5 sept 2008

Passchendaele al descubierto o How Myths Grow : Passchendaele

Hace ya unos días, revisando unas notas, encontré un interesante artículo de B. Liddell Hart sobre la batalla de Passchendaele. En un primer momento decidí apartarlo para más adelante, pero finalmente sucumbí, y mereció la pena. El texto de apenas dos páginas y media de extensión aclaraba o aportaba más datos sobre uno de los episodios más incomprensibles de la 3ª batalla de Ypres: la misteriosa decisión de prolongar la ofensiva de Passchendaele en otoño de 1917, a pesar de los limitados avances en el terreno y su enorme coste en vidas.

Liddell Hart, con su ya habitual estilo, no sólo desentraña la intriga sino que pone bajo la picota a los culpables con nombres, apellidos y fechas.
El autos de los hechos fue el siguiente:
Sir Douglas Haig, diez años después de Passchendaele, en 1927, escribió una carta a su amigo y antiguo compañero de armas el major-general Sir John Davidson. En esta misiva, que acabaría apareciendo en "The Times" el noviembre de 1934, Haig argumentaba su decisión de prolongar la ofensiva de Ypres por los ruegos y súplicas que le hizo Philippe Pétain en septiembre de 1917. Según Haig, Pétain le rogó que los británicos prosiguieran la ofensiva en Flandes con objeto de aligerar a una Armée en horas bajas de la presión alemana. De hecho, puntualiza -Haig- que cuando Pétain se enteró de la pausa en la ofensiva corrió a rogarle -traducción literal- que hiciese lo posible para continuarla. Esta historia o historieta acabaría formando parte de la historia oficial británica de la Gran Guerra de mano del general Edmonds: "el 19 de noviembre de 1917, el comandante en jefe francés Philippe Pétain imploró, otra vez, que la ofensiva en Flandes continuase sin demora. Durante su visita extraordinaria al Cuartel general británico, aseguró a Haig que entre el flanco derecho británico y Suiza no había un hombre con el cual pudiese contar". Davidson en su libro "Haig: Master of the Field" prolongaría esta leyenda.
Pero la verdad o los hechos fueron muy distintos. En su meticuloso diario, Haig no hace mención alguna de la presunta visita de Philippe Pétain el 19 de septiembre de 1917, ni otro día cercano. De hecho, Pétain estaba en París ese mismo día. El día en que Pétain visitó a Haig informándole del delicado estado de l'Armée fue el 7 de junio. Y en una visita posterior, el 16 de julio, Pétain ni menciona el estado de su ejército, ni le hace ruego alguno sobre la ofensiva en Passchendaele. Haig, incluso, llegaría a anotar en su diario que vió a un Pétain risueño y alegre.
Ya en otoño, la primera visita que hizo Pétain a Haig fue el 6 de octubre. En ella, y por lo que trasciende de una carta que envió Haig a Robertson dos días después a la War Office no hay indicio de que Pétain suplicase ayuda alguna. Es más, informa que los franceses disponen de unas 100 divisiones para hacer frente a cualquier amenaza en su sector. Ésta línea argumental sería respaldada por algunos informes alemanes en los que se hace constar que los franceses estaban luchando vigorosamente en el sector de Verdun y que incluso se planteaban una serie de retiradas estratégicas para evitar bajas innecesarias. De todo ello se desprendre que los alemanes no planteaban ningún ataque en la zona de Verdun para ese año. Por todas estas razones, se entiende que la decisión del mando británico de continuar era del todo innecesaria, teniendo en cuenta la penosa situación en la que se encontraba el terreno y las tropas. Es decir, Haig no tenía excusa acuciante para proseguir con la ofensiva en Flandes, no había ni súplica, ni excusa francesa.
Liddell Hart en su estudio apunta a otros factores. Haig tenía la firme creencia de que el ejército alemán estaba próximo al colapso. Esta idea estaba basada en la firme determinación del comandante en jefe de las tropas británicas y en los pocos realistas informes que le enviaba el general Charteris sobre las pésimas condiciones en las que estaban las tropas alemanas. De hecho, el prestigioso historiador británico afirma que Haig tenía plena confianza en que las tropas francesas, a pesar de las mutineries, tendrían ocupado al ejército alemán en su sector y que facilitarían a las tropas británicas lograr sus objetivos en la ofensiva. Haig expresó esta confianza en las tropas francesas en su diario el 12 de junio de 1917. En la reunión que mantuvo en el War Cabinet una semana después, sostuvo el mismo nivel de confianza en el ejército francés, extremo que no compartía el primer ministro Lloyd George consciente de la posible debilidad francesa. Que la idea del inminente colapso alemán estaba en la mente de Haig de forma permanente lo demuestra la carta que envió a Robertson el 8 de octubre de 1917. En ella, le insistía que los alemanes iban a ceder en breve. Sin embargo, los resultados obtenidos hasta ese momento en Flandes no corroboraban esa idea. Las bajas eran escalofriantes y los resultados casi pírricos.
Finalmente, Liddell Hart desvela cual fue el verdadero motivo que empujó a Sir Douglas Haig a proseguir la ofensiva. Según la nota que Haig envió a Charteris, creía firmemente que si lograban vencer a los alemanes en otoño, los ingleses podrían forzar una paz sin intervención americana e imponer sus propias condiciones a los vencidos.
Fuesen cuales fuesen las ideas o creencias que tuviese Haig sobre la campaña de Flandes de 1917, queda meridianamente claro que las razones por las cuales decidió proseguir la batalla de Passchendaele no fueran las mismas en 1917 que en 1927. En 1917 esgrimió el inminente colapso alemán, mientras que en 1927 adujo las súplicas y los ruegos de Philipe Pétain para oxigenar el frente francés.
El porqué del cambio de pretexto o motivación diez años después puede tener varias lecturas. Sin embargo, parece muy claro que en ningún momento la decisión de ayudar al ejército francés condicionó la ofensiva de Passchendaele. Bien al contrario, parece una burda excusa.
Liddell Hart no acusa a Haig de mentiroso, al contrario cita algunas de virtudes, y alguno de sus defectos. Creo que, de forma inteligente, deja al libre albedrío de los lectores y estudiosos el juicio sobre Haig.

Aún así, y a la vista de los datos, pocos elementos de defensa le quedan en este asunto.

Fuentes:
Liddell Hart , B.H. How Myths Grow : Passchendaele. En Military Affairs, Vol. 28, No. 4, (Winter, 1964-1965), pp. 184-186 .

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