5 ago 2013

Andrea Graziani, el justiciero que se apeó del tren


Viernes 27 de febrero de 1931. Estación de tren de Calenzano, una pequeña población a pocos kilómetros de Florencia. Varios operarios de la línea férrea, advertidos por unos pasajeros,  se acercan a una masa amorfa situada cerca de la vía en dirección a la capital toscana. Se trata del cadáver de un hombre mayor. Al poco acuden las autoridades. Examinan el cuerpo, y tras examinar algunos enseres, concluyen que es el cuerpo del General Andrea Graziani, actual Lugarteniente General de la Milizia Volontaria per la seguridad nacional italiana. Entre la documentación encontrada se halla el billete de tren con destino a Verona y la cartero de mano con más de cuatro mil liras, documentación personal a parte.
Desestimado el móvil del robo, y en ausencia aparente de otros indicios, la investigacion de la policia concluye que la muerte del General Graziani se produjo por un error fatal: equivocó la puerta de los servicios con una puerta de salida del vagón. La noticia apenas ocupó tres días en la prensa, apenas se hicieron eco tres diarios locales, Il Gazzettino, Il Veneto y La Provincia. Caso cerrado para la policía y los medios. Pero por que tanta prisa en un caso con tantos interrogantes.
En primer lugar, como era posible que un viajero tan asiduo a la línea Roma-Verona equivocase la puerta del lavabo con la de salida. Segundo,  como era posible que si el tren viajaba de Roma a Verona, el cuerpo se hallase en la vía del sentido contrario? Y tercero, por qué la prensa y los autoridades se dieron tanta prisa en cerrar el caso como si de un accidente se tratara? La clave a todos los interrogantes era la identidad del muerto y su papel durante la Gran Guerra.

Andrea Graziani (Bardolino, 1864) inicia muy joven su carrera militar. En 1882 ya es subteniente, participa en la expedición de Eritrea de 1887 y en 1904 ya es docente en la Scuola di Guerra. Por sus servicios en el rescate del terremoto de Messina y Reggio Calabria (1908) recibe una condecoración. Coronel en 1914, es ascendido a Mayor-General antes de la guerra y durante la misma comanda las brigadas Jonio y Venezia en la Val Sugana y la división 44ª en Pasubio durante la Strafexpedition austrohúngara. A partir de marzo de 1917 su fama aumentará con el mando de la 33º en el sector del Carso. Definido por sus propios compañeros de 'durísimo, inquieto, autoritario y poco propenso a dar importancia a las pérdidas humanas', Graziani hace honor a sus referencias. Del 23 al 26 de mayo todas las operaciones de la 33º consistieron en localizar en la tierra de nadie a los soldados que se habían rezagado en los ataques anteriores y dispararles con total impunidad. No era la primera vez que recurría a esta 'justicia' ni sería la última. Tras el desastre de Caporetto y a fin de 'conducir con orden' la retirada es nombrado Ispettore Generale del Movimento di Sgombero el 2 de noviembre de 1917. Será el encargado de coordinar el repliegue del ejército italiano tras el Tagliamento y más tarde tras el Piave. Graziani no ahorrará energías -ni ejecuciones- en pos de su objetivo. Cumplirá a la perfección su cometido. Nombrado el 2, al día siguiente fusila sumariamente al artillero Alessandro Ruffini por 'llevar un cigarrillo en la boca mientras marcha y mirarlo mal a su paso'. La atrocidad del caso Ruffini será tal que la prensa lo rescatará en 1919. Ruffini será el primero de los casi sesenta soldados y ciudadanos que Graziani ordenará fusilar en solo 13 días, del 3 al 16 de noviembre de 1917. El Generale fucilatore recibirá como premio a su lealtad y 'buen hacer' el mando de la división checoslovaca en mayo de 1918. Su casillero tampoco quedará a cero. Ocho serán los voluntarios checoslovacos del ejército imperial fusilados por la espalda. Acabada la guerra, en enero de 1919 se retira y 1927 es promovido a General de Cuerpo de Ejército. Con el advenimiento del fascismo, y su obvia adhesión, el régimen le concederá un cargo menor pero adecuado a sus méritos. Su consideración de patriota seguirá sin mácula hasta su muerte.

La muerte de Graziani fue sorpresiva, pero en ningún caso misteriosa. El mismo de día de autos la policía ya sabía las causas de la muerte y, por supuesto el móvil. No hacía falta mucha astucia para saber que a Graziani lo había matado la guerra, o mejor dicho, su sanguinaria y gratuita represión durante la guerra. La venganza guió al sujeto o sujetos que arrojaron a Graziani del tren. Parece que antes le propinaron una buena paliza, pero tampoco es seguro. La policía, pero sobretodo el regimen, taparon el asunto. No interesaba que la guerra y sus 'vendettas' tuvieran una publicidad que no fuera ciego patriotismo. Por que publicitar que a un general laureado le habían dado una paliza y luego lo habían tirado del tren? Como era posible que en la nueva Italia, renacida tras la Gran Guerra, se matasen a los héroes?

Atrás quedaba la campaña que inició el diario Avanti! en 1919 para reivindicar a los soldados que habían sido impunemente fusilados por una justicia militar basada en el abuso y en una estructura caduca y elitista de mando. En agosto de 1919 el diario socialista sacó a la luz el caso Ruffini. Rescató a testigos del caso y mostró la triste arbitrariedad de la guerra y de los mandos. Incluso el general al mando del regimiento envió una carta alabando la actuación de sus hombres durante el repliegue... !!! La conclusión era clara: Ruffini había sido ejecutado por capricho, por una arbitrariedad más de un general que regía sobre la vida y la muerte por el impulso del capricho y de su albedrío tornadizo. Graziani expuso sus cartas. Envió una carta al Avanti! que fue publicada donde exponía sus altas motivaciones siempre amparadas por el bien de la Patria. La campaña duró unas semanas. El caso Ruffini era uno de cientos. Y sería un familiar o amigo de esos cientos quién se cobraría la justicia apeando al general del tren.

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