La Gran Guerra supuso una terrible cesura en la cultura occidental, no sólo por lo irreversible de la lucha, sino por las nuevas actitudes ante la muerte, sobretodo las que surgieron entre los que perdieron a sus seres más queridos. A las nuevas formas de solidaridad social (ayuda en el duelo, acompañamiento de asociaciones caritativas, asociaciones de veteranos, etc.) se unió la desesperada esperanza de utilizar medios poco convencionales para un último mensaje de consuelo de aquellos familiares que habían desaparecido en el Más allá.
No todos los familiares soportaron de forma estoica e impertérrita la pérdida para siempre de los suyos. La incomprensión, la angustia, la terrible pena y mil y una razones empujaron a familias enteras a buscar el consuelo en el mundo espiritista. El espiritismo o la práctica de diferentes técnicas para comunicar a los vivos con los muertos no era un fenómeno nuevo. Bien al contrario, ya que procedía de una tradición decimonónica muy enraizada, sobretodo en la Inglaterra victoriana. Médiums, sesiones colectivas, ectoplasmas, fotografías con presencias, etc. proliferaron durante los cuatro años de guerra y un lustro después. No se trató de una corriente muy minoritaria. Incluso algunos nombres relevantes de la cultura y sociedad británicas en especial, formaron parte del mundo espiritista del momento. Uno de los personajes más relevantes que recurrieron al espiritismo y sus manifestaciones fue el consagrado escritor Rudyard Kipling, que perdió a su hijo John en el Frente occidental. El hecho de que su hijo desapareciese durante la batalla de Loos en 1915 sin poderse localizar su cuerpo, llevó al propio Kipling a emprender una dura y dolorosa cruzada para encontrar los restos de su hijo. Después de largo tiempo y enormes sumas de dinero invertidas, Kipling se dió por vencido.
Kipling se sumó al ejército de familiares que estaban sumidos en el profundo dolor y angustia de saber que su hijo había muerto sin recibir una sepultura conocida. El desconcierto al que se veían sometidos los familiares les llevó a usar todos los medios posibles para ello. Kipling, a parte de frecuentar los salones espiritistas y consultar con diversos médiums, acabó utilizando su arte para exorcizar sus fantasmas y la pena de haber perdido a su hijo. De su pluma nació el poema En dor, un acercamiento al mundo bíblico - Kipling era un gran creyente- para encontrar una analogía con el mundo de los vivos y los muertos, y el posible regreso de éstos a la Tierra. La ruta hacia el reino de En Dor estaba custodiada por la llamada Bruja de En dor que barraba el paso a aquellos que quisieran adentrarse en el mundo de muertos, como evitar que los muertos fuesen reclamados para el mundo de los vivos. Sólo había una pena para el vivo que se atreviese a cruzar el sendero de En Dor y reclamar a los muertos: la muerte.
No todos los familiares soportaron de forma estoica e impertérrita la pérdida para siempre de los suyos. La incomprensión, la angustia, la terrible pena y mil y una razones empujaron a familias enteras a buscar el consuelo en el mundo espiritista. El espiritismo o la práctica de diferentes técnicas para comunicar a los vivos con los muertos no era un fenómeno nuevo. Bien al contrario, ya que procedía de una tradición decimonónica muy enraizada, sobretodo en la Inglaterra victoriana. Médiums, sesiones colectivas, ectoplasmas, fotografías con presencias, etc. proliferaron durante los cuatro años de guerra y un lustro después. No se trató de una corriente muy minoritaria. Incluso algunos nombres relevantes de la cultura y sociedad británicas en especial, formaron parte del mundo espiritista del momento. Uno de los personajes más relevantes que recurrieron al espiritismo y sus manifestaciones fue el consagrado escritor Rudyard Kipling, que perdió a su hijo John en el Frente occidental. El hecho de que su hijo desapareciese durante la batalla de Loos en 1915 sin poderse localizar su cuerpo, llevó al propio Kipling a emprender una dura y dolorosa cruzada para encontrar los restos de su hijo. Después de largo tiempo y enormes sumas de dinero invertidas, Kipling se dió por vencido.
Kipling se sumó al ejército de familiares que estaban sumidos en el profundo dolor y angustia de saber que su hijo había muerto sin recibir una sepultura conocida. El desconcierto al que se veían sometidos los familiares les llevó a usar todos los medios posibles para ello. Kipling, a parte de frecuentar los salones espiritistas y consultar con diversos médiums, acabó utilizando su arte para exorcizar sus fantasmas y la pena de haber perdido a su hijo. De su pluma nació el poema En dor, un acercamiento al mundo bíblico - Kipling era un gran creyente- para encontrar una analogía con el mundo de los vivos y los muertos, y el posible regreso de éstos a la Tierra. La ruta hacia el reino de En Dor estaba custodiada por la llamada Bruja de En dor que barraba el paso a aquellos que quisieran adentrarse en el mundo de muertos, como evitar que los muertos fuesen reclamados para el mundo de los vivos. Sólo había una pena para el vivo que se atreviese a cruzar el sendero de En Dor y reclamar a los muertos: la muerte.
El poema habla por si solo:
En dor
The road to En-dor is easy to tread
For Mother or yearning Wife.
There, it is sure, we shall meet our Dead
As they were even in life.
Earth has not dreamed of the blessing in store
For desolate hearts on the road to En-dor.
Whispers shall comfort us out of the dark -
Hands - ah, God! - that we knew!
Visions and voices - look and hark! -
Shall prove that the tale is true,
And that those who have passed to the further shore
May be hailed - at a price - on the road to En-dor.
But they are so deep in their new eclipse
Nothing they can say can reach,
Unless it be uttered by alien lips
And framed in a stranger's speech.
The son must send word to the mother that bore
Through an hireling's mouth. 'Tis the rule of En-dor.
And not for nothing these gifts are shown
By such as delight our Dead.
They must twitch and stiffen and slaver and groan
Ere the eyes are set in the head,
And the voice from the belly begins. Therefore,
We pay them a wage where they ply at En-dor.
Even so, we have need of faith
And patience to follow the clue.
Often, at first, what the dear one saith
Is babble, or jest, or untrue.
(Lying spirits perplex us sore
Till our loves - and their lives - are well known at En-dor) .....
Oh, the road to En-dor is the oldest road
And the craziest road of all!
Straight it runs to the Witch's abode,
As it did in the days of Saul.
And nothing has changed of the sorrow in store
For such as go down on the road to En-dor!
Estremecedor.
La última estrofa es quizá la más hiriente ya que recuerda el mito de En dor y el castigo que les espera a aquellos que intenten andar el Sendero. Estas últimas líneas podrían ser interpretadas desde la clave del desgaste emocional y espiritual al que se somete la persona que intenta por todos los medios ponerse en contacto con los suyos y del cual Kipling fue un gran ejemplo, así como también lo fue A. Conan Doyle, verdadero adicto y proselitista del mundo espiritista.