Tema denso más libro grueso, igual a gran obra. Aunque difícil, no imposible. Esta sería la primera gran conclusión a la que he llegado después de leer el libro de Margaret O. MacMillan, Paris 1919 : seis meses que cambiaron el mundo. Se trata de una traducción a cargo de la editorial Tusquets de la obra original titulada Peacemakers: the Paris Conference of 1919 and its attempt to end war.
Por qué lo del título? Pues porque puede que no tenga mucha importancia en otros casos, pero en este sí. La autora decidió titularlo así por la vital importancia que tuvieron en él las individualidades. Cuando terminó la Segunda Guerra Mundial, un protagonista de excepción, Sir Winston Churchill dijo aquello de que nunca tantos debieron tanto a tan pocos... Pues en el caso de Tratado de Versailles y todos sus vástagos (o bastardos), léase Neuilly, Sèvres, Trianón, etc. fue claramente así. Nunca tanto se debió a tan pocos.
La autora señala que, a pesar de las cohortes y legiones de asesores y especialistas que mobilizaron los respectivos gobiernos, fueron las ideas predeterminadas de los líderes junto con sus fobias y fílias, las que dieron una impronta u otra a las principales decisiones de los acuerdos de paz más importantes del siglo XX.
MacMillan hace un somero recorrido por los numerosos temas que se trataron en lo que la historia ha dado en llamar los acuerdos de paz de Versailles o Tratado de Versailles.
Las más de seiscientas páginas recorren todo el orbe mundial: las nuevas fronteras de la Polonia renaciente, la cauta Checoslovaquia, bajan hasta el nuevo estado albanés, saltan al curioso y preponderante papel geoestratégico de Japón en Asia, vuelven hacia las zonas de influencia en el Próximo Oriente, el mandato de Palestina, la mutilación del extinto Imperio austrohúngaro (Croacia, Montenegro,...) y un sinfín de situaciones por solucionar después de un conflicto que había arrasado el mundo durante más de cuatro años. Se dedica un capítulo a cada uno de aquellos asuntos que más relevancia tuvieron en las agendas de las diplomacias aliadas. Tienen un lugar especial la Rusia bolchevique, la China dividida y postimperial, el polvorín balcánico, Asia menor, las reinvindicaciones griegas e italianas, y cómo no el caso alemán. En este punto haré un inciso.
A pesar de que el grueso de las deliberaciones y trabajos fueron dedicadas a concertar una paz con Alemania que contentase a todas las partes, a las aliadas me refiero, considero que el espacio que le dedica la autora a la problemática alemana no es proporcional al peso de ésta en los Tratados de Versailles. El lector tiene la sensación de que los capítulos dedicados a la paz con Alemania son pocos y carentes de profundización. Aunque se trata de una sensación personal, quiero destacarlo.
Volviendo al grueso de la obra y desde una vertiente más estilística, quisiera destacar que tanto el ritmo narrativo como la redacción es excelente. A pesar de que la narración está plagada de notas, éstas no interrumpen el discurso. Es más el lector, ávido de ampliar sus conocimientos, recurre y recorre al impresionante y socorrido capítulo de notas con una asiduidad inquebrantable. Este ir y venir de las notas al texto y viceversa no es cansino, muy al contrario.
La estructuración temática de la obra excluye claramente el hilo cronológico de los debates y de las reuniones secretas, así como las cenas, fiestas y demás. Algo que en un principio podía ser dañino tratándose de una obra de síntesis histórica ha resultado ser, al menos para mi, de gran ayuda.
En una esfera más conceptual (y personal) constato que el grueso de la información es tan grande y compleja que se hace obligatorio listar o inventariar las principales conclusiones a las que he llegado. Las he agrupado en dos grupos, las relacionadas con las personalidades que formaron parte del gran circo del Tratado y las derivadas de las discusiones, reuniones y tratados, es decir las propiamente relacionadas con los acuerdos de paz.
Conclusiones derivadas de los acuerdos de paz
1. La paz que se concierta con Alemania es una paz que a la larga contribuirá a generar otros conflictos. No es una paz definitiva, ni duradera. Aunque la autora no quiera culpar a los acuerdos de los acontecimientos posteriores, Versalles no estableció una paz justa, al contrario.
2. Los intereses de los gobiernos y diplomacias aliadas fueron los que dictaron las grandes decisiones sobre las paces y tratados. Tras los intereses gubernamentales estaban los poderes fácticos y no tan fácticos de sus respectivos países.
3. Woodrow Wilson se vio encorsetado en muchas ocasiones por su famoso programa de los 14 puntos. No respetó el derecho de autodeterminación de los pueblos en numerosos casos, entre ellos el alemán y el austríaco. Aún menos quiso entrar a discutir la controvertida Doctrina Monroe en su área de influencia en América del sur. A cambio de no discutir sobre temas propios dio carta blanca a franceses y británicos en determinados asuntos.
4. Los asuntos europeos y su problemática inherente superaron al equipo negociador norteamericano que se vio obligado a hacer extrañas y curiosas concesiones. Wilson sólo buscaba crear un organismo que en adelante ayudase a dirimir y solucionar los conflictos internacionales: la Sociedad de Naciones, a la cual - curiosamente - no ingresaron jamás los Estados Unidos de América.
5. Británicos y los franceses obraron a su antojo. Los únicos límites que encontraron fueron los de su propia codicia más los espacios o áreas de influencias en los que chocaban entre sí (Oriente Próximo, Asia, etc.)
6. La delegación británica obró de acuerdo a sus intereses imperiales. De hecho, en algunos casos su propia idea de imperio les cegó, véase Palestina, Turquia, Asia, Iraq, Síria, etc.
7. La delegación francesa estuvo cegada por el odio y el revanchismo vestido de seguridad nacional. Bajo la lícita excusa de la autoprotección cayó en el abismo de lo imposible. Aunque es cierto que gran parte de la opinión púbica lo exigía. La zarpa del viejo tigre Clemenceau fue dolorosa, la herida escoció durante veinte años.
8. Las exageradas, y en algunos casos extrañas (Fiume), reinvindicaciones italianas la alejaron del botín final. Su papel durante la guerra no mereció el respeto de sus aliados y eso corrió en su contra durante las negociaciones.
9. China fue dejada a su suerte, nadie quiso inmiscuirse en la depredación japonesa a pesar de las advertencias.
10. Japón hizo lo que quiso con las colonias requisadas a Alemania y prosiguió con su política imperial. La indolencia de las grandes potencias hizo el resto. Tanto Estados Unidos como Inglaterra vieron en Japon su próxima amenaza.
11. Los dominios del Imperio británico (Canadá, Australia, Nueva Zelanda, Suráfrica) maduraron e impusieron sus condiciones, aunque pocas.
12. Hungría, antipática a todos, fue desmembrada en más de un tercio de su territorio y condenada a caer en brazos de la anarquia o el bolchevismo. Ambos hicieron acto de presencia.
13. Turquía se encontró a si misma en la figura de Mustafa Kemal, Atatürk. La incapacidad de los aliados y el auge del nacionalismo turco hicieron el resto. El Tratado de Sèvres murió y nació el de Lausanna con condiciones más beneficiosas para el nuevo estado turco.
14. El puzzle del Próximo Oriente fue eso, un rompecabezas. A la desunión de los pueblos árabes y no árabes se juntó la lucha de intereses entre británicos y franceses. La promesa de un territorio para el pueblo judío en Palestina hizo el resto. El Oriente Próximo actual bebe absolutamente de las lluvias de Versailles.
Continuará en: París, 1919: seis meses que cambiaron el mundo (II)
La autora señala que, a pesar de las cohortes y legiones de asesores y especialistas que mobilizaron los respectivos gobiernos, fueron las ideas predeterminadas de los líderes junto con sus fobias y fílias, las que dieron una impronta u otra a las principales decisiones de los acuerdos de paz más importantes del siglo XX.
MacMillan hace un somero recorrido por los numerosos temas que se trataron en lo que la historia ha dado en llamar los acuerdos de paz de Versailles o Tratado de Versailles.
Las más de seiscientas páginas recorren todo el orbe mundial: las nuevas fronteras de la Polonia renaciente, la cauta Checoslovaquia, bajan hasta el nuevo estado albanés, saltan al curioso y preponderante papel geoestratégico de Japón en Asia, vuelven hacia las zonas de influencia en el Próximo Oriente, el mandato de Palestina, la mutilación del extinto Imperio austrohúngaro (Croacia, Montenegro,...) y un sinfín de situaciones por solucionar después de un conflicto que había arrasado el mundo durante más de cuatro años. Se dedica un capítulo a cada uno de aquellos asuntos que más relevancia tuvieron en las agendas de las diplomacias aliadas. Tienen un lugar especial la Rusia bolchevique, la China dividida y postimperial, el polvorín balcánico, Asia menor, las reinvindicaciones griegas e italianas, y cómo no el caso alemán. En este punto haré un inciso.
A pesar de que el grueso de las deliberaciones y trabajos fueron dedicadas a concertar una paz con Alemania que contentase a todas las partes, a las aliadas me refiero, considero que el espacio que le dedica la autora a la problemática alemana no es proporcional al peso de ésta en los Tratados de Versailles. El lector tiene la sensación de que los capítulos dedicados a la paz con Alemania son pocos y carentes de profundización. Aunque se trata de una sensación personal, quiero destacarlo.
Volviendo al grueso de la obra y desde una vertiente más estilística, quisiera destacar que tanto el ritmo narrativo como la redacción es excelente. A pesar de que la narración está plagada de notas, éstas no interrumpen el discurso. Es más el lector, ávido de ampliar sus conocimientos, recurre y recorre al impresionante y socorrido capítulo de notas con una asiduidad inquebrantable. Este ir y venir de las notas al texto y viceversa no es cansino, muy al contrario.
La estructuración temática de la obra excluye claramente el hilo cronológico de los debates y de las reuniones secretas, así como las cenas, fiestas y demás. Algo que en un principio podía ser dañino tratándose de una obra de síntesis histórica ha resultado ser, al menos para mi, de gran ayuda.
En una esfera más conceptual (y personal) constato que el grueso de la información es tan grande y compleja que se hace obligatorio listar o inventariar las principales conclusiones a las que he llegado. Las he agrupado en dos grupos, las relacionadas con las personalidades que formaron parte del gran circo del Tratado y las derivadas de las discusiones, reuniones y tratados, es decir las propiamente relacionadas con los acuerdos de paz.
Conclusiones derivadas de los acuerdos de paz
1. La paz que se concierta con Alemania es una paz que a la larga contribuirá a generar otros conflictos. No es una paz definitiva, ni duradera. Aunque la autora no quiera culpar a los acuerdos de los acontecimientos posteriores, Versalles no estableció una paz justa, al contrario.
2. Los intereses de los gobiernos y diplomacias aliadas fueron los que dictaron las grandes decisiones sobre las paces y tratados. Tras los intereses gubernamentales estaban los poderes fácticos y no tan fácticos de sus respectivos países.
3. Woodrow Wilson se vio encorsetado en muchas ocasiones por su famoso programa de los 14 puntos. No respetó el derecho de autodeterminación de los pueblos en numerosos casos, entre ellos el alemán y el austríaco. Aún menos quiso entrar a discutir la controvertida Doctrina Monroe en su área de influencia en América del sur. A cambio de no discutir sobre temas propios dio carta blanca a franceses y británicos en determinados asuntos.
4. Los asuntos europeos y su problemática inherente superaron al equipo negociador norteamericano que se vio obligado a hacer extrañas y curiosas concesiones. Wilson sólo buscaba crear un organismo que en adelante ayudase a dirimir y solucionar los conflictos internacionales: la Sociedad de Naciones, a la cual - curiosamente - no ingresaron jamás los Estados Unidos de América.
5. Británicos y los franceses obraron a su antojo. Los únicos límites que encontraron fueron los de su propia codicia más los espacios o áreas de influencias en los que chocaban entre sí (Oriente Próximo, Asia, etc.)
6. La delegación británica obró de acuerdo a sus intereses imperiales. De hecho, en algunos casos su propia idea de imperio les cegó, véase Palestina, Turquia, Asia, Iraq, Síria, etc.
7. La delegación francesa estuvo cegada por el odio y el revanchismo vestido de seguridad nacional. Bajo la lícita excusa de la autoprotección cayó en el abismo de lo imposible. Aunque es cierto que gran parte de la opinión púbica lo exigía. La zarpa del viejo tigre Clemenceau fue dolorosa, la herida escoció durante veinte años.
8. Las exageradas, y en algunos casos extrañas (Fiume), reinvindicaciones italianas la alejaron del botín final. Su papel durante la guerra no mereció el respeto de sus aliados y eso corrió en su contra durante las negociaciones.
9. China fue dejada a su suerte, nadie quiso inmiscuirse en la depredación japonesa a pesar de las advertencias.
10. Japón hizo lo que quiso con las colonias requisadas a Alemania y prosiguió con su política imperial. La indolencia de las grandes potencias hizo el resto. Tanto Estados Unidos como Inglaterra vieron en Japon su próxima amenaza.
11. Los dominios del Imperio británico (Canadá, Australia, Nueva Zelanda, Suráfrica) maduraron e impusieron sus condiciones, aunque pocas.
12. Hungría, antipática a todos, fue desmembrada en más de un tercio de su territorio y condenada a caer en brazos de la anarquia o el bolchevismo. Ambos hicieron acto de presencia.
13. Turquía se encontró a si misma en la figura de Mustafa Kemal, Atatürk. La incapacidad de los aliados y el auge del nacionalismo turco hicieron el resto. El Tratado de Sèvres murió y nació el de Lausanna con condiciones más beneficiosas para el nuevo estado turco.
14. El puzzle del Próximo Oriente fue eso, un rompecabezas. A la desunión de los pueblos árabes y no árabes se juntó la lucha de intereses entre británicos y franceses. La promesa de un territorio para el pueblo judío en Palestina hizo el resto. El Oriente Próximo actual bebe absolutamente de las lluvias de Versailles.
Continuará en: París, 1919: seis meses que cambiaron el mundo (II)
4 comentarios:
Buenas,
Agradecido por tus anteriores recomendaciones. Mientras busco esos títulos, he empezado el libro de la MacMillan (que encontré en la biblioteca). Es estupendo. Como te dije, lo que busco son libros bien escritos, y este es ejemplar en eso.
Por cierto, siguiendo con mis peticiones aprovecho para preguntarte qué te parecen los libros de Sebastian Haffner. Leí hace un tiempo "La revolución alemana de 1918-1919" y me pareció bastante bueno. Habla, además, de uno de los episodios que más me intrigan de la guerra. ¿Realmente no tenía Alemania más salidas que volarse la cabeza?
Desde luego la paz sirvió para conjurar el "peligro" revolucionario... Sí, igual es una tontería, pero ¿habría sido posible acabar con la revolución de haber prolongado la guerra? ¿No era inevitable que ésta acabase estallando tarde o temprano? Conste que no digo que los alemanes firmasen la paz para poder acabar con la revolución, pero ¿no pudo influir el miedo a ésta más que el miedo a los aliados o al desastre militar?
En fin, vuelvo a la MacMillan, que se está preguntando cómo pudo pasar lo que pasó en Rusia.
Saludos,
Me alegra oirte amigo Tas.
MacMillan es buena, muy buena. Buena lectura.
Sí a Haffner lo conozco, y reconozco también que es de lo poco que hay en castellano sobre el tema ... Eso quiere decir que no está mal para mi gusto, pero que en algunos casos le lleva la pluma la bilis, y eso a veces no es muy bueno.
Él es sobretodo periodista, su estilo es raudo y veloz y la exposición es exquisita pero bajo su fondo subyacen algunas filias y fobias demasiado latentes.
Sobre la revolución en Alemania, pues es j*did* pronunciarse... porque a toro pasado todo el mundo es manolete pero yo creo que las tensiones sociales a las que se había llegado juntamente con la desestabilización económica y lo más importante: las hambrunas... el conflicto social y civil en Alemania era casi inevitable.
De hecho, los aliados presionaron para hacer desaparecer la institución monárquica dando paso a una democracia stricto sensu. Un sistema más liberal que apagase en menor medida la sed revolucionaria ... pero lo que lo paró fueron aquellos que llegaron del frente, esos desahuciados de la sociedad... y Weimar nació con la mácula...
Ese fue uno de los bastantes problemas.
Disfruta con MacMillan.
Es probable que te dé por profundizar en alguno de los personajes clave...
Un saludo
Hola Xavier,
Me quede con ganas de más! he visto que al final de tu escrito mencionas que seguiras con tu analisis en una segunda parte...
Puede ser que no la hayas publicado nunca? Pues no le he logrado encontrar.
Muy buen analisis por cierto. Facil de leer y de entender.
Buenas Maestro,
Pues desgraciadamente no continué con la reseña. Lo siento. Seguramente me sumergí en otro tema.
La verdad es que el libro es tan denso, y tan bueno, que merecería una segunda lectura, que de buen seguro haré. Igual me animo en breve.
Un saludo y gracias por tu comentario.
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