30 oct 2012

Las misteriosas muertes de Sepp Innerkofler


Alpinista fuera de serie y experto escalador fueron algunos de los elogios que recibió Joseph (Sepp) Innerkofler cuando en julio de 1915 se conoció su muerte en los círculos alpinistas internacionales. Con un innegable pedigrí montañista y originario de Sexten (Sesto), dedicó todo su vida a la montaña. Su conocimiento de los rincones, grutas, vías de ascensión y senderos de alta montaña hicieron que su fama como experto guía saltase allende los Dolomitas del Tirol meridional, como ya lo había hecho la de su tío Michael, conocido como el 'rey de los Dolomitas'. Sepp siguió sus pasos. Abrió ferratas en los glaciares y paredes más escarpadas, y ayudó a construir algunos de los refugios más importantes en los Dolomitas orientales que todavía existen. 
En mayo de 1915, la entrada de Italia en la guerra y su pasión por la montaña lo llevaron a alistarse voluntario en las Standschützenkompanie, unidades especializadas en tareas de exploración y defensa del territorio dolomítico. Formadas por un reducido número de alpinistas de élite, su papel fue in crescendo a medida que el conflicto en la montaña se iba recrudeciendo y que el Alto mando austrohúngaro desplazaba a las Landesschutzen (tropas de territoriales) para cubrir las enormes bajas sufridas en Galitzia. 
En la mayoría de los Dolomitas las fronteras entre Austria y el Reino de Italia eran muy permeables, hasta el punto que la ocupación de una cima podía realizarse con un reducido grupo de montañistas sin apenas armas. De esta forma, en mayo de 1915, las tropas de ambos ejércitos se apresuraron a ocupar de forma más o menos permanente la mayoría de cimas y pasos que permitían un fácil acceso a los valles enemigos. Las Standschützen compartían sector con los Kaiserjäger (Cazadores imperiales) y las Alpenkorps alemanas - a pesar de no estar en guerra con Italia - pero realizaban las misiones más arriesgadas de patrulla por el conocimiento que tenían sus miembros. Fue por ello, pero sobretodo por su autoridad, que Innerkofler no tardó en ser ascendido a Zugführer o jefe de cordada. Su prestigio y arrojo eran de sobras conocidos. En las 17 patrullas que comandó desde el 21 de mayo hasta julio de 1915 la perícia demostrada como alpinista y el riesgo que tuvieron algunas de las acciones -muchas nocturnas- cimentarían su leyenda. Pasada la guerra, sus compañeros recordaban que Innerkofler, a pesar de sus cincuenta años de edad, subía las paredes con la agilidad de un joven de veinte años y que su liderazgo lo demostraba en cada cordada dirigiendo las acciones desde la misma vanguardia como la del fatídico 4 de julio de 1915. 

La noche de autos

Innerkofler sabía de la vital importancia del monte Paterno como puerta al altiplano delle Tre Cime de Lavaredo y como protección del valle del Landro. Por ello convenció a los mandos de que su control era imprescindible. El Paterno, de cima estrecha y de muy difícil acceso, era un excelente observatorio prácticamente inexpugnable. Rodeado de otras formaciones rocosas, la Torre Toblin o las famosísimas Tre Cime de Lavaredo (Drei Zinnen= Tres cimas), la posesión del Paterno era imprescindible para cerrar la entrada de los italianos en ese sector del Tirol austríaco. Como sucedió a lo largo de toda la guerra en el frente dolomítico, las acciones de conquista o de castigo las realizaban compañías muy reducidas y al abrigo de la noche, como fue el caso de los alpini italianos que ocuparon el Paterno el 29 de mayo. Mantener las posiciones elevadas no siempre era viable. Las inclemencias del tiempo, sobretodo en invierno, la naturaleza del terreno o la imposibilidad de proveer a las tropas así como el contínuo hostigamiento del enemigo eran factores en contra. Pero el Paterno era diferente. Recuperarlo sería cuestión de audacia y arrojo. 
La misión era arriesgadísima. La cima era un espacio estríchismo, de unos pocos metros de superfície llana y sin apenas protecciones naturales, donde la única vía para encaramarse a lo más alto y tomar la posición por sorpresa era una pared vertical de unos cientos de metros. Innerkofler conocía la perfectamente ya que la había abierto él mismo en 1896. Esa noche la patrulla de Innerkofler la formaban seis alpinistas de élite. Salieron de un pequeño refugió situado en la base del Drei Zinnen, junto con una compañía de los Standschützen al mando del hermano de Innerkofler, Christl. Esa noche, como siempre, Innerkofler tomó la responsabilidad de ser el primero y enfiló la ascensión. Después de tensos minutos, él y sus compañeros llegaron a la cima. En esta había una pequeña cresta que servía de refugio a los alpini que la ocupaban. Innerkofler se avanzó. Se oyeron unas detonaciones secas y al poco un grito se desvaneció en la noche. Advertidos del peligro y entreviendo lo sucedido, los compañeros de Innerkofler descendieron y volvieron a sus posiciones. Días después se supo la suerte de Innerkofler. Había caído desde la cima y sus restos mortales habían sido recuperados y enterrados por alpini italianos no muy lejos del lugar de la caida. 

La muerte versionada

 El asombro ante la noticia de Innerkofler comenzó a cundir por el valle y al momento surgieron versiones de su muerte. Pocos se podían explicar cómo un experimentado alpinista se había caido al vacío desde unas montañas que conocía perfectamente. Además, las fuentes italianas y austríacas difirieron enormemente desde un principio. La primera versión y la más acceptada -en su momento- fue la de Pietro di Luca, uno de los alpini que estaban esa noche en el Paterno y que presuntamente acabó con la vida de Innerkofler. En el libro del capitán Neri, Ineditti di guerra alpina, 1915-1918, Di Luca relató su versión. Contaba que durante su guardia oyó un ruido, y que al acercarse al lugar y ver una figura humana en un saliente, agarró una gran pedrusco, se lo lanzó a la cabeza y que lo hizo desequilibrar, cayendo el intruso al vacío. Él mismo explicó que al día siguiente se acercaron al lugar donde yacía el cuerpo (unos cincuenta metros abajo) y que lo enterraron 'in situ' con todos los honores. Unos años después, el propio Luca relató con todo lujo de detalles la historia, pero sin excesivos cambios, excepto por detalles sin importancia. 
Los austríacos no podían aceptar que uno de sus mejores alpinistas y un gran héroe de guerra hubiese muerto de una pedrada. Por ello, o quizá por nuevos datos, comenzaron a circular otras versiones, una de ellas surgida de Sepp Innerkofler Jr. El hijo del alpinista sostenía que durante la ascensión al Paterno, la artillería austríaca situada en el sector de Le Tre Cime (Drei Zinnen) di Lavaredo abrió fuego de cobertura y que uno de los proyectiles o alguna esquirla alcanzó a su padre en la cabeza, precipitándolo al vacio. Aún en esta línea del fuego amigo, otra versión del lado austríaco explicaba la muerte del alpinista tirolés por los disparos de un grupo de ametralladoras situadas en la Torre Toblin y que esa noche cubrieron la operación de castigo de Innerkofler. 

Epílogo

El frente dolomítico fue muy cruel. El frío, las enfermedades, las caídas fortuitas o las avalanchas se cobraron más vidas que los fusiles o obuses. No obstante, fue un escenario absolutamente inútil, y su importancia más simbólica que real. El intercambio de posiciones fue en algunos casos ridículo y el nivel de hazañas inversamente proporcional al valor militar de las mismas. La guerra en los Dolomitas sirvió para comprobar el valor individual y la resistencia humana a límites insospechados, así como la estupidez de los Altos mandos. Que Innerkofler muriese por una piedra o por una bala es lo de menos. Lo más irónico -desgraciadamente- es que el pelotón de alpini italianos abandonó al poco el Paterno, mientras que Innerkofler estuvo enterrado ahí hasta 1919.

Fuentes:

- Cenacchi, Giovanni (et al.). Teatri di guerra sulle Dolomiti, 1915-1917. Mondadori, 2006.
- Lichem, Heinz von. La guerra in montagna 1915-1918. Volume 2, il fronte trentino e dolomitico. Bolzano : Athesia, 1997.

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