A la mañana del seis de marzo de 1916, cuando la artillería alemana abrió fuego sobre las posiciones francesas, el general Bazelàire tenía cuatro divisiones en el margen izquierdo, y una quinta de reserva. Se trataba del sistema defensivo más coherente y inédito hasta el momento en Verdún. No obstante, el nuevo empuje alemán obtuvo algunos éxitos sin demasiado esfuerzo, y sin demasiadas bajas. Con una intensidad artillera comparable a la del 21 de febrero, los proyectiles alemanes de gran calibre llovieron sobre las posiciones de la 67ª división francesa, una unidad mediocre cuya experiencia era limitada. En menos de media hora, todas las comunicaciones y líneas telefónicas eran inexistentes. La moral francesa volvía a estar por los suelos. Con menos demora que otras veces la infantería alemana atacó. En medio de una tormenta de nieve, los hombres de la 77ª brigada de infantería alemana cruzaron el caudaloso Mosa por Brabant y Champneuville, redimiendo sus anteriores fracasos. Ingeniosamente, el general von Zwell había dispuesto un tren blindado que contenía la artillería protegida para ofrecer una eficaz cobertura al avance de la infantería al cruzar el río. Los observadores artilleros franceses situados en el Bois Bourrus localizaron el tren por la columna de humo de sus calderas y lo hostigaron de tal forma que finalmente tuvo que retirarse. El daño, no obstante, estaba hecho. Los hombres de von Zwell habían cruzado el margen izquierdo del Mosa y se habían situado detrás de la primera línea francesa. A ello se añadió una inesperada calamidad en el bando francés: la artillería situada en el Bois Bourrus planeó y ejecutó una monstruosa cortina artillera para frenar el ataque germano, pero en el suave y fangoso terreno en que se había convertido los márgenes del Mosa por efecto de las lluvias y la nieve los obuses y proyectiles no explotaban. Un gran desaliento se cernió sobre los defensores.
Con un movimiento rápido a lo largo del margen izquierdo del río, la 22ª división de reserva del general Riemann se unió a las tropas de von Zwell estableciendo una pinza contra las tropas francesas que se encontraban entre el margen del rio y Regneville. La defensa fue débil. A la noche los alemanes habían tomado los pueblos de Forges y Regneville y la importante cota 265 de la Côte de l’Oie. Al oeste de esta cresta estaba o emergía el Bois des Corbeaux que a su vez flanqueaba Le Mort Homme por su vertiente nordeste.
Un rápido movimiento de la infantería alemana se introdujo en el Bois des Corbeaux, el bosque más cercano a Le Mort Homme, y desde el cual se podían aplicar las técnicas de infiltración alemanas con gran excelencia. No obstante, el ataque frontal hacia Le Mort Homme apenas se había movido del punto inicial, fue frenado por un verdadero muro de fuego procedente de la artillería francesa que se había anticipado a este movimiento desde hacía ya días. Repetidamente los suboficiales animaban a los soldados a proseguir el avance, pero el esfuerzo era en vano. Ya se había establecido sangrienta premisa en Verdún: la artillería predeterminaba y condicionaba los éxitos o los fracasos de la artillería.Del lado francés, consternación. La división 67ª había cedido terreno demasiado fácilmente. Al finalizar el segundo día de lucha, más de 3.000 soldados franceses se habían rendido, más de 1.200 sólo del regimiento 221º.
Con un movimiento rápido a lo largo del margen izquierdo del río, la 22ª división de reserva del general Riemann se unió a las tropas de von Zwell estableciendo una pinza contra las tropas francesas que se encontraban entre el margen del rio y Regneville. La defensa fue débil. A la noche los alemanes habían tomado los pueblos de Forges y Regneville y la importante cota 265 de la Côte de l’Oie. Al oeste de esta cresta estaba o emergía el Bois des Corbeaux que a su vez flanqueaba Le Mort Homme por su vertiente nordeste.
Un rápido movimiento de la infantería alemana se introdujo en el Bois des Corbeaux, el bosque más cercano a Le Mort Homme, y desde el cual se podían aplicar las técnicas de infiltración alemanas con gran excelencia. No obstante, el ataque frontal hacia Le Mort Homme apenas se había movido del punto inicial, fue frenado por un verdadero muro de fuego procedente de la artillería francesa que se había anticipado a este movimiento desde hacía ya días. Repetidamente los suboficiales animaban a los soldados a proseguir el avance, pero el esfuerzo era en vano. Ya se había establecido sangrienta premisa en Verdún: la artillería predeterminaba y condicionaba los éxitos o los fracasos de la artillería.Del lado francés, consternación. La división 67ª había cedido terreno demasiado fácilmente. Al finalizar el segundo día de lucha, más de 3.000 soldados franceses se habían rendido, más de 1.200 sólo del regimiento 221º.
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