El shrapnel -bautizado así en honor de su inventor el artillero británico Henry Shrapnel, era proyectil compuesto de una parte explosiva y de otra formada por una multitud de balines o bolas de plomo. La gran innovación del shrapnel respecto a otro tipo de proyectiles fue , a banda de su composición, el perfeccionamiento tècnico de la espoleta de tiempos o activación retardada que incorporaba. Manipulando el intervalo de tiempo entre el disparo y el estallido del proyectil, los artilleros podían calcular su explosión unos instantes antes de que el proyectil tocase el suelo. Al estallar, el shrapnel se convertía en una auténtica lluvia de plomo que atravesaba todo aquello que alcanzaba y para la cual poca defensa había, excepto resguardarse en un espacio semicerrado o refugio, tipo trinchera.
Aunque la invención data de finales del siglo XVIII, la primera vez que se usó fue en 1804 en Surinam contra colonos holandeses, que evidentemente fueron desalojados. Visto el éxito del invento, el shrapnel evolucionó prontamente.
A mediados del siglo XIX, fueron sucediéndose modificaciones que afectaron -sobretodo- al diseño del proyectil. La masa y distribución de la carga explosiva dentro del proyectil, el volumen de balas o balines y la temporización a través de las espoletas fueron variando con el tiempo. Así, dependiendo de la situación de la espoleta, de la carga explosiva o del número de balas, los efectos de las balas al estallar el proyectil eran mayores, produciendo -obviamente- mayores daños en la infantería enemiga.
El último y casi definitivo diseño del shrapnel apareció en la década de 1880. La carcasa de acero del proyectil era mucho más fina y ligera que las anteriores. La espoleta situada en la punta se conectaba con la carga explosiva en la base del proyectil a través de un tubo central. La mejora residía en que el uso de carcasas más ligeras permitía que la masa de balas y su radio de acción fuese mayor, así como su velocidad después de estallar el proyectil haciéndolas más mortiferas.
A pesar de haberse usado en algunos de los diferentes conflictos armados durante el siglo XIX, la época dorada del shrapnel fue la Primera Guerra Mundial. La tecnologia y la industria cambiaron la guerra y los shrapnels se adaptaron a su nuevo Dios: el obús.
El cambio les restó velocidad de salida, pero la merma fue contrarestada aumentando el explosivo, permitiéndole mantener su gran poder letal.
Durante la guerra, el shrapnel se utilizó, principalmente, para diezmar al enemigo cuando lanzaba ataques en formación cerrada y en espacios abiertos. Este tipo de ataques fueron comunes los primeros meses de la guerra y durante una parte de 1915, pero cuando la guerra se estancó en frentes inmóviles y estancados, el uso del shrapnel fue perdiendo su sentido. Para destruir las posiciones enemigas y las tropas que en ellas se refugiaban eran necesarios otros métodos que no fuesen simplemente tormentas de plomo. Las trincheras y las posiciones atrincheradas se destruían con proyectiles de alto poder explosivo. Por eso, los primeros meses del conflicto e incluso parte de 1915, se consideran la edad dorada shrapnel. A finales de 1915, sin embargo, el poder de destrucción de los grandes proyectiles explosivos fue marginando este tipo de artefactos antipersona.
El binomio frente abierto-shrapnel dio paso a la combinación trinchera-proyectil de gran poder explosivo. A pesar de su progresivo abandono en otros ejércitos, el británico lo continuó utilizando en grandes proporciones. Sobretodo para cubrir los avances de su infantería, las famosas cortinas o barreras de fuego. Su uso, sin embargo, alertaba a los mandos alemanes de un ataque inminente. A banda de servir de aviso antes una ofensiva enemiga, el shrapnel tenía otro factor en contra: no estaba pensado para destruir las defensas enemigas y las alambradas u otros elementos defensivos quedaban intactos con lo que ello suponía.
A pesar de que su uso masivo disminuyó en el ecuador del conflicto, el peaje de sangre que se había cobrado entre los soldados de la Gran Guerra ya era enorme como horrendas las heridas de los que sobrevivieron a estas lluvias -tormentas- de acero. Muchos de los tristemente llamados, gueules cassées no los olvidaron el resto de sus vidas.
El shrapnel ya forma parte del universo fosilizado de la Gran Guerra. Sin embargo, en plena guerra era un tormento, era otra de las mil y una pesadillas que atormentaban a los soldados en su infierno cotidiano.
Ernst Jünger, erudito y veterano de la Gran Guerra alemán, fue -sin duda- el que mejor ilustró el desasosiego, y también el horror, que causaba esta arma entre la sufrida infantería, no sólo alemana sino de la todos los ejércitos contendientes.
En su obra, "Tormentas de acero", quizás una de las mejores memorias bélicas de Primera Guerra Mundial, los shrapnels aparecen en diferentes momentos y situaciones. Las más habituales, trágicas. En otros casos, el contexto es más lírico, o incluso poético.
Curiosamente, las primeras vivencias de la guerra de Jünger se refieren al sempiterno shrapnel:
"El tren paró en Bazancourt, pueblo de Champaña. Nos apeamos. Con un respeto incrédulo escuchamos atentamente los lentos compases de la laminadora del frente, una melodía que había de convertirse por largos años en algo habitual para nosotros. Allá muy lejos se diluía en el cielo gris de diciembre la bola blanca de una granada de metralla, un shrapnel. El aliento de la lucha soplaba hacia nosotros y nos hacía estremecer de un modo extraño. ¿Presentíamos acaso que, cuando aquel oscuro ronroneo de allá atrás creciese hasta convertirse en el retumbar de un trueno incesante, llegarían días en que todos nosotros seríamos engullidos - unos antes, otros después?"
El verdadero rostro: la muerte caida del cielo.
"Con un extraño desconocimiento de los hechos volvía en redondo la cabeza para mirar con atención los blancos contra los que aquellas granadas podían ir dirigidas; no adivinaba que nosotros mismos éramos los objetivos contra los que con tanto ahínco se disparaba.
-¡Camilleros!
Teníamos nuestro primer muerto. Un balín de un shrapnel había desgarrado la carótida al fusilero Stölter. En un abrir y cerrar de ojos quedaron empapadas por completo las vendas de tres paquetes. El herido se desangró en pocos minutos. Cerca de nosotros estaban desenganchando en aquel momento dos cañones, que atraían hacia allí un fuego aún más nutrido. Un alférez de artillería andaba buscando heridos en el terreno situado delante de la trinchera; lo tiró al suelo una columna de vapor que se alzó ante él. Se levantó con lentitud y regresó hacia nosotros con una calma acentuada. Nuestros ojos brillaban al mirarlo."
El shrapnel como copo de nieve posado sobre el paisaje desolado de la Tierra de nadie:
"Sólo aquí y allá se alzaba en remolino el humo de una granada, como si la mano de un fantasma lo empujase hacia arriba, y luego se dispersaba en el viento; o la bola de un shrapnel se quedaba quieta encima de aquella tierra desolada, como un gran copo blanco que lentamente se fundía. El semblante del paisaje era sombrío y fabuloso; la lucha había borrado la faceta amable de aquella región y grabado muy hondo en ella sus férreas marcas, que producían un escalofrío al contemplador solitario."
Incluso el shrapnel fue el otro protagonista del Somme:
"Desde aquel lugar teníamos una visión grandiosa del preludio de la Batalla del Somme. Los sectores del frente situados a nuestra izquierda quedaban ocultos por nubes de humo blanco y negro, los proyectiles de grueso calibre estallaban unos al lado de otros y lanzaban la tierra a gran altura; encima de todo aquello brillaban por centenares los breves relámpagos de los shrapnels al reventar. Sólo las señales de colores, mudos gritos de auxilio dirigidos a la artillería, revelaban que aún quedaba vida en las posiciones. Allí fue donde por vez primera contemplé un fuego que sólo podía compararse con un espectáculo producido por la naturaleza."
Como epílogo, la gran Enciclopedia Espasa lo definió de esta forma tan sencilla pero tan gráfica:
Bomba ó granada con gran carga de proyectiles y cuyo estallido se halla regulado de modo que estallan á manera de cohetes cayentes. Este proyectil [...] no es, en realidad, más que una granada de metralla.
Fuentes:
- Hogg, Ian. Allied Artillery of World War One. Great Britain: Crowood Press, 1998.
- Jünger, Ernst. Tempestades de acero. Barcelona : Tusquets, 2005.
Versión digital:
http://www.laeditorialvirtual.com.ar/Pages/Junger_Ernst/TormentasDeAcero_01.htm
- "Shrapnell" en Enciclopedia universal ilustrada europeo-americana, volumen LV. Madrid : Espasa-Calpe, 1927. pp. 1039-1040.
A mediados del siglo XIX, fueron sucediéndose modificaciones que afectaron -sobretodo- al diseño del proyectil. La masa y distribución de la carga explosiva dentro del proyectil, el volumen de balas o balines y la temporización a través de las espoletas fueron variando con el tiempo. Así, dependiendo de la situación de la espoleta, de la carga explosiva o del número de balas, los efectos de las balas al estallar el proyectil eran mayores, produciendo -obviamente- mayores daños en la infantería enemiga.
El último y casi definitivo diseño del shrapnel apareció en la década de 1880. La carcasa de acero del proyectil era mucho más fina y ligera que las anteriores. La espoleta situada en la punta se conectaba con la carga explosiva en la base del proyectil a través de un tubo central. La mejora residía en que el uso de carcasas más ligeras permitía que la masa de balas y su radio de acción fuese mayor, así como su velocidad después de estallar el proyectil haciéndolas más mortiferas.
A pesar de haberse usado en algunos de los diferentes conflictos armados durante el siglo XIX, la época dorada del shrapnel fue la Primera Guerra Mundial. La tecnologia y la industria cambiaron la guerra y los shrapnels se adaptaron a su nuevo Dios: el obús.
El cambio les restó velocidad de salida, pero la merma fue contrarestada aumentando el explosivo, permitiéndole mantener su gran poder letal.
Durante la guerra, el shrapnel se utilizó, principalmente, para diezmar al enemigo cuando lanzaba ataques en formación cerrada y en espacios abiertos. Este tipo de ataques fueron comunes los primeros meses de la guerra y durante una parte de 1915, pero cuando la guerra se estancó en frentes inmóviles y estancados, el uso del shrapnel fue perdiendo su sentido. Para destruir las posiciones enemigas y las tropas que en ellas se refugiaban eran necesarios otros métodos que no fuesen simplemente tormentas de plomo. Las trincheras y las posiciones atrincheradas se destruían con proyectiles de alto poder explosivo. Por eso, los primeros meses del conflicto e incluso parte de 1915, se consideran la edad dorada shrapnel. A finales de 1915, sin embargo, el poder de destrucción de los grandes proyectiles explosivos fue marginando este tipo de artefactos antipersona.
El binomio frente abierto-shrapnel dio paso a la combinación trinchera-proyectil de gran poder explosivo. A pesar de su progresivo abandono en otros ejércitos, el británico lo continuó utilizando en grandes proporciones. Sobretodo para cubrir los avances de su infantería, las famosas cortinas o barreras de fuego. Su uso, sin embargo, alertaba a los mandos alemanes de un ataque inminente. A banda de servir de aviso antes una ofensiva enemiga, el shrapnel tenía otro factor en contra: no estaba pensado para destruir las defensas enemigas y las alambradas u otros elementos defensivos quedaban intactos con lo que ello suponía.
A pesar de que su uso masivo disminuyó en el ecuador del conflicto, el peaje de sangre que se había cobrado entre los soldados de la Gran Guerra ya era enorme como horrendas las heridas de los que sobrevivieron a estas lluvias -tormentas- de acero. Muchos de los tristemente llamados, gueules cassées no los olvidaron el resto de sus vidas.
El shrapnel ya forma parte del universo fosilizado de la Gran Guerra. Sin embargo, en plena guerra era un tormento, era otra de las mil y una pesadillas que atormentaban a los soldados en su infierno cotidiano.
Ernst Jünger, erudito y veterano de la Gran Guerra alemán, fue -sin duda- el que mejor ilustró el desasosiego, y también el horror, que causaba esta arma entre la sufrida infantería, no sólo alemana sino de la todos los ejércitos contendientes.
En su obra, "Tormentas de acero", quizás una de las mejores memorias bélicas de Primera Guerra Mundial, los shrapnels aparecen en diferentes momentos y situaciones. Las más habituales, trágicas. En otros casos, el contexto es más lírico, o incluso poético.
Curiosamente, las primeras vivencias de la guerra de Jünger se refieren al sempiterno shrapnel:
"El tren paró en Bazancourt, pueblo de Champaña. Nos apeamos. Con un respeto incrédulo escuchamos atentamente los lentos compases de la laminadora del frente, una melodía que había de convertirse por largos años en algo habitual para nosotros. Allá muy lejos se diluía en el cielo gris de diciembre la bola blanca de una granada de metralla, un shrapnel. El aliento de la lucha soplaba hacia nosotros y nos hacía estremecer de un modo extraño. ¿Presentíamos acaso que, cuando aquel oscuro ronroneo de allá atrás creciese hasta convertirse en el retumbar de un trueno incesante, llegarían días en que todos nosotros seríamos engullidos - unos antes, otros después?"
El verdadero rostro: la muerte caida del cielo.
"Con un extraño desconocimiento de los hechos volvía en redondo la cabeza para mirar con atención los blancos contra los que aquellas granadas podían ir dirigidas; no adivinaba que nosotros mismos éramos los objetivos contra los que con tanto ahínco se disparaba.
-¡Camilleros!
Teníamos nuestro primer muerto. Un balín de un shrapnel había desgarrado la carótida al fusilero Stölter. En un abrir y cerrar de ojos quedaron empapadas por completo las vendas de tres paquetes. El herido se desangró en pocos minutos. Cerca de nosotros estaban desenganchando en aquel momento dos cañones, que atraían hacia allí un fuego aún más nutrido. Un alférez de artillería andaba buscando heridos en el terreno situado delante de la trinchera; lo tiró al suelo una columna de vapor que se alzó ante él. Se levantó con lentitud y regresó hacia nosotros con una calma acentuada. Nuestros ojos brillaban al mirarlo."
El shrapnel como copo de nieve posado sobre el paisaje desolado de la Tierra de nadie:
"Sólo aquí y allá se alzaba en remolino el humo de una granada, como si la mano de un fantasma lo empujase hacia arriba, y luego se dispersaba en el viento; o la bola de un shrapnel se quedaba quieta encima de aquella tierra desolada, como un gran copo blanco que lentamente se fundía. El semblante del paisaje era sombrío y fabuloso; la lucha había borrado la faceta amable de aquella región y grabado muy hondo en ella sus férreas marcas, que producían un escalofrío al contemplador solitario."
Incluso el shrapnel fue el otro protagonista del Somme:
"Desde aquel lugar teníamos una visión grandiosa del preludio de la Batalla del Somme. Los sectores del frente situados a nuestra izquierda quedaban ocultos por nubes de humo blanco y negro, los proyectiles de grueso calibre estallaban unos al lado de otros y lanzaban la tierra a gran altura; encima de todo aquello brillaban por centenares los breves relámpagos de los shrapnels al reventar. Sólo las señales de colores, mudos gritos de auxilio dirigidos a la artillería, revelaban que aún quedaba vida en las posiciones. Allí fue donde por vez primera contemplé un fuego que sólo podía compararse con un espectáculo producido por la naturaleza."
Como epílogo, la gran Enciclopedia Espasa lo definió de esta forma tan sencilla pero tan gráfica:
Bomba ó granada con gran carga de proyectiles y cuyo estallido se halla regulado de modo que estallan á manera de cohetes cayentes. Este proyectil [...] no es, en realidad, más que una granada de metralla.
Fuentes:
- Hogg, Ian. Allied Artillery of World War One. Great Britain: Crowood Press, 1998.
- Jünger, Ernst. Tempestades de acero. Barcelona : Tusquets, 2005.
Versión digital:
http://www.laeditorialvirtual.com.ar/Pages/Junger_Ernst/TormentasDeAcero_01.htm
- "Shrapnell" en Enciclopedia universal ilustrada europeo-americana, volumen LV. Madrid : Espasa-Calpe, 1927. pp. 1039-1040.
2 comentarios:
Dice la enciclopedia que citas que el shrapnel es, por así decirlo, una bomba de metralla. Pero parece ser que la metralla utilizada por los shrapnel eran balines. El efecto vendría a ser el mismo que el de ser disparado desde arriba, más o menos. Y yo tenía entendido que los gueules cassées se habían producido porque los bombazos que se empleaban en la PGM producían unos pedazos de acero al desparramarse muy grandes. ¿Sabes si el shrapnel utilizaba siempre balines como metralla u otros materiales y cómo es posible que aquellos balines pudieran producir aquellos desastres faciales?
Ciertamente.
Los shrapnels eran eso, simples recipientes rellenos de balines de plomo, en una primera época y luego de acero. Según la bibliografía, los shrapnels sólo mutaron o canviaron para contener más o menos carga explosiva y para mejorar los mecanismos de explosión retardada.
Sobre los gueules cassées, cierto que puede parecer extraño, pero a menudos las amputaciones de nariz se debían a un shrapnel o incluso la perforación de maxilares o mandíbulas con lo que ello conllevaba también se debían a shrapnels. Por lo demás, coincido contigo en que las heridas más horrendas difícilmente podía provocarlas un objeto romo, por mucha que fuese la velocidad de impacto.
Voy a estudiarlo más...
Un saludo : )
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