5 dic 2009

Westfront 1914-1918 : das Buch vom Frontkameraden, de Georg Bucher

Como respuesta a la mentira y difamación vertidas por la obra de Remarque sobre los millones de soldados alemanes que lucharon y dieron su vida por Alemania" Con estas palabras justifica Georg Bucher su libro Westfront 1914 - 1918 : das Buch vom Frontkameraden, traducido al inglés como In the line: 1914-1918. No hay lugar para la duda, Bucher lo deja muy claro en su prólogo: la obra de Remarque supone un insulto para todos aquellos que dieron su vida por Alemania, en una guerra que buena o malamente tenía que lucharse. Bucher no tolera el derrotismo que -según dice- desprende el bestseller remarquiano. Abjura de él y lo tilda de basura. Westfront 1914-1918 es una obra poco conocida, minoritaria y me atrevería a decir que ignota en nuestras latitudes. Narrada en primera persona, relata la vida de un pequeño grupo de combatientes alemanes, concretamente cuatro, a lo largo de toda la guerra. Los compañeros de fatiga de Bucher son principalmente tres: Riedel, Sonderbeck y Gaaten. Todos ellos representan visiones diferentes del conflicto y formas diferentes de sobrellevarlo. Riedel aparece retratado como un gigante feroz y sanguinario que cumple con su deber de la mejor forma posible, rematando a sus enemigos con la misma pala que cava las zanjas y trincheras. Se jacta de cortar el cuello de sus enemigos con una fuerte palada. El ímpetu del gigante teutón lo llevará en más de una ocasión a pasar verdaderos apuros. La fijación de Riedel es encontrarse cara a cara con un tanque y destruirlo. La historia no lo decepcionará y ya a finales de la guerra tendrá la oportunidad de medirse a uno de ellos. Gaaten representa más al soldado de a pie, fiel a su deber con la patria y la conciencia. Fue el propio Bucher el que lo sacó de un aprieto y esa deuda de honor marcará su amistad a lo largo de la guerra. El propio Gaaten oirá los cantos de sirena que provienen de Alemania, estará a punto de sucumbir, pero aún así lo superará aunque vaya cultivando un especie de desprecio hacia lo que se cuece en el frente doméstico.
Sonderbeck, por su parte, representa al soldado despreocupado, al aprendiz de bon vivant. Sólo está preocupado por el rancho y por avituallarse de todo lo comestible, en todo momento. A pesar de ser un soldado menudo, Sonderbeck se paseará por los principales escenarios del frente occidental calzando unas enormes botas que le confieren -según parece- un aspecto divertido. El cariño que siente Sonderbeck por sus botas se debe a que las considera como su mejor talismán contra la metralla y las balas enemigas. Junto a los protagonistas principales, pululan dos presencias que aderezan la historia. Una es el aguerrido piloto Sanden, que el propio Bucher conoce durante su convalescencia en el hospital, y la otra es el soñador y bisoño Burnau que encarna la inocencia juvenil y la angustia por la muerte. Curiosamente, la figura de Bucher permanece muy desdibujada a lo largo de la historia. Salvo dos o tres episodios muy concretos no ofrece un retrato muy nítido de él mismo. Los pocos detalles que de él ofrece son el reflejo de las circunstancias del combate; de sus pocos pensamientos y de sus vivencias. De lo poco que se destila, no cabe duda de que la guerra lo marca y mucho. Bucher es ante todo un superviviente. En la guerra lo ha visto todo: Flandes, Notre Dame de Lorette, Verdun, Somme, Ypres, Passchendaele, las ofensivas de 1918, el repliegue, la resistencia... Bucher lo ha vivido todo con un estoicismo encomiable. Ese todo, esa visión global le proporciona esa ácida mirada hacia lo que vino después.
En un plano más subjetivo, el lector puede quedarse con varias reflexiones. La más plausible es que compadezca a Bucher por todo lo que ha pasado, y que lo entienda. Sin embargo, otras conclusiones pueden reñir con su visión del deber. Bucher lo tiene claro, no lo esconde: está ahí para defender a su patria. Así de simple, lo demás son excusas. Vivirá el desencanto de la guerra, las atrocidades, las pérdidas, etc. Bucher queda desarmado, alienado de su patria. Pero aún así, en la triste derrota, sigue teniendo bien claro a lo que fue. Bucher no perdona. Bucher vuelve al hogar y no olvida. Él se ha partido la cara aunque su país -en parte- le haya dado la espalda. Lo tiene claro: en un momento dado los dejaron colgados. Por eso no tolera el derrotismo. Bucher reflexiona también sobre la derrota, entiende que no han ganado y que han sido derrotados. Pero no soporta la cantinela de que se han perdido millones de vidas para nada. Se perdieron para defender a Alemania. Su reloj se ha parado en 1918 y los muertos claman por su honor. Él está ahí para rescatarlos del olvido. Por ello desprecia a Remarque, desprecia esa condescencia con la derrota inútil. A título de conclusión, me gustaría añadir que durante la lectura de Westfront, 1914-1918 me fueron surgiendo algunas dudas. El propio autor es un gran interrogante. No existe ningún retrato veraz de Georg Bucher y los pocos datos biográficos que de él existen lo situan con una avanzada edad durante la Gran Guerra. Consultando uno de los mejores catálogos de bibliotecas del mundo, el Library of Congress catalog, aparece un pequeño listado de libros cuyo autoría corresponde a Bucher. Todos ellos son libros de viajes a lugares exóticos en aquel momento, por la década de los años treinta.
Otra curiosidad formal es el lugar de edición de Westfront 1914-1918. La primera edición es vienesa, de 1930, mientras que los otros cuatro o cinco libros fueron editados en Berlin, de 1931 a 1935. Curioso si tenemos en cuenta la fecha de ascenso al poder del partido nacionalsocialista en Alemania. Ya en un plano más conceptual de la obra, el número y la composición de los miembros de la camarilla de Bucher puede recordarnos más que vagamente a los compañeros de Paul Bäumer, el protagonista de Im Westen nicht neues. Por ejemplo, el asunto de las botas. En Sin novedad en el frente, el soldado Kemmerich -compañero de Paul- viste unas botas que le otorgan un valor especial. Cuando Kemmerich muere en el hospital, estas botas comenzarán un curioso periplo. Igualmente, en ambas historias hay un episodio en que se vive un encuentro especial con mujeres del país. En el caso de la obra de Remarque es más erótico-festivo que en la de Bucher. Pero la idea latente es la confraternización. Siguiendo con esta comparativa, al final de ambos libros se narra la experiencia del protagonista que salva o intenta salvar a su compañero después de haber sido herido. En ambos casos, el resultado es casi similar pero el trasfondo es distinto. En el caso de Remarque, el soldado herido muere por una esquirla de metralla mientras esta siendo evacuado a un hospital de campaña, mientras que en la obra de Bucher, el herido decide sucumbir a pesar de todo. El final es claramente distinto en ambas obras, está claro. Pero a lo largo de ellas subyacen curiosas similitudes y grandes diferencias. La principal es que la historia de Bucher es presuntamente real. Por su parte, las escenas propiamente bélicas son de una enorme intensidad. Sumergen al lector en un estado de profunda inquietud por los protagonistas, como por ejemplo aquel momento en que son atacados en masa por un batallón francés -no recuerdo donde- y las dos ametralladoras que los han de proteger no repelen el ataque bien por inexperiencia de los ametralladores o bien porque se han atascado. En eso que Bucher y otro, me parece que Riedel saltan dentro del pequeño nido, desatascan la ametralladora y comienza a barrer a los atacantes mientras las municiones van agotándose hasta que los pocos desgraciados que llegan son abatidos a golpe de culata. Se trata de un episodio muy intenso, así como los impresionantes bombardeos de Lorette. En definitiva, y a pesar de mis personales suspicacias, se trata de una gran obra sobre la vida de los que lucharon, murieron y sobrevivieron a la Gran Guerra.

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