Su visión de la guerra es por norma desenfadada y nada arrogante, a pesar de la estupidez que impera en determinados mandos y círculos sociales. Soporta las contrariedades con estoicismo y un humor que lo alejan de lo sombrío.
Lussu escribió un Anno durante su estancia en un sanatorio suizo entre 1936 y 1937. Curiosamente el libro se publicó en Paris en 1938. Su antifascismo militante, el exilio y el propio contenido del libro entorpecieron su edición en Italia. No obstante, y a pesar de la censura, Un Anno sull'Altipiano se convertiría muy pronto en el referente de testimonio italiano de la Gran Guerra. La narración histórica de la obra abarca desde mayo/junio de 1916 hasta principios de julio de 1917. Encuadrado en la Brigada Sassari, Lussu vive en primera persona la ofensiva austríaca que tuvo lugar entre el 15 de mayo y el 17 de junio de 1916 en la zona del Altiplano de Asiago conocida como Strafexpedition (expedición punitiva) o Battaglia degli Altipiani. Concebida como un intento de abrirse paso hasta la llanura véneta y coger por la retaguardia al grueso del ejército italiano del frente isontino (Isonzo), la infantería de montaña austríaca consiguió adentrarse en territorio italiano y poner en jaque al ejército italiano, que tras una ardua resistencia logró cerrar la brecha y contener el avance enemigo. Durante esos meses Lussu promocionará de subteniente a capitán, tanto por su arrojo en el combate como por la ininterrumpida sangría en la oficialidad. El frente del altiplano no es el infierno del Carso o del Somme pero tampoco es un sector tranquilo: la estupidez (véase el elpisodio del Monte Fior) y la incompetencia de los mandos así lo evitan. A pesar de tratarse de un sector poco 'decisivo' estratégicamente hablando, el Alto mando italiano - con absurda gesticulación - se empeña en romper un frente del todo inaccesible. No ya por los exiguos medios con los que cuenta sino por la dificultad del terreno y la mejor disposición en el terreno de las tropas austroúngaras. A pesar del frenesí narrativo de Lussu y la emoción que desprende, la descripción bélica no alcanza en ningún momento el clímax de Jünger o Sassoon. Lussu consigue, sin quererlo, desdramatizar lo bélico añadiendo ingredientes o bien cómicos (en cierto momentos me recuerdan al Monicelli de Rufufú) o muy personales que disminuyen lo puramente trágico.
El mérito de Lussu radica en la naturalidad con que describe el funcionamiento del ejército, las contradicciones de la oficialidad y la miseria cotidiana del soldado raso. La sencillez auyenta lo fatídico e incluso divierte. No es fingida, fluye sin quererlo. A pesar de lo coral, Lussu sustenta sus recuerdos sobre dos personajes. Uno es el general Leoni, personaje verídico con nombre ficticio, y el otro es el cognac. Juntos o por separado, ambos actores generan múltiples tramas y anécdotas.
El general Leoni es el arquetípico general veterano, ignorante por completo de las nuevas tácticas, irascible, incompetente y arrogante. Lussu lo presenta en todo su esplendor y plenitud: de lo absurdo a lo cómico, de lo temerario a lo arrogante y así hasta el infinito. La clave, sin embargo, es que a pesar del odio que genera al lector, Leoni acaba siendo un elemento de que produce una simpatía extraña. Solo un ejemplo. Más o menos por la mitad de la obra, Lussu cuenta que al llegar a un puesto de oficiales se encuentra que varios de sus compañeros comentan con indismulada alegría la muerte del general Leoni. Un paréntesi (casi) inecesario: Leoni es odiado urbi et orbe, no solo por la soldadesca sino por todos los oficiales de la brigada que ven en él a un 'mal bicho' sin atenuantes. De vuelta del paréntesis, los camaradas de Lussu continuan diciendo que Leoni fue alcanzado por una granada y que murió en el puesto de socorro. A todo esto, el ir y venir de copas y brindis és un frenesí. El alivio se respira por doquier. Se elevan los vítores y las risas cuando de repente uno de los oficiales todo contrariado avisa que Leoni está más vivo que un ocho y que se acerca al puesto donde se encuentran. Al momento aparece Leoni, que sorprendido, inquiere cual es motivo de tal regocijo a lo que responde un oficial con una vaga excusa. Esta es solo una de las múltiples anécdotas que convierten la obra de Lussu en una boacanda de aire fresco. A ello ayuda, sin duda, la excelente traducción de Carlos Manzano, que transporta al lector a un universo carente de formalismos y de humilde humanidad. Si la obra de Lussu fuera una serie de TV, del general Leoni y sus historias se podría hacer un gran spin-off. Es un caudal inagotable de historias y vivencias, aunque algunas macabras.
El otro personaje que explora Lussu en toda su dimensión, y el más querido por la tropa y el ejército en pleno, es el cognac. El licor espirituoso es el verdadero hilo conductor de la obra. Sobre él residen todas las esperanzas y sobre él descansan todas las ilusiones. Lussu juega a la perfección con este elemento, presente desde el primer párrafo. Lussu marca territorio con el cognac - de hecho ante el estupor de camaradas reconoce que no bebe licores, solo vino y durante las comidas - y eso le permite observar la narración desde una posición más cómoda y 'serena'. No aprovecha su condición de abstemio con los licores para demostrar ninguna superioridad moral, bien al contrario. Su postura frente al cognac sorprende a sus camaradas que a momentos lo tratan de 'rarito'. La importancia del cognac reside en su capacidad para malear conductas, soportar la locura de la guerra y para demostrar que es el verdadero combustible de la guerra. La soldadesca ama el cognac, pero lo teme a grandes raciones. Sabe que la llegada de chocolate y de grandes toneles de licor solo presagian desgracias en forma de ofensivas inútiles. La relación de la oficialidad con el cognac es más sincera, incluso algunos lo prefieren a sus mujeres.
El cognac y el vino son omnipresentes en Un año en el altiplano como en otras obras, por ejemplo en el Fuego d'Henri Barbusse. La diferencia es que Lussu profundiza su efecto en los oficiales, y el francés lo hace en la tropa. La otra gran diferencia es que Lussu no limita la aparición del alcohol a momentos de tensión sino que lo convierte en el mejor amigo del oficial, pistola a banda. La condición abstemia de Lussu le proporciona una distancia respecto a la narración, le otorga una visión privilegiada y lo aparta de la vorágine. Lussu presenta la guerra como una paradoja en la que tanto el soldado como el oficial solo son capaces de mantener la calma y el arrojo en manos del alcohol. Lussu también explora el sinsentido de la guerra, y quizá ésta es la mejor manera: convierte al cognac en el mejor salvavidas en el peor de los naufragios. El cognac no es solo el diván en el que psicoanaliza la guerra. El cognac y el vino proporcionan algunas de las mejores anécdotas del libro. Un libro que, como decía al principio, muestra un paisaje distinto del de la tétrica (y canónica) memorialística de Primera Guerra Mundial. Un último apunte para cinéfilos. Un año en el altiplano sirvió de base argumental para el film de 1970 Uomini contro dirigido por Francesco Rossi. A destacar la gran actuación de Gian Maria Volonté como teniente Ottolenghi y la genial performance de Alain Cuny como general Leone. Sobre este último cuesta dilucidar cual de los dos es más odioso, el literario o el de celuloide. Eso sí, un consejo: leer antes el libro.

Emilio Lussu. Un año en el altiplano. Barcelona : Libros del asteroide, 2010. Trad. de Carlos Manzano.

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