Viene de: R.W. Iley: memorias de un enlace, 1916-1918 (1)
La situación me paralizó recorriéndome un escalofrío por todo el cuerpo, pero los alemanes se quedaron aún más sorprendidos, de forma que todos echaron a correr. Todos menos uno que levantó los brazos y gritó: "Mercy, kamerad". Lo cogí como prisionero hasta el lugar en que encontré al general. Fue allí donde oí que Lord Feversham había caído. El cuerpo de nuestro coronel fue recuperado un mes después por una partida de hombres entre los que me encontraba. El 7 de octubre de 1916 reanudamos nuestro ataque en el Somme, en el que continué realizando misiones como mensajero-enlace. Nuestra línea del frente estaban muy mal excavadas, y las trincheras apenas tenían suficiente profundidad para hacerlas útiles. Debido a esto, el comandante en jefe me dio la siguiente orden: "No hay espacio para pasar por las trincheras, deberá ir por arriba. Lo más probable es que lo maten, pero debe hacerlo". Cuando volví de la misión, fui recibido con vivas y vítores, del tipo: "Hurra Iley, estás vivo". No hubo tiempo para la alegría, tuve que llevar una misiva a la izquierda de nuestra posición. Otra vez tuve suerte, la verdad es que volé.
Ese día sufrimos duras perdidas, una nueva remesa de treinta hombres venidos directamente desde Inglaterra fueron aniquilados uno o dos días después de haberse incorporado.
Cuando se nos ordenó trasladarnos de sector, acompañé al nuevo oficial al mando hasta nuestro batallón. Me preguntó sobre nuestra posición y le respondí que era un sector tranquilo pero que ya habíamos llenado un cementerio e íbamos camino del segundo. El asistente del coronel me contó lo mucho que se había divertido mi narración. El coronel había recibido la DSO en Gallipoli y ya estaba acostumbrado a bregar en situaciones difíciles. Una noche de cerrada oscuridad, dos de nosotros tuvimos que abandonar nuestra ruta habitual debido al fuego artillero. De repente, un centinela nos advirtió que nos tirásemos al suelo, y al hacerlo varios cañones dispararon justo por encima de nuestras cabezas. Curiosamente, meses más tarde, en el hospital Seaham oí a un artillero relatar una historia sobre una noche en que dos soldados de infantería estuvieron a punto de perder la cabeza por el fuego bajo de unas baterías. Interesado por el relato le pedí que me dijese cuando y donde tuvo lugar el hecho. Por los datos que me proporcionó descubrí que había sido aquella noche en que casi perdemos nuestras cabezas, al explicárselo, éste, se quedó estupefacto. El 7 de junio de 1917, durante el ataque a Messines, en el fragor de las explosiones de las minas, sugerí al oficial que me acompañaba que estábamos avanzando demasiado aprisa y que perderíamos el contacto con el coronel, así pues decidimos sentarnos en un cráter a esperar que el Cuartel general nos alcanzase.
En la espera, un sargento, viéndonos sentados en el cráter y sin reparar en el oficial, nos gritó: "Moveros, malditos cobardes". De repente, se percató en la pistola del oficial y prosiguió su camino sin decir nada más.
Cuando nos movilizaron para la 3a batalla de Ypres, tuve que guiar una partida de soldados. Ese jornada fue muy dura. El enemigo conocía las intenciones del ejército británico de atacar, por eso no cesó en bombardear duramente con gas y shrapnels todas las rutas que llevaban al frente. La partida de hombres que yo guiaba fue la última en moverse, los llevé por una ruta que no había tomado nadie hasta el momento. Con las máscaras abtigás puestas durante la mayor parte del trayecto, fuimos tirándonos en las cunetas y refugios para protegernos del violento bombardeo enemigo. Justo cuando cruzábamos el canal de Yser, cayó un obús, pero afortunadamente salimos ilesos y llegamos a nuestro destino sin un rasguño. Me sentí enormemente feliz cuando esos hombres me felicitaron y estrecharon la mano en agradecimiento. Otras partidas registraron bajas y perdieron muchos hombres.A las cinco de madrugada del 5 de septiembre de 1917 nuestra división atacó Tower Hamlets bridge en Passchendaele. Estuve con el coronel hasta la hora cero, éste realizó la cuenta atrás con los dedos. Saltamos de la trinchera y nos encontramos con una resistencia durísima procedente de unas estructuras de hormigón que nuestra artillería no había logrado destruir. Las ametralladoras alemanas barrían nuestras líneas, pero a pesar de ello el coronel ordenó avanzar a nuestra sección con el objetivo de eliminar la amenaza que suponía ese nido de ametralladora. Fuimos directos hacia allí, entonces los alemanes lanzaron una bomba incendiaria y nos barrieron con fuego de ametralladora. De una sección de diez hombres, cinco murieron y cuatro cayeron heridos.
La situación me paralizó recorriéndome un escalofrío por todo el cuerpo, pero los alemanes se quedaron aún más sorprendidos, de forma que todos echaron a correr. Todos menos uno que levantó los brazos y gritó: "Mercy, kamerad". Lo cogí como prisionero hasta el lugar en que encontré al general. Fue allí donde oí que Lord Feversham había caído. El cuerpo de nuestro coronel fue recuperado un mes después por una partida de hombres entre los que me encontraba. El 7 de octubre de 1916 reanudamos nuestro ataque en el Somme, en el que continué realizando misiones como mensajero-enlace. Nuestra línea del frente estaban muy mal excavadas, y las trincheras apenas tenían suficiente profundidad para hacerlas útiles. Debido a esto, el comandante en jefe me dio la siguiente orden: "No hay espacio para pasar por las trincheras, deberá ir por arriba. Lo más probable es que lo maten, pero debe hacerlo". Cuando volví de la misión, fui recibido con vivas y vítores, del tipo: "Hurra Iley, estás vivo". No hubo tiempo para la alegría, tuve que llevar una misiva a la izquierda de nuestra posición. Otra vez tuve suerte, la verdad es que volé.
Ese día sufrimos duras perdidas, una nueva remesa de treinta hombres venidos directamente desde Inglaterra fueron aniquilados uno o dos días después de haberse incorporado.
Cuando se nos ordenó trasladarnos de sector, acompañé al nuevo oficial al mando hasta nuestro batallón. Me preguntó sobre nuestra posición y le respondí que era un sector tranquilo pero que ya habíamos llenado un cementerio e íbamos camino del segundo. El asistente del coronel me contó lo mucho que se había divertido mi narración. El coronel había recibido la DSO en Gallipoli y ya estaba acostumbrado a bregar en situaciones difíciles. Una noche de cerrada oscuridad, dos de nosotros tuvimos que abandonar nuestra ruta habitual debido al fuego artillero. De repente, un centinela nos advirtió que nos tirásemos al suelo, y al hacerlo varios cañones dispararon justo por encima de nuestras cabezas. Curiosamente, meses más tarde, en el hospital Seaham oí a un artillero relatar una historia sobre una noche en que dos soldados de infantería estuvieron a punto de perder la cabeza por el fuego bajo de unas baterías. Interesado por el relato le pedí que me dijese cuando y donde tuvo lugar el hecho. Por los datos que me proporcionó descubrí que había sido aquella noche en que casi perdemos nuestras cabezas, al explicárselo, éste, se quedó estupefacto. El 7 de junio de 1917, durante el ataque a Messines, en el fragor de las explosiones de las minas, sugerí al oficial que me acompañaba que estábamos avanzando demasiado aprisa y que perderíamos el contacto con el coronel, así pues decidimos sentarnos en un cráter a esperar que el Cuartel general nos alcanzase.
En la espera, un sargento, viéndonos sentados en el cráter y sin reparar en el oficial, nos gritó: "Moveros, malditos cobardes". De repente, se percató en la pistola del oficial y prosiguió su camino sin decir nada más.
Cuando nos movilizaron para la 3a batalla de Ypres, tuve que guiar una partida de soldados. Ese jornada fue muy dura. El enemigo conocía las intenciones del ejército británico de atacar, por eso no cesó en bombardear duramente con gas y shrapnels todas las rutas que llevaban al frente. La partida de hombres que yo guiaba fue la última en moverse, los llevé por una ruta que no había tomado nadie hasta el momento. Con las máscaras abtigás puestas durante la mayor parte del trayecto, fuimos tirándonos en las cunetas y refugios para protegernos del violento bombardeo enemigo. Justo cuando cruzábamos el canal de Yser, cayó un obús, pero afortunadamente salimos ilesos y llegamos a nuestro destino sin un rasguño. Me sentí enormemente feliz cuando esos hombres me felicitaron y estrecharon la mano en agradecimiento. Otras partidas registraron bajas y perdieron muchos hombres.A las cinco de madrugada del 5 de septiembre de 1917 nuestra división atacó Tower Hamlets bridge en Passchendaele. Estuve con el coronel hasta la hora cero, éste realizó la cuenta atrás con los dedos. Saltamos de la trinchera y nos encontramos con una resistencia durísima procedente de unas estructuras de hormigón que nuestra artillería no había logrado destruir. Las ametralladoras alemanas barrían nuestras líneas, pero a pesar de ello el coronel ordenó avanzar a nuestra sección con el objetivo de eliminar la amenaza que suponía ese nido de ametralladora. Fuimos directos hacia allí, entonces los alemanes lanzaron una bomba incendiaria y nos barrieron con fuego de ametralladora. De una sección de diez hombres, cinco murieron y cuatro cayeron heridos.
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