Viene de: El Somme desmitificado: la batalla por Thiepval, 26-30 de septiembre 1916 (I)
Mouquet farm (La granja Mouquet)
La granja Mouquet se hallaba justo enfrente de la 11ª división, en el sector más oriental de la 34ª Brigada. Antes de la hora zero, un pelotón del 9º de los fusileros de Lancashire se infiltró en la posición de la granja para bloquear las posibles entradas a los sótanos pero la operación tuvo un éxito parcial. Se localizaron (y bloquearon) algunas entradas pero al poco una ametralladora alemana situada al noreste de Thiepval comenzó a castigarles y los pocos supervivientes se retiraron.
Esta ametralladora, con toda seguridad, fue la que barrió después parte del flanco derecho del ataque canadiense.
A media tarde los Manchesters (11º) también se unieron a la ofensiva pero un potente fuego de ametralladora frenó su avance con grandes bajas.
Las esperanzas depositadas ese día en los tanques se quedaron en una zanja cerca de Mouquet. No obstante, y sin defallecer, tropas de los Manchesters, los Dorsets (5º) y los zapadores del 6º de East Yorkshire tuvieron la brillante idea de desmontar las ametralladoras y montar un impresionante fuego de cobertura para que grupos de granaderos sellasen gran número de entradas al laberinto defensivo.
Sobre las 17.30 h. del 26 los restos de la guarnición alemana (1 oficial y 55 soldados) se rendían. Fueron necesarios cuatro batallones (casi una brigada) y cinco horas para neutralizar una defensa tan reducida en número de efectivos. Curiosamente fueron los veteranos de Suvla Bay quiénes capturaron al fin la tristemente famosa granja Mouquet, objetivo de australianos y canadienses durante casi dos meses.
Reductos Zollern y Stuff
A pesar de la espectacular captura de la granja Mouquet, la misión principal de la 34ª Brigada eran los reductos Zollern y Stuff. El Zollern, a unos 700 metros de la línea británica, era el habitual nido de abrigos y trincheras con todo tipo de elementos defensivos. A poco de la hora cero se informó al comandante en jefe de la 11ª División (Teniente General Woollcombe) de la 'destrucción total' del Zollern por la artillería pesada pero la información resulto ser errónea. Las primeras tropas que llegaron al sector fueron 'bienvenidas' con un potente fuego de ametralladora que provocó el caos. Unidades del 8º de los fusileros de Northumberland alcanzaron el Zollern, y se creyó gran parte de los 'limpiadores' de trincheras fueron eliminados. Al perderse el contacto con ellos se enviaron patrullas para saber de ellos pero los que volvieron hablaron de un campo de batalla vacío, como si se los hubiera tragado la tierra. Llegada la noche, sin embargo, se recibieron informes de que un grupo de 60 hombres y un oficial de los Northumberland resistían en la cara sur del reducto.
El plan para el día siguiente (27) era proseguir el asalto con más tropas pero al alba una patrulla se percató de que el reducto había sido abandonado durante la noche. Ante el exitoso avance de la 33ª Brigada los alemanes decidieron retirarse a posiciones más seguras. El Zollern fue el segundo reducto que caía en manos de la 11ª División.
El reducto Stuff, en la segunda línea alemana, distaba a unos 400 metros al noroeste del Zollern. Su captura se preveía más complicada, no solo por la distancia sino porque se encontraba fuera del alcance de los observadores de la artillería. La presencia de supervivientes de la 34ª al sur del Zollern en la noche del 26 dio a entender que una vez neutralizado el Zollern caería el Stuff, pero los mandos, conscientes de las bajas, hicieron subir a la línea a la 32ª.
El 27 se planeó el ataque para las 3 de la tarde con dos batallones de la 32ª pero problemas de sincronización obligaron a posponerlo hasta las cuatro. El 9º de los West Yorkshire, sin embargo, no recibió esa orden y salió a Tierra de Nadie. Fuese por lo que fuese, o ante la posibilidad de que fuese un movimiento diversorio, el ataque de los Yorkshire cogió a los alemanes desprevenidos y consiguieron poner un pie en la trinchera enemiga. A las cuatro de la tarde, a la hora correcta, salió el 6º de los Yorkshires sin cobertura artillera. Los alemanes, perplejos otra vez ante la posibilidad de otro ataque diversorio, tampoco reaccionaron. Los Yorkshire se unieron con los West Yorkshire en la zona sur del Stuff. No se consiguió mucho más aparte de controlar este sector.
Durante dos días se intensificaron los combates cuerpo a cuerpo por el sector norte del reducto pero la artillería británica no pudo ayudar ante la dispersión de las tropas y su dudosa localización. Los alemanes resistieron.
Thiepval
Mientras los Yorkshires presionaban hacia el norte, la 18ª División tenía la misión de capturar Thiepval y el reducto Schwaben.
Thiepval estaba defendida por un batallón veterano. El 180 IR de Württemberg estava allí desde el otoño de 1914 y había fortificado la posición de forma exhaustiva. Thiepval estava surcada de norte a sur por cinco líneas de trincheras. La más meridional y cercana a las líneas británicas (Joseph) se encontraba a unos 300 metros de la población; la siguiente, llamada Staufen, estaba a unos novecientos metros más atrás y la tercera (Grandcourt) se hallaba un kilómetro más allá. A banda de las tres líneas de defensa, los restos del castillo de Thiepval con sus laberintos subterráneos así como los escondites que surgían de la carretera que iba a Pozières hacían de Thiepval una formidable fortaleza.
Cuatro batallones participaron en el asalto del 27 de septiembre: el 8º de los Suffolk, el 10º de los Essex (ambos brigada 53ª), y el 12ª de los Middlesex y el 11º de Fusileros reales (54ª). Suffolks y Essex tenían la misión de conquistar la parte oriental de Thiepval.
A la hora zero (12.35 pm.) cuando las primeras oleadas saltaron la trinchera tras la cortina de fuego ocurrió un hecho curioso. Los Suffolk, a la derecha del ataque y en mitad de Tierra de Nadie, se encontraron con un grupo de soldados alemanes, que medio desnudos y vociferando, se querían rendir. Los Suffolk aunque sorprendidos siguieron su avance hacia las trincheras enemigas viendo como los alemanes hacia el camino inverso hacia las líneas británicas. Finalmente y a pesar del 'inesperado' encuentro, los Suffolks llegaron hasta la Zollern trench, a la misma altura donde los hombres de la 33ª brigada (11ª división) también había frenado su avance.
Poco después los Essex también controlaron el área pero cuando iban a avanzar un poco más un potente fuego de ametralladora desde el noroeste de Thiepval los frenó.
La fase más complicada del asalto a Thiepval se asignó a la 54ª de Shoubridge, que preparó la operación al milímetro. A banda de reforzar los dos batallones con más tropas, destinó a cada una de ellas una companía de 'limpiadores' para eliminar cualquier resistencia en el laberinto subterráneo de Thiepval. Se destinó además otro batallón en reserva en caso de que se requiriese una 'limpieza' en profundidad. La 54ª contó también con el apoyo de dos tanques.
El avance fue muy duro desde el inicio. El terreno estaba sembrado de trincheras y refugios. La artillería se había empleado a fondo pero no consiguió neutralizarlos todos. La cortina de fuego tampoco funcionó muy bien en la fase inicial y el progreso de la infantería fue mucho más lento que la progresión del bombardeo. Los combates en las ruinas de Thiepval degeneron en luchas cuerpo a cuerpo y duelos granaderos.
A pesar de ello, los Middlesex lograron poner un pie en las ruinas del castillo de Thiepval pero fueron duramente castigados en su flanco derecho hasta que uno de los tanques destruyó el nido de ametralladora que los fustigaba. La posición quedó asegurada pero cualquier avance más allá parecía imposible por los francotiradores y las ametralladoraa situadas en los múltiples cráteres y tras montones de ruinas. A las 3 y media de la tarde la parte noreste de Thiepval resistía y los efectivos de los Middlesex y los Fusileros reales estaban agotados. El batallón de reserva se unió al ataque pero una falta de coordinación con la cortina de fuego dispersó parte de las tropas. Solo una compañía sin oficiales llegó a la vanguardia para proseguir el avance pero la falta de efectivos aconsejó consolidar la posición a la espera de nuevos refuerzos. La 54ª no había logrado aún limpiar la parte noroeste. Pero cualquier avance hacia el reducto Schwaben requería la captura total de Thiepval.
Los mandos decidieron que el golpe definitivo sería al alba del 27 y que lo realizarían dos compañías de los Bedfords al mando del capitán Keep. A las 5.45 am. los Bedfords, guiados por dos oficiales de los Fusiliers que conocían el terreno, se aproximaron al máximo de las posiciones enemigas. El envite final se encomendó a la compañía C del 7º de los Bedfords. A las siete de la mañana, el teniente 2º Thomas Adlam y un reducido pelotón lanzaron un ataque de gran contundencia. Progresando de cráter en cráter, Adlam y sus hombres lograron neutralizar a la guarnición enemiga a base de granadas y fuego de ametralladora. Lo extraordinario de la hazaña no es que Adlam fuese herido varias veces y continuase adelante sino que la mayoría de bombas de mano usadas contra los alemanes fueron recogidas por los ingleses a medida que se acercaban a las posiciones enemigas. La toma final de Thiepval supuso la captura de 70 prisioneros alemanes, amén de los 80 muertos que había dejado el asalto de los Bedfords. Con Thiepval en manos británicas, el siguiente objetivo era el reducto Schwaben. Thiepval se había resistido desde el 1 de julio.
Reducto Schwaben
Ivor Maxse, uno de los mejores generales del ejército británico y comandante en jefe de la 18ª división, sabía por diversas fuentes (especialmente por los mandos de la 36ª División) que el Schwaben era el reducto más inexpugnable de la segunda línea alemana. Contaba con un auténtico dédalo de trincheras y posiciones subterráneas con capacidad para albergar un puesto sanitario y un complejo de conexiones teléfonicas. Las informaciones de los Ulstermen (36ª división, 1 de julio) le fueron muy útiles pero Maxse pecó de prudente. Consciente el 27 de septiembre que los batallones de las 53ª y 54ª estaban muy diezmados (1500 bajas, un 40% de su total) ordenó posponer el ataque para el día siguiente con refuerzos de la 55ª.
El asalto al Schwaben comenzó el 28 de septiembre y se suspendió el 6 de octubre, con la parte noroeste aún en manos alemanas. Maxse empleó ocho batallones. La artillería cubrió el avance hasta el reducto, pero una vez en el laberinto de trincheras y refugios el asalto tomó otro cariz. Los combates fueron terribles, sobre todo en los puntos 45 y 65 situados al sur del reducto. Los primeros en atacar ese punto fueron el 7º de los Queens y el 8º de los Suffolk. Desde sus posiciones al sureste, sin apenas cobertura y con un terreno impracticable (la noche antes había llovido abundantemente), el asalto fue frenado por el fuego procedente del punto 65. Ante tal estancamiento, y diezmados por la artillería alemana, un capitán de los Queens (Hugh Longbourne) decidió realizar un ataque casi suicida para neutralizar los nidos de ametralladora del punto 65. Bolsa de granadas en mano, y saltando de cráter en cráter, Longbourne logró llegar hasta uno de los nidos y eliminarlo. Las granadas se agotaron. Pero al poco llegó un tirador (Waldron) con más munición y se entabló un combate de casi una hora entre la ametralladora alemana y los dos hombres de los Queen's. Durante ese tiempo se le unió el sargento Parker, que junto a Waldron, siguió cubriendo a Longbourne. Longbourne decidió lanzar las dos últimas bombas y cargar contra el nido con Parker y Waldron abriendo fuego. Cuando llegaron al punto encontraron a más de 15 soldados muertos y una pequeña guarnición de unos cincuenta hombres que hicieron prisioneros.
La captura del punto 65 abrió la puerta a eliminar el 45 a base de partidas de granaderos. Pero si fue difícil conquistarlo más lo fue retenerlo. A las seis de la mañana del 30 de septiembre la artillería alemana se cebó con las unidades del 8º de los East Surrey que ocupaban las trincheras, obligándolas a retirarse. El punto se reconquistó durante una operación para ocupar la parte norte del reducto pero otra vez la artillería alemana castigó a las tropas ocupantes y fue necesario retirarse, hasta que el 2 de octubre fue definitivamente consolidado por los británicos. Para el 2 de octubre la 18ª de Maxse ya había sido relevada tras capturar la parte norte del Schwaben con un coste de 2000 bajas.
Conclusiones
Al final de la batalla por la cresta de Thiepval los británicos habían avanzado entre 900 y 1800 metros en un frente de unos 5,5 kilómetros de ancho. Sin embargo, y a pesar de los éxitos, no controlaban totalmente la línea de la cresta: la trinchera Regina y algunas secciones de los reductos Schwaben y Stuff seguían en manos alemanas. Las bajas habían sido muy duras, unas 8.000 entre la 11ª y 18ª División más 4.000 de canadienses. Se desconocen las alemanas pero teniendo en cuenta la ferocidad de los combates estuvieron a la par de las británicas.
La batalla por Thiepval confirmó una de las lecciones más duras del Somme: sin un apoyo artillero adecuado, previo y durante el ataque, cualquier asalto de la infantería por muy bien entrenada que estuviese o por muy valiente o sacrificada que fuese, estaba condenada a un desastre total y sangriento. Thiepval fue la triste constatación. Sin una protección artillera imponente las tropas canadienses no podrían haberse acercado a solo 800 metros de la trinchera Regina, y los británicos no hubiesen llegado a los alrededores de la granja Mouquet y los reductos Zollern, Stuff y Schwaben. Si Thiepval no hubiese sido castigada duramente por la artillería hubiese resistido como lo hizo el 1 de julio.
Los combates por Thiepval, la granja Mouquet y los reductos también fueron una clara muestra del potencial combativo de las tropas de los Nuevos Ejércitos de Kitchener y de las colonias. La artillería tuvo un papel destacado en la consecución de algunos éxitos, pero la infantería fue determinante. La dificultad del campo de batalla (refugios subterráneos, bodegas, cráteres, etc.) y los acarnizados combates cuerpo a cuerpo pusieron de manifiesto que el coraje y el arrojo de los soldados británicos no profesionales, así como su espíritu de sacrificio estaban fuera de duda.
La campaña del Somme no terminó hasta noviembre, pero Thiepval demostró que la tenaz resistencia alemana podía ser quebrada.
Fuentes
• Maxse, Ivor, Sir. 18th Division in the Battle of the Ancre, 1916.
• Miles, W. Military Operations, France and Belgium, 1916: 2nd July 1916 to the End of the Battles of the Somme. History of the Great War Based on Official Documents by Direction of the Historical Section of the Committee of Imperial Defence II. London: HMSO, 1938, 1992.
• Philpott, W. Bloody Victory: The Sacrifice on the Somme and the Making of the Twentieth Century. London: Little, Brown, 2009.
• Prior, Robin; Wilson, Trevor. The Somme. London: Yale, 2005.
• Stedman, Michael. Thiepval. London: Pen & Sword, 2006.
5 dic 2014
El Somme desmitificado: la batalla por Thiepval, 26-30 de septiembre 1916 (II)
Publicado por
F. Xavier González Cuadra
en
6:17
7
comentarios
Etiquetas: 1916, Batallas y ofensivas del Frente occidental, British Expeditionary Force, Deutsches Heer, Somme
25 sept 2014
Los desiertos blancos, el Somme por William Orpen (agosto 1917)
'Nunca olvidaré mi
primera visión del Somme de aquel verano. Durante la primavera era solo era
barro, algun charco de agua, cráteres y más barro. Era la estampa más triste y
deprimente de la desolación que alguien pueda imaginar. Sin embargo, en el
verano de 1917 su belleza no podía expresarse con palabras. El lúgubre y
plomizo barrizal había mudado a un blanco puro y deslumbrante. Campos de
blancas margaritas y rojas amapolas junto algun bleuet disperso se extendían
por millas y millas. El cielo azul profundo, plagado de mariposas blancas, que
se ... a la ropa. Parecía un paisaje de cuento, pero en lugar de hadas solo
había cruces blancas marcadas con la inscripción 'soldado británico
desconocido'. (Más tarde, todos estos cuerpos fueron desenterrados,
identificados en su mayoría e inhumados otra vez en cementerios miliatres). A
través de las cortinas de mariposas blancas, alguna libélula azulada rasgaba el
aire con el canto de las alondras ensordecido a menudo por el zumbido de un
avión en las alturas. Todo brillaba bajo el calor. Uniformes, canones, todo lo
que se había abandonado al cesar el fragor de la batalla se cocía al sol bajo
una preciosa combinación de colores blancos, grises y dorados. Las únicas
tonalidades oscuras eran el color bronce-óxido de las alambradas y el negro de
un gato que vivía en uno de los refugios que permanecía semienterrado en la
calle principal de lo que un día fue Thiepval'.
De esta forma entre poética y prosaica describió William Orpen su segundo
encuentro con el Somme. Era el agosto de 1917 y esta instantánea sería la que
permanecería no solo en su retina sino en el oleo de su serie sobre el Somme.
Blanco, ocre dorado y motas de verde fueron la combinación más común junto al
azul cobalto y al liláceo vespertino para cubrir los cielos. El Somme para
Orpen era un campo de batalla pero sobre todo un paisaje. Un paramo desértico
que acabaría tiñiendo blanco en múltiples gamas. Orpen abjuró del plomizo,
hasta el extremo de blanquear los pocos dibujos que se incluyeron en la serie.
Orpen era un testigo de la guerra, pero fue sobre todo un espectador. Un
espectador de paisajes de guerra vacíos. Una vacuidad que ese agosto del 1917
le permitirá ir y venir de Péronne al Somme, a las antiguas líneas británicas.
Durante sus paseos y excursiones a los antiguos campos de batalla apenas dejó
sin explorar o describir. Curiosamente allí coincidiría con una de las personas
que mejor acabo describiendo el Somme: John Masefield. Fueron jornadas de
silencio contemplativo, que el poeta aprovecharía para escribir su preciosa The
Old front line y que el artista irlandés recrearía en sus lienzos.
An onlooker in France, 1917-1919
Orpen fue nombrado artista oficial de guerra a
principios de 1917, siendo embarcado para Francia en abril de ese mismo año.
Sus comienzos y aclimitación no fueron del todo óptimos, pero al poco se vio
retratando la cotidianidad de la retaguardia. Primeros contactos con el Somme
para luego partir hasta el saliente de Ypres donde estuvo hasta finales de
julio. De este breve periodo destacan sus pinturas de Cassel, un precioso y
pequeño pueblo tras las líneas aliadas. Poco después volvía al Somme. Su red de
contactos se fue ampliando hasta que un día el general Charteris ... le
aconsejó (y conminó) que se moviese a su antojo y pintase lo más que le
interesase, siempre dentro de unos límites que el irlandés respetaría. Al poco,
y acompañado de un asistente, Orpen fue recorriendo el labertinto de las
antiguas líneas del frente y los escenarios más emblemáticos del Somme. La
Boisselle, Ovillers, Courcelette, Thiepval, Pozières, Grandcourt, Miraumont,
Beaumont-Hamel, Bazentin-le-Grand, Bazentin-le-Petit, Mametz o Fricourt fueron
algunos de los lugares que visitó para describir el horror del Somme.
Orpen, sin embargo, no estuvo solo durante sus periplos por el ancient Somme.
El desplazamiento del frente más allá de Péronne a inicios de 1917 permitió a
británicos y franceses el ordenamiento del territorio. El
terreno seguía plagado de derelictos de la guerra en forma de tanques
destruidos, refugios y bodegas semisepultados, todo tipo de maquinaria de
guerra y demás, pero sobretodo sembrado de restos humanos y un sinfin de tumbas
dispersas por toda su orografía.
En sus memorias no elude hablar de los muertos. Es más, reconoce sin
tapujos que en más de una ocasión se dedica a dibujarlos como parte del
paisaje. Incluso cuenta una anécdota un tanto misteriosa. Explica que, una
tarde de agosto, retratando los restos de un soldado británico y otro alemán,
comenzó a sentir una especie de pánico. Asustado y ante la posibilidad de que
fuese un golpe de calor, decidió retirarse unos pasos para ponerse al abrigo de
la sombra de un arbol desmochado. Recuperando la noción del momento, de
repente, cayó de espaldas golpeándose ligeramente la cabeza contra el suelo.
Debido al resbalón empujó sin querer el caballete que a su vez golpeó una de
las calaveras que estaba dibujando, haciendo que ésta fuese a parar encima del
lienzo caído. Orpen no detalla su sentir aunque confiesa que en ese momento
consideró más oportuno dejar de trabajar y volver hacia el coche a media milla
de distancia. Orpen, sin embargo, no dejó el asunto y esa misma noche decidió
compartirlo con un artista francés, mutilado en 1914, llamado Joffroy. Éste,
intrigado, accedió acompañarlo hasta ese lugar. Al día siguiente no obstante,
Orpen decide continuar su trabajo unos cientos de metros más al sur, sobre los
restos del bosque de Thiepval mientras Joffroy visita el lugar. Tras un par de
horas de tomar notas Orpen va a buscar a Joffroy al que encuentra tirado en el
suelo, medio desmayado. Tras incorporarlo le pregunta por lo sucedido y Joffroy
le contesta que se había desmayado por el olor a podredumbre de los cadáveres,
a lo que Orpen le replica que es imposible. Joffroy insiste y le pregunta si ha
visto que la calavera aún tiene un ojo. Orpen, sorprendido, le dice que no, que
ninguna de las calaveras conserva ningún ojo. Recuperado del susto, Orpen y
Joffroy deciden partir. Orpen, lacónico, acaba la historia afirmando que 'there
must have been something strange about the place' y deja al lector su propia
interpretación.
Somme 1917, desierto blanco
El antiguo sector del Somme como cualquier zona de
combate del frente occidental es un caos de trincheras, refugios, cráteres y
restos de bosques o villorrios. William Orpen no deja nada en la paleta. Su
serie de oleos y dibujos sobre el Somme es un recorrido exhaustivo. Thiepval,
el reducto Schwaben, La Boiselle o Mametz focalizan su atención. Orpen juega
contraponiendo los efectos de la batalla al espectáculo natural. Todos sus
lienzos reflejan un claro contraste entre la aridez y el horror de la guerra
con el manso e inexorable retorno a la naturalidad del entorno. Campos
invadidos por especies vegetales que al tueste solar van cogiendo un color que
apacigua la crudeza de los combates y disimulan los restos del horror. El
artista irlandés también se adentra en el horror de las trincheras, detalla
cuerpos, restos de uniformes y demás enseres como cascos y demás, pero siempre
con el marco de un cielo adornado con colorez azulados que devuelven al
espectador al punto original. No obstante, lo que hace original a la obra de Orpen
sobre el Somme es su uso omnipresente del blanco.
El sector del Somme se asienta sobre un suelo estratigráfico dominado por la
caliza. Una caliza blanca y profunda que sobresale por doquier. Una caliza que
emergió del subsuelo al cavarse las primeras trincheras y que se convierte en
la nota común en todo el frente. Orpen detalla como nadie ese contrapunto
blanco con el cielo cobalto, aunque las primeras fotografías de la RFC en 1916
para planear las ofensivas de julio ya detallan un dédalo de trincheras blancas desde
el aire. Lo blanco se distingue perfectamente del terreno gris machacado por la
artillería.
Orpen no saca a la luz el blanco de las caliza, es la caliza de las trincheras
y las minas la que lo ciega. Orpen solo juega al contraste. Se podría
considerar que Orpen sube la intensidad cromática de forma artificiosa. Podria
ser, pero no es vano. Orpen busca ante todo mostrar que la naturaleza sigue su
curso y que tras un bosque o villorio borrado de la faz de la tierra se
extiende una franja de verdor y vida sin límites en el horizonte. No todo en el
Somme es blanco. Los inmensos cráteres de la Boiselle o la destrucción de
Thiepval configuran un desierto blanco en que, sin embargo, los oasis verdes
comienzan a sobresalir. La naturaleza se irá imponiendo. Es la idea que subyace
en la obra pictórica de Orpen y sobre todo en sus primeras impresiones al
contemplar el Somme en la canícula de 1917.
El gran cráter (The Big crater). Somme. Día claro. Vistas desde las trincheras británicas opuestas a La Boisselle, mostrando la línea alemana y los cráteres de las minas (The Somme: A Clear Day. View from the British trenches opposite La Boiselle, showing German front line and mine craters).
Ambos cuadros reunen todos los
ingredientes de Orpen para el Somme: la caliza reluciente al sol y cegadora,
trincheras blancas que surcan mares de hierba, cráteres de minas como volcanes
de lava blanca que rompen la monotonía, incipientes muestras de vida como
margaritas u otras flores y un cielo que contrasta con la blancura y verdor de
la tierra.
En El gran cráter Orpen juega con los claroscuros que le
ofrecen las nubes con franjas más o menos iluminadas, sacando a la luz el
conjunto de trincheras blancas que se intuye a lo lejos y que contrasta con un
pequeño mar de verdor entre la loma al sol y el impresionante cráter blanco de
de mina que se encuentra en primer plano.
La peculiar y uniforme orografía del viejo sector del Somme no ayuda a la
situación exacta de las grandes panorámicas de Orpen. Estas dos, a banda de su
lacónica descripción, se podrían situar a banda y banda de la carretera que va
de Albert a Bapaume, en la que partiendo de ésta se observa un ligero repunte
hacia los extremos.
El gran cráter, producido por la mina que estalló el 1 de julio frente a
las líneas alemanas en La Boiselle, es muy probablemente el Lochnagar crater.
El sector elevado que se observa desde el cráter Lochnagar es la parte sur de
Ovillers, quedando la carretera Albert-Bapaume casi oculta, excepto en la
esquina derecha del cuadro. Al norte, a la derecha del cuadro, se iría hacia
Bapaume y al sur, izquierda del lienzo hacia Albert. Por su parte, las Vistas
desde las trincheras británicas opuestas a La Boiselle ofrecen una
visión casi complementaría a la anterior. Situado el espectador en la antigua
línea de frente británica, la del 1 de julio, a la derecha del cuadro se podría
identificar La Boiselle y su cráter blanco (Lochnagar crater) y a la izquierda
del lienzo Ovillers, encontrándose la carretera que lleva a Bapaume en
dirección norte junto a la depresión que los británicos bautizaron como Mash
valley. Otro elemento que ayuda en la localización sería la formación de caliza
que aparece en la parte izquierda y que podrían ser los restos de la 'Y Sap'.
Sea como fuere esta perspectiva de la antigua línea de frente británica
secuestró la atención de Orpen, que dedicó media docena de óleos al sector
Ovillers-La Boiselle en su primera serie de 'desiertos blancos' del Somme.
Cabe decir que el dibujo La carretera a Bapaume,
frente a La Boiselle ayuda en la localización de las perspectivas de Orpen. El
plano muestra un pequeño convoy de avituallamiento en dirección a Bapaume ya
que la carretera en ese sentido tiene una cierta elevación. Así, de frente, el
artista muestra la parte sur de Ovillers y en el lado izquierdo del lienzo
asoma la que puede ser la carretera que iba desde la general hasta la localidad
de Authuille, bordeando el Ancre y llegando hasta Thiepval, Saint Pierre Divion
y demás pueblos del valle del Ancre. Este cuadro no es solamente útil como
herramienta topográfica sino que reitera la refuerza la idea de Orpen sobre el
nuevo paisaje del Somme plagado de pequeños desiertos blancos. Obviando la
indefinición (incluso cromática) del primer plano, Orpen reitera la idea de
contraste los verdes incipientes de los campos , los ocres y pastel de la
tierra devastada completada con trincheras de blanca caliza.
Thiepval
Reordenando las rutas de Orpen por el Somme, decido
seguir por la vieja y estrecha ruta desde el sur de Ovillers para ir hacia
Thiepval por la vertiente norte del Ancre. Hoy en día sería la carretera con
nomenclatura D20, que llegados a Authuille muta en la D151, pasando por
Thiepval y Grandcourt, hasta llegar a Maricourt donde muere. Se trata de una
carretera plagada de bosques dispersos a banda y banda, pero que en 1917 había
sufrido el inevitable impacto de la guerra. El sector de Thiepval ha sido quizá
el más castigado durante la ofensiva del Somme. Los ataques arrancan en julio
pero no terminan hasta principios de octubre cuando se toman definitivamente
las últimas posiciones y reductos fortificados al norte del pueblo. Thiepval es
arrasado literalmente. Apenas una pared de dos palmos sobresale entera del
suelo. Thiepval es un queso gruyere no solo por el efecto de los obuses y sus
cráteres sino por las decenas de bodegas y refugios que sirvieron de defensa a
los alemanes. Thiepval es ya un páramo lunar, un desierto blanco que ocupa en
la serie de Orpen sobre el Somme un lugar preeminente. La serie Thiepval,
con sus variantes, suma un total de ... piezas si se suman las del reducto
Schwaben y algún refugio devastado localizado muy probablemente en ese sector.
El conjunto de Thiepval presenta una monotonía cromática dominada por las
diferentes tonalidades del blanco y las frías variables del azul. Orpen explora
y transita por los restos del pueblo de Thiepval, deambula por el bosque de
Thiepval, se adentra en algún cráter como en La Boiselle, desciende a una
trinchera devastada y cubierta de restos humanos y objectos y retrata la
descomposición.
Thiepval
El óleo Thiepval condensa el sentir
de Orpen sobre el Somme: ruinas, restos humanos y desolación. El pintor ahonda
en su exploración sobre el binomio caliza-cobalto pero añade, a diferencia del
sector de La Boiselle, el factor humano. La presencia de restos humanos en sus
lienzos es habitual, forma parte de su paisaje corriente. Orpen no se censura y
a la larga le creará problemas, en especial por su obra Al soldado
desconocido en Francia (To unknown solider in France) sin
referencias al Somme, pero muy mal digerida en el Reino Unido.
La composición estudiada del cuadro muestra en un
primer plano los restos de dos cuerpos (calaveras y algun fémur o húmero),
objetos no identificados y los jirones de algún uniforme. Ideado
compositivamente en pirámide, en el segundo plano se intuyen de forma plástica
las ruinas de alguna construcción por la cantidad de estructuras en madera que
sobresalen. La escena representa la imagen fija de lo que pudo ser uno de los
múltiples combates que hubo en Thiepval durante el 26 y 27 de septiembre de 1916
en los que se conquistó la posición a base de un bombardeo sistemático y de
combates casa por casa entre tropas británicas y alemanas. Antes de levantar la
vista hasta la perspectiva celeste, Orpen nos regala en forma de amapola su
recurrencia hacia la naturaleza victoriosa. Thiepval, como el resto de pueblos
del Somme, es un desierto blanco donde a pesar de la devastación la naturaleza
y la vida se abren paso. Las amapolas, elemento central en el imaginario
británico de la Gran Guerra, cumplen aquí una doble misión: son un memento para
el soldado caído y personifican la vuelta a la vida de un paisaje humano
devastado. A un tercer nivel, la bóveda azul - medio oculta tras las
omnipresente neblinas del Somme, aparece en todo su esplendor. El azul
contrasta con la blancura desértica y silenciosa del antiguo Somme y le
proporciona al paraje una triste serenidad. Orpen comienza a introducir lo que
será una constante en la rememoración del Somme: una solemne y respetuosa
paz.
El
bosque (y la trinchera) de Thiepval
El bosque y la trinchera de Thiepval (Thiepval wood) siguen la misma
estructura y mensaje que el lienzo anterior: a la tormenta le sigue la calma.
Una calma blanca y silenciosa en la que los restos humanos y los ecos de la
guerra son engullidos por la caliza y el azul del cielo. En el caso del bosque
la amalgama informe de troncos y tocones convive con grupos de margaritas que
surgen aquí y allá de la nada. Cascos, granadas y demás enseres ceden a la
naturaleza, que inexorablemente se abre paso tras la barbarie. Oasis de vida en
un gran desierto blanco. La escena de trinchera ofrece el mismo marco
compositivo que el anterior. Aunque se trata de un dibujo acuarelado -sin el
aparáto cromático de los dos anteriores-, el detallismo en la descripción de
los restos de la trinchera introduce una idea nueva: el Somme ha engullido por
igual a los dos contendientes. El Somme se ha transformado en un inmenso
mausoleo, en el que bajo la caliza ardiente de verano yacen miles de cuerpos de
ambos bandos. La reiteración de Orpen al representar numerosos restos humanos
mutilados o sin identificar bien podría interpretarse como un homenaje a todos
aquellos soldados desconocidos o desaparecidos en combate. Orpen cuenta sobre
su experiencia en el Somme que durante sus paseos y excursiones coincidió con
grupos o partidas de soldados que se dedicaban a localizar tumbas dispersas y
restos humanos para concentrarlos y volverlos a enterrar en cementerios
militares creados ad hoc. Muy probablemente al contemplar el macabro
espectáculo despertó en Orpen la necesidad de plasmar como una instantánea
aquellos lugares en los que todavía permanecían restos de soldados
insepultos.
Refugio
artillero en una trinchera, Thiepval y Alambrada alemana en trinchera, sector
de Thiepval (Gunner's shelter in Thiepval y German wire in a trench, Thiepval)
Orpen recorrió el sector de Thiepval de forma intensa
y escudriñó todos los rincones para testimoniar la crudeza de los combates.
Tanto el Refugio artillero como Alambrada alemana en
trinchera mantienen el mismo esquema compositivo y conceptual
que las dos obras comentadas con anterioridad. En el Refugio, Orpen
se sumerje en el infierno claustrofóbico de la trinchera. Nada por la caliza
que da forma a sus desiertos y escucha el silencio de los derelictos de la
guerra. Orpen insiste en equiparar a los muertos. Dos cascos, uno británico y
otro alemán aparecen como si fuesen piezas de fruta en un bodegón holandés.
Completan la escena un capote medio destrozado colgando de una pared de chapa
que sostiene unos de los parapetos de la trinchera. Al fondo y como reclamo el
hueco que insinúa el refugio. Una entrada al refugio casi sepultada bajo el
manto de la sempiterna de la caliza que se derrite al sol y da color al nuevo
desierto del Somme. A pesar de nadar por el mar de caliza, Orpen no olvida que se
encuentra bajo la protección del azul celeste.
Alambrada alemana en trinchera sigue el mismo patrón que la Trinchera
de Thiepval. La magistral descripción de la trinchera sinuosa y
el grado de detalle en los árboles devastados por la artillería son impresionantes.
Orpen logra con la acuarela un grado de realismo fuera de lo común.
Curiosamente solo colorea el azul del cielo y el ocre óxido de las alambradas
en el último plano. La ausencia de color se explicaría por la monotonía
cromática del terreno.
Reducto
Schwaben y La Butte de Warlencourt (La loma de Warlencourt)
Considerado uno de los puntos fortificados más
inexpugnables del sector del Somme, el reducto Schwaben resistió el empuje
británico hasta primeros de octubre de 1916. Su fama de inexpugnabilidad y el
gran número de bajas necesarias para conquistarlo le otorgaron un status
especial, que Orpen decidió inmortalizar. Convirtió el reducto en otro desierto
blanco. Tocones , ruinas y calizas bajo un inmenso cielo azul.
Reducto
Schwaben no presenta ninguna novedad respecto a otras obra de la
serie. Al contrario reitera el leitmotiv de Orpen en el Somme: pintar el
silencio blanco y azul de un campo de batalla ya vacío.
El mismo silencio blanco pero con otros matices está
presente en La Butte de Warlencourt. Punto de infausto recuerdo, como el resto
del Somme, la butte (la loma o montículo) de Warlencourt epitoma el sentir de
Orpen sobre el Somme de 1917. La loma blanca se eleva sobre un mar de hierba en
plena resurección después de los combates, parece más un oasi que no un
desierto. Los desiertos blancos no lo son tanto por su extensión, como por la
ausencia de vida y su extrema blancura. La butte de Warlencourt insinua el fin
del infierno del Somme como orografía. Es casi el último espacio desértico
antes de llegar a Bapaume. La butte marcaría el final de la rutas que cruzan el
desierto blanco del Somme que parte de las viejas trincheras británicas.
Desde un punto de vista plástico podría decirse que
el penoso avance británico iniciado el 1 de julio de 1916 (y que duría más de nueve meses) por los blancos páramos del Somme se asemeja más a la
travesía bíblica por el desierto que a una campaña militar. Los desiertos del Somme aluden a la nada. Durante los interminables meses de la ofensiva
el Somme se convierte en una inmensa Tierra de nadie con todos sus elementos:
orografía lunar (cráteres, zanjas, trincheras, etc.), ausencia de
cualquier tipo de vida, miles de restos humanos desperdigados por el terreno,
tumbas sin identificar o destruidas, aniquilación absoluta de pueblos, cultivos
y bosques, gran acumulación de material de guerra inservible (sin contar los
miles y miles de proyectiles enterrados sin explotar), etc. Todo este panorama
es el que se encuentra William Orpen durante su estancia en el frente del
Somme. Pero no fue el único en retratar los eriales del Somme. Artistas y dibujantes
como Muirhead Bone, William H. Dyson, Fred Leist, Adrian Hill y muchos otros
interpretaron el Somme de otra forma aunque con los mismos ingredientes. Los
unos se centraron en la devastación de lo humano, los otros en lo material o en
dibujar decenas de tanques destruidos, pero los más
fijaron su mirada en el simple paisaje y en describir el Somme como un eterno silencio blanco.
Fuentes
Masefield, John. The Old front line or The Beginning of the Battle of the Somme. London: Heinemann, 1917.
Orpen, William. An Onlooker in France, 1917-1919. London: Williams & Norgate, 1921. Versión digital.
La colección Orpen sobre el Somme se encuentra en el Imperial War Museum.
La colección Orpen sobre el Somme se encuentra en el Imperial War Museum.
Publicado por
F. Xavier González Cuadra
en
6:20
0
comentarios
Etiquetas: 1916, Arte en guerra, Somme
11 sept 2014
El Somme desmitificado: la batalla por Thiepval, 26-30 de septiembre 1916 (I)
Los inesperados éxitos británicos frente a Montauban y Mametz y el enérgico avance francés por el flanco derecho el 1 de julio de 1916 cambiaron la estrategia a seguir en el Somme. Los desastres al norte (Beaumont-Hamel y Serre) y en el centro del ataque (Ovillers y La Boiselle) convirtieron el sector de Thiepval en el punto sobre el que pivotaría el resto de la ofensiva.
Los peores pronósticos se cumplieron y el Big Push se convirtió en una guerra de desgaste sin cuartel que los políticos habían querido evitar a toda costa. Durante los meses y semanas que siguieron, los nombres de Trônes, Bazentin, Fricourt o Delville entraron a fuego en la historia militar de la Gran Guerra. En el sector al sureste de Thiepval, los avances británicos, australiano y canadiense se iban sucediendo con cuentagotas a un ritmo de bajas inasumible. Fricourt, Ovillers o La Boiselle -que habían resistido enconadamente los ataques del 1 de julio- fueron cayendo. Pozières pasaba a ser un objetivo de máxima prioridad: era imprescindible para asegurar el flanco izquierdo más allá de la cresta de Thiepval, al este.
La conquista y consolidación de Pozières (23 de julio - 7 agosto) supusieron el bautismo y el primer sacrificio australiano en Europa. No obstante, y a pesar de la caída de Pòzieres, Thiepval -firmemente defendida- seguía siendo el mayor obstáculo para cualquier avance en el sector del Somme. Desde Thiepval se controlaba la parte septentrional de la cresta del mismo nombre, así como el terreno al norte del Ancre (y su valle) que iba desde Beaucourt, pasaba por Beaumont-Hamel y Serre llegando hasta Gommecourt. A banda de su situación estratégica, los alemanes decidieron reforzar la posición durante los meses de julio y agosto al percartarse de su extrema importancia como eje del ataque británico. La inactividad británica permitió en parte que los alemanes fortificasen eficazmente sus posiciones con total tranquilidad. La línea de frente (la Joseph trench) junto a otras cuatro líneas de defensa (Schwaben, Zollern, Hessian y Stuff trench) fueron renovadas, reforzadas y conectadas con otros puestos fortificados como la granja Mouquet o los reductos Schwaben y Zollern.
Junto al dédalo de trincheras, los alemanes fortificaron y encastillaron los restos de Thiepval de tal forma que los mandos británicos tuvieron que modificar sus tácticas de guerra. Los combates en el Somme, como había sucedido en Verdun, cambiaron tanto el despliegue defensivo como las maniobras de ataque. El devastador bombardeo de las posiciones alemanas y el brutal coste en bajas provocó que el mando alemán optase por una defensa abierta, con pequeñas unidades distribuidas a través del terreno utilizando parapetos como cráteres, bodegas o ruinas. Durante el bombardeo y el ataque británico, los alemanes abandonaban los parapetos y refugios dispersándose a campo abierto tras las defensas que les proporcionaban los cráteres y otros montículos de cascotes o ruinas.
La defensa alemana ganó, sin duda, en elasticidad y eficiencia. Evitó la destrucción en masa de unidades parapetadas en trincheras semiderruidas e indefendibles y, sobre todo, confundió a los mandos británicos sobre el poder de sus bombardeos y el porqué de la increible resistencia alemana. El mando alemán logró que posiciones enteras resistiesen durante semanas con decenas de soldados dispersos de cráter en cráter al mando de una o dos ametralladoras y una bolsa de granadas.
Pozières, High y Delville Wood o Guillemont fueron anticipando el nuevo despliegue táctico, pero los combates por Thiepval y su sector fueron la consumación, el súmmum. Thiepval se convertió por méritos propios en el paradigma de la adaptación al terreno, de la elasticidad defensiva y de la improvisación en tácticas de ataque.
Previa
El 3 de septiembre, dos divisiones del IIº Cuerpo (39ª y 49ª) atacaron al norte de Thiepval. La 49ª llevó el grueso de la operación. Tras un breve bombardeo, atacó frontalmente el reducto Schwaben. No hubo sorpresa: 1.800 bajas y ni un solo metro cuadrado de terreno ganado. Gough y Jacob (comandante en jefe del IIº Cuerpo) culparon a las tropas de falta de compromiso y coraje. Curiosas apreciaciones si se tiene en cuenta que los batallones implicados perdieron entre un tercio y la mitad de sus efectivos atacando uno de los puntos mejor fortificados del Frente occidental.
Haig, tras los combates de Flers-Courcelette el 15 de septiembre, insistió a Gough en que debía aprovecharse el momentum y que era indispensable tomar el resto de la cresta de Thiepval fuese como fuese. Las tropas de Gough se unirían el 25 de septiembre a una operación conjunta con Rawlinson a su derecha y los franceses más al sur. El desgaste de sus divisiones le obligaron a plantearse un breve paréntesis pero las escaramuzas (y las bajas) se siguieron a lo largo de esas dos semanas en los alrededores de la granja Mouquet (Mouquet Farm). Por cuestiones que aún no están muy claras - quizá por la participación de los tanques - la batalla por Thiepval se planeó para un día después de lo programado, el 26 de septiembre pasando 35 minutos del mediodía.
Planes
Para el ataque sobre Thiepval y su cresta, Gough destinó cuatro divisiones dispuestas a lo largo de un frente de unos 5,5 kilómetros, que iban desde Thiepval y la granja Mouquet hasta las afueras de Courcelette en el sector canadiense. En el flanco derecho, la 1ª y 2ª canadienses (Byng) atacarían al norte y al este de Courcelette intentando capturar la trinchera Regina (Stuff para los ingleses y Staufen para los alemanes) situada un poco más allá de la cresta. Para ello tenían que sobrepasar y ocupar las trincheras Hessian, Zollern y Kenora, cerrando el frente a la derecha.
En el flanco izquierdo de los canadienses, la 11ª División británica -en su primera ofensiva después de Gallipoli- tenía como misión conquistar la granja Mouquet y los reductos Zollern y Stuff, para luego avanzar hasta la trinchera Stuff, continuación de la trinchera Regina en ese sector. En el flanco izquierdo del ataque, los objetivos más difíciles se dejaron a las tropas de la 18ª División de Maxse, quiénes habían demostrado una gran preparación y arrojo el 1 de julio.
Tras su 'descanso' en Flandes, Gough asignó a los hombres de Maxse la conquista de Thiepval y el reducto Schwaben, que tantas bajas había causado a las divisiones 36ª y 32ª el 1 de julio y el 3 de septiembre a la 49ª. La operación presentaba enormes dificultades. El objetivo final (las trincheras Regina y Stuff) se encontraban en una vertiente opuesta a la línea de ataque y fuera del alcance de la artillería británica. Por si fuera poco, antes de llegar a ambas líneas se encontraban cinco de las fortificaciones más inexpugnables de todo el frente: la granja Mouquet, los reductos Zollern y Stuff, Thiepval y el reducto Schwaben.
A nivel de superfície los restos de la granja Mouquet eran solo ruinas. El subsuelo, sin embargo, era un dédalo: un triple sistema de bodegas y refugios conectados a través de túneles. Las entradas a los sótanos estaban disimuladas por las ruinas, que dificultaban el avance de la infantería. En la teoría, una cortina de artillería en progresión (la famosa creeping barrage) permitía el avance sin excesivas bajas hasta la posición, pero una vez que la protección de fuego desaparecía la infantería estaba a merced de cualquier ataque procedente de las bodegas sin que la artillería pudiese evitarlo. La principal misión de la infantería británica era localizar las entradas al sistema de túneles, cegarlas y liquidar cualquier foco de resistencia.
La principal amenaza alemana era el fuego de ametralladora escondido entre las ruinas y los cráteres junto a los granaderos que permanecían ocultos. Reducir o neutralizar los reductos era aún más difícil. A diferencia de Mouquet farm, éstos se encontraban a gran distancia de las líneas británicas. La gran distancia entre las líneas obligaba a que la 'cortina de fuego' fuese perfecta, tanto en su precisión como en el ritmo que debía seguir el avance de las diferentes oleadas de la infantería (cien metros cada tres minutos). Cualquier retraso provocaría que la infantería perdiese su 'protección' y que fuese alcanzada por las ametralladoras alemanas situadas en los reductos. Por si fuera poco, los reductos también contaban con posiciones fortificadas internas, que albergaban a compañías enteras prestas para cualquier contraataque dentro de la posición. Como en el caso de la granja Mouquet, una vez la infantería se introducía en un espacio tan reducido la artillería amiga no podía ayudarles y los combates se tornaban en un verdadero cuerpo a cuerpo.
Thiepval también entrañaba sus propias dificultades. En su superfície apenas permanecía piedra sobre piedra pero bajo la posición del castillo existían cerca de 150 bodegas o sótanos, que podían alojar compañías de ametralladoras y granaderos. Como en Mouquet, la cortina de fuego podía facilitar el arribo de unidades pero una vez allí los alemanes podían emergir a la superfície y rechazar cualquier ataque con un potente fuego de ametralladora o con una lluvia de granadas. A nivel de artillería, los mandos británicos optaron por hacer un cálculo grosso modo y destinaron unas seiscientas piezas de artillería de campaña y unos 280 obuses de diferentes calibre para un ataque en un frente de casi seis kilómetros. En potencia de fuego, la cobertura artillera para la ofensiva contaría con el doble de munición por trinchera que el 1º de julio, pero en cambio representaría la mitad de lo lanzado en la ofensiva del 14 de julio aunque se trataba del mayor bombardeo llevado a cabo por los artilleros del ejército de Reserva.
Las baterías del ejército de Reserva (Vº Cuerpo) situadas al oeste del rio Ancre dispararían hacia Thiepval desde el oeste y cogerían al enemigo de enfilada permitiendo un ataque por tres flancos. De los casi 100.000 proyectiles que se iban a lanzar, un 40% pertenecían a piezas de gran calibre. Igualmente, des del mismo sector se llevaría a cabo un contrafuego de ametralladora que barrería la retaguardia alemana para evitar cualquier medida de apoyo.
El mando británico también ordenó bombardear con gas las posiciones alemanas de Thiepval para evitar que los alemanes permaneciesen en ellas hasta el momento del ataque. El bombardeo previo comenzó el 23 de septiembre. El mal tiempo de ese día impidió, sin embargo, que los vuelos de observación comprobasen los efectos en las posiciones alemanas. Las nieblas del otoño en el Somme no daban mucha tregua, aunque los días siguientes los informes confirmaron un nivel de destrucción óptimo en todo el sector de Thiepval.
Over the top
Sector canadiense (Courcelette)
El ataque comenzó a las 12.35 del mediodía del 26 de septiembre. En el flanco más oriental del ataque, la 2ª y 1ª canadiense atacaron con sus 6ª y 3ª brigadas respectivamente. El 5º y 8º batallón de la 6ª brigada atacaron por la derecha, el 14º de los Royal Montreal y el 15º de los Highlanders (48º) por la izquierda.
Objectivos: sobrepasar la trinchera Zollern, luego la Hessian y prolongar el avance hasta la Regina.
No lo tuvieron fácil. Los informes previos hablaban de una primera línea desocupada, pero la noche previa ataque los alemanes volvieron a ocuparla en el sector frente a los Highlanders. El avance canadiense por su izquierda (5º y 8º batallón) fue bastante limpio y sin excesivas bajas, aunque el fuego en enfilada procedente del oeste (frente la 11ª división) les advirtió que los británicos no había logrado sobrepasar el reducto Zollern. Neutralizada la trinchera Zollern y con un centenar de prisioneros, los hombres de la 6º brigada prosiguieron hacia la trinchera Hessian donde se encontraron con que el 5º batallón a su derecha ya había ocupado su parte de la Hessian.
A las dos de la tarde los informes procedentes del 8º confirmaban que era imprescindible que los británicos neutralizasen el reducto Zollern ya que el fuego procedente de esa posición los estaba aniquilando. La distancia entre líneas no era muy amplia, pero los alemanes resistieron duramente hasta media tarde. Informado el mando de la toma de la Zollern/Fabeck, se hicieron los preparativos para asaltar la Regina.
La posterior cortina de fuego fue impresionante pero la resistencia alemana fue durísima. Los canadienses tuvieron que improvisar una nueva línea entre la que habían abandonado y la Regina. Los Highlanders resistieron en la nueva línea de frente hasta el alba del 28 cuando el 27ª de la 2ª división los relevó.
Las pérdidas habían sido muy duras para tanto poco terreno.
La trinchera Regina no caería hasta octubre durante la llamada batalla por los altos del Ancre (Ancre Heights).
Continúa en: El Somme desmitificado: la batalla por Thiepval, 26-30 de septiembre 1916 (II)
Publicado por
F. Xavier González Cuadra
en
15:02
2
comentarios
Etiquetas: 1916, Batallas y ofensivas del Frente occidental, British Expeditionary Force, Canadian Expeditionary Force, Deutsches Heer, Somme
2 may 2014
Byng & Currie, o el triunfo de la táctica: Vimy Ridge, 1917
Mucho se ha escrito sobre las lecciones que proporcionó la 1a batalla del Somme (julio-noviembre 1916) en cuanto a táctica militar y lo mucho que sirvieron para conseguir la victoria final. La historiografía británica de entreguerras se encargó de elevar dichas enseñanzas a la categoría de mito a través de la teoría del aprendizaje progresivo. 'The learning curve', como así se bautizó el nuevo paradigma, explicaba la adopción de una serie de procedimientos y operaciones militares que permitieron la derrota de las potencias centrales en otoño de 1918. Discutir sobre la credibilidad de esa teoría o enzarzarse a defender las líneas revisionistas no es objeto de este humilde trabajo. Desearía matizar, sin embargo, la afirmación de que existe una línea ascendente de mejoría -sin solución de continuidad- desde la 1a batalla del Somme hasta la 2a segunda en agosto del 1918. No considero esta tesis del todo exacta.
Las victorias en Vimy Ridge, Cambrai, o la ofensiva
final de los Cien Días son coetáneas de episodios más bien desastrosos como
Passchendaele (3a batalla de Ypres), Bullecourt (1917) o las ofensivas alemanas
de 1918 (Kaiserschlacht). La coexistencia entre victorias y desastres no anula
el hecho de que la experiencia bélica fuese modificando los usos y las prácticas
en la táctica militar. Bien al contrario. Simplemente demuestra que la ciencia
militar no es un ámbito de estudio infalible y que en el transcurso de una
guerra, el valor y el orden de los factores sí que alteran el producto, como es
el caso del humano.
Podría trabajarse en ucronías del tipo 'que hubiese
pasado si en Jutlandia al frente de la Grand Fleet se hubiese encontrado Beatty
y no Jellicoe' o 'si en septiembre de 1914 Ludendorff hubiese estado en la
silla de Moltke' pero sería imposible determinar el resultado. Sin embargo, y a
pesar de la futilidad, el establecimiento del factor humano como elemento
central nos permite elucubrar conclusiones relacionadas con las características
más determinantes de los jefes militares que estaban al mando de sus ejércitos.
Hoy en día, y dejando de banda la visión más
historicista, es impensable imaginarse la resistencia francesa en Verdun sin el
temple y el carácter organizativo de Pétain. Como tampoco es posible imaginarse
un desenlace tan victorioso en Tannenberg sin el dueto Hindenburg-Ludendorff
(planes de Hoffmann a banda) o un descalabro tan desastroso en vidas y material
como la ofensiva francesa en Chemin de Dames llevada a cabo por Nivelle. Se
podría llegar a un sinfín de ejemplos como la impresionante campaña africana de
Lettow-Vorbeck, la defensa numantina de Kemal Ataturk en Gallipoli o los paseos
militares de Von Hutier en Riga o los de Von Dellmensingen en Caporetto. El
hecho crucial en todos ellos, como decía, es el factor humano. Nadie puede
disociar según que campañas o hazañas de estos nombres, y aún más difícil, de
las singularidades de cada uno de estos militares y estrategas. Todos ellos,
sin embargo, comparten un elemento común y es la adaptación de su doctrina
militar a la evolución de la guerra moderna. Todos ellos, incluido Nivelle,
usaron conceptos o ideas nuevas para el despliegue de su pensamiento
estratégico o táctico. Bien fuese para la defensa (Pétain o Ataturk), para el
hostigamiento (Lettow-Vorbeck) o para la ofensiva (Nivelle, Von Dellmensingen o
Von Hutier) todos estudiaron con detenimiento su misión, el contexto y la
situación en la que se encontraban, los medios con los que contaban y los
resultados que querían obtener.
La historia militar de la Gran Guerra, y
especialmente después del Somme, fue protagonista en la alternancia entre
militares brillantes y jefes mediocres o caducos. La distinción entre ellos no
fue la edad, como siempre se suele reseñar, sino la adaptación o no al nuevo
escenario de guerra dominado por la tecnología con nuevos armamentos y recursos
técnicos. La Gran Guerra, y su especificidad, fueron el escenario propicio para
un cambio de mentalidad táctico, aún
anclado en conceptos de raigambre napoleónica. Las batallas u ofensivas de
1914, 1915 y 1916 en el bando aliado ofrecieron duras lecciones que solo
algunos aprendieron, otros desdeñaron y los más se empeñaron en repetir. Ataque
en formación cerrada, fila tras fila; disposición de tropas de reserva a
kilómetros del frente; ausencia de sorpresa; nulo trabajo de contrabatería
artillera; mala praxis o ausencia de las cortinas de fuego o 'creeping
barrage'; etc., etc., etc.. Todos estas pésimas decisiones se volvieron a
reiterar en algún que otro frente y volvieron a producir terribles resultados
en bajas humanas por apenas decenas o cientos de metros de terreno conquistado.
Volviendo al Somme y a sus duras enseñanzas en el
bando británico, incluyendo australianos y canadienses, sí que coincido en que
supuso un punto de reflexión de no-retorno. Las conclusiones extraídas desde julio de 1916 señalaban que sin un excelente trabajo artillero, tanto en la
protección del avance como en la destrucción de la artillería enemiga
(contrabatería) poco se podía hacer. La cuestión, no era tanto la anchura o
profundidad de los objetivos en el terreno, que también, sino la minuciosidad y
ejecución con la que debía llevarse a cabo. Pocos mandos de la BEF, como Plumer
o Allenby, llegaron de forma natural a la conclusión de que algo debía de
cambiar. No sería hasta abril del año siguiente, 1917, que se tendría una
visión clara y práctica de lo que significaban los nuevos usos de la infantería
y la mejora -rayando la excelencia- del potencial artillero como apoyo
indisociable de la táctica militar. Lo curioso en este caso es que los éxitos
llegaron de parte del Cuerpo Expedicionario Canadiense (CEF) y es por esta
razón - y por otras más ocultas - que la trascendencia de los éxitos y su
futura emulación tardarían en llegar al resto del contingente británico.
Byng & Currie
En junio de 1916, y después de diversos y exitosos
trabajos de 'fontanería' militar (véase 1a batalla de Ypres, retirada de
Gallipoli o defensa del Canal de Suez), Sir Julian Byng - posteriormente
reconocido como 1r vizconde de Vimy - fue destinado a comandante en jefe del
Cuerpo Expedicionario Canadiense (CEF). Las razones de tal destino, a parte del
hecho de que Byng hubiese sido el comandante en jefe del XVIIº cuerpo británico
en el área de Vimy, se desconocen parcialmente pero vistos los resultados y su excelente
colaboración con su segundo, el quizá mejor militar aliado durante la Gran
Guerra, el general de división Sir Arthur Currie, se intuyen. Desde un punto de
vista táctico, Byng y Currie coincidieron al instante. Cualquier ataque, por
menor que fuese menor, requería una máxima y concienzuda preparación, un
secretismo absoluto (algo que olvidaría Nivelle en su preparación de Chemin des
Dames) y una milímetrica ejecución, tanto de la infantería como del apoyo
artillero. A estos tres elementos, cabía sumarle el grado de importancia que le
dieron ambos a las duras enseñanzas del Somme y a las esperanzas surgidas de
Verdun. Tanto es así que cuando se confirmaron los rumores sobre una ofensiva
en todo el frente de Arras en marzo de 1917, Currie pidió informes a sus mandos
intermedios de los métodos utilizados por franceses (y alemanes) durante la
batalla de Verdun.
Currie era militar atípico. Enrolado en las fuerzas
canadienses desde los escalafones más bajos (arma de artillería en el servicio
pre-militar) alcanzó el grado de comandante en jefe de la CEF en junio de 1917
(después del ascenso de Byng al mando del 3r ejército británico). Sus acciones
en el frente occidental desde mayo de 1915 hasta el mismo día del Armisticio
estuvieron marcadas por la acción, la contundencia y el temple. La fama de
Currie se acrisoló con la 2a batalla de Ypres, se cimentó en el Somme y se
engrandeció en Vimy Ridge (la cresta de Vimy). Des de un primer momento, y
observador de los cambios en la guerra moderna, Currie cayó en la cuenta que
los manuales y los protocolos no servían de nada. Fue precisamente ese
desprecio por la rigurosidad y el encorsetamiento en el campo de batalla lo que
le permitió aplicar una serie de principios tácticos que apenas dejaría hasta
el final de la guerra.
Gracias a sus experiencias en Ypres y en el Somme,
junto a los informes recabados por algunos oficiales del frente de Verdun,
Currie determinó llevar a cabo pequeños golpes de mano no muy extensos en tiempo
y en el terreno, con una preparación artillera muy contundente, municiosa y no
dilatada en el tiempo que tenía como objetivo aniquilar la artillería enemiga
de cobertura. La artillería debía disponerse en un frente muy delimitado,
preferiblemente no muy ancho, que tuviese como objetivo destruir las primeras
líneas enemigas, así como los campos atrincherados. Una vez se iniciase el
ataque de la infantería (en pelotones y en compañías y lo más cerca de la línea
enemiga), la artillería debía iniciar sincronizadamente una cortina de fuego de
cobertura que despejase el camino a la infantería para ocupar el frente
enemigo. De forma complementaria, y como respuesta al fuego enemigo, se debia
iniciar un fuego de contrabatería que eliminase el potencial artillero enemigo
facilitando doblemente el ataque de la infantería, y eliminando la posibilidad
de que el enemigo iniciase un contraataque para recuperar el terreno perdido.
La infantería, por su parte, debía prepararse minuciosamente no solo desde el
punto de vista de la instrucción, sino de la asimilación de sus objetivos
concretos - previamente conocidos -. Currie también expidió órdenes para que en
caso de confusión o caos los mandos
intermedios pudiesen actuar casi autónomamente otorgándoles poder de decisión y
maniobra. La prensa y los propios medios militares denominaron a este tipo de
golpes de mano minuciosos y resueltos 'bite-and-hold' (morder y resistir), no
solo por su rapidez y contundencia ejecutiva sino porque también llevaban
aparejada la doctrina de aguantar en el terreno y resistir el contraataque
enemigo a la espera de nuevas reservas. De ahí la importancia que daba Currie
tanto a la disposición de unidades de reserva muy cercanas a la línea de frente
como al trabajo de zapa en la creación de túneles o rampas de ataque muy
cercanas a las primeras líneas enemigas, tanto para el primer ataque como para
la afluencia contínua de nuevos contingentes de cara a asegurar el terreno
reconquistado. Los pruebas de fuego serían Vimy Ridge y la Hill 70 (la colina
70).
Vimy Ridge proporcionó al 'fontanero' Byng un vizcondado y la estimación del pueblo canadiense, a Currie lo elevó a héroe nacional y a Canadá le proporcionó el orgullo y la dignidad patriótica necesaria para olvidar su estatuto de dominion y ganarse la categoría de nación. La batalla de la Colina 70, por su parte, elevó los métodos de Currie y su 'bite & hold' a dogma militar y, lo más importante, descubrió en él a un gran estratega.
Vimy Ridge proporcionó al 'fontanero' Byng un vizcondado y la estimación del pueblo canadiense, a Currie lo elevó a héroe nacional y a Canadá le proporcionó el orgullo y la dignidad patriótica necesaria para olvidar su estatuto de dominion y ganarse la categoría de nación. La batalla de la Colina 70, por su parte, elevó los métodos de Currie y su 'bite & hold' a dogma militar y, lo más importante, descubrió en él a un gran estratega.
Vimy ridge, 9-12 abril de 1917
En noviembre de 1916 el general Julian Byng recibió órdenes de preparar un ataque para la primavera siguiente en el sector norte de Arras como parte de un ataque global británico en todo el sector como cobertura a una ofensiva francesa de principios de mayo. La cobertura británica se conocería como la batalla de Arras (1917) y la ofensiva francesa sería la tristemente famosa batalla de Chemin de Dames u 'ofensiva Nivelle'. La parte reservada al contingente canadiense se denominaría la batalla de Vimy Ridge.
La cresta de Vimy o Vimy Ridge (alternaremos ambas
nomenclaturas) se encontraba situada al nordeste del sector denominado de
Arras, y al suroeste del ya tristemente famoso sector de Notre-Dame de Lorette
(Nuestra Señora de Loreto). Se trataba de un enclave de gran valor estratégico,
no solo por los puntos elevados y de observación, sino por que en las
vertientes que caían hacia el este, hacia terreno enemigo, se hallaban
dispuestas numerosas grupos de artillería que ofrecían una cobertura excelente
a las tropas situadas en los puntos elevados haciendo casi imposible su
conquista o incluso aproximación. La toma de Vimy Ridge tenía un doble
objetivo. El primero eliminar un punto de hostigamiento y de tiro enfilado
hacia la ofensiva que debía llevarse a cabo más al sureste, hacia Chemin des
Dames y, de otra parte, obtener un punto estratégico y de observación futuro que
proporcionaría un control artillero a más de diez kilómetros en dirección este
y por tanto hacia terreno alemán.
Preparación
Estudiados el terreno y la proyección del ataque, Byng & Currie decidieron aplicar gran parte de las conclusiones a las que habían llegado oficiales canadienses y británicos durante las clases recibidas de sus colegas en Verdun. Las reconquistas francesas en otoño y diciembre de 1916, así como las precedentes victorias alemanas en febrero-mayo del mismo año, habían puesto de relieve que cualquier avance debía ser muy veloz, realizado por pequeñas unidades de infantería cubiertas (antes y durante el ataque) de un certero y contundente fuego de artillería y con un alto grado de precisión para lo cual era imprescindible un conocimiento previo del terreno, de las líneas enemigas y de sus posiciones fortificadas en caso de haberlas.
No se escatimó el más mínimo detalle en ninguno de
los aspectos del ataque. A las cuatro divisiones que formaban el CEF (por
primera vez iba a luchar al completo el contingente canadiense) se las sometió
a un completo entrenamiento no solo físico, sino táctico a nivel de pelotón y
compañía con objetivos muy precisos. Se construyeron, incluso, réplicas a
escala de las posiciones alemanas en la retaguardia para explicar con detalle
todas las fases de la operación. Con el objetivo de delimitar las áreas de
ataque, el sector de Vimy se dividió en cuatro sectores (con 4 colores) que se
asignaron a cada una de las 4 divisiones participantes. A banda del
entrenamiento táctico, cada soldado contó con un mapa detallado de su zona de
ataque con la posición a conquistar y la ruta que debían seguir para tomarla.
Por lo que hace referencia a la artillería, el cuerpo
divisionario canadiense de artillería no contaba con más de ocho brigadas de
artillería de campaña y dos de artillería pesada por lo que pidió ayuda al
mando británico para conseguir una potencia de fuego adecuada a las
expectativas depositadas en el ataque. El resultado fue que el ejército
británico cedió a los canadienses casi un millar de piezas de artillería, entre
calibres pesados, medios y morteros de trinchera permitiendo que el ataque
canadiense se llevase cabo con una potencia tres veces superior a la habitual
para cualquier tipo de operación. A banda de la potencia y de la concentración
de fuego, Currie tenía entre sus prioridades tácticas el silenciar al máximo la
artillería enemiga, antes, durante y tras el ataque como medio para dificultar los
seguros contraataques alemanes.
Para ello, y a banda de intensificar los vuelos de
observación para localizar la posición de las baterías alemanas, los servicios
de soporte elaboraron numerosos tableros y mapas que permitieron a la
artillería tener localizadas las posiciones enemigas. Para fortuna de Currie,
al frente del servicio de contrabatería se hallaba el teniente coronel Andrew
McNaughton, quién había trabajado en el campo de la balística y la localización
de objetivos a través de artefactos precursores del radar.
A banda de la precisión y el apoyo de la artillería
en el ataque, Currie consideró imprescindible el acortar la distancia entre su
línea de frente y las posiciones enemigas. La velocidad (y la sorpresa) en la
resolución del ataque eran una de las claves, y para ello contó con la ayuda de
varias compañías de tuneladores británicos para que abriesen dos tipos de
túneles en dirección al enemigo. Los primeros serían las 'lanzaderas' desde las
cuales partiría el grueso del ataque y que, una vez vacíos, servirían de
refugio y posterior partida para que las tropas reserva que apoyarían y
ocuparían las posiciones ya depasadas durante la operación. Currie, con la dura
experiencia del Somme en la cabeza, cubría varios aspectos primordiales de su
nueva táctica: acortaba el espacio a recorrer a campo abierto de la infantería,
reducía el número de bajas de las primeras oleadas, facilitaba al máximo la
disposición de las reservas y proporcionaba al ataque una sorpresa indiscutible
al acercarse al máximo a las posiciones enemigas, reduciendo el tiempo de
reacción enemigo.
Los otros túneles o galerías se destinaron para el
emplazamiento de minas que servirían para eliminar el mayor número de enemigos,
junto a sus posiciones, así como servir de elemento desconcertante poco antes
del ataque. El grado de sofistificación de los túneles de comunicación llegó a
ser tal que la mayoría contaron con luz eléctrica, y los destinados a funciones
de abastecimiento y de logística tenían raíles, a banda de espacios concretos
para funciones sanitarias, depósitos de municiones y puestos de mando.
Plan
El plan para la conquista de la cresta de Vimy contaba
con tres factores. El primero el terreno a conquistar y la prioridad de los objetivos
señalados como imprescindibles, el segundo la entidad del enemigo y su
capacidad para reaccionar en caso de contraataque y el tercero el papel que
tendría la artillería en toda la ofensiva. Unidos estos tres elementos, el plan
primaba en un primer momento en desalojar al enemigo de la 'cima' de la cresta,
la llamada Hill o colina 145, manteniendo a raya (y en lo posible) el fuego que
vendría de enfilada de la otra cima de la cresta llamada The Pimple situado en
el bosque de Givenchy. En un momentum similar se debían tomar las otras
posiciones que caían hacia el este, hacia la derecha de la línea canadiense
para tomar completamente la cresta y hacer retroceder al enemigo hasta la
llanura de Douai (Douai plain). Byng & Currie sabían que las tropas alemanas
que estaban defendiendo la posición eran una mezcla de soldados veteranos en el
sector (la 1a División bávara de reserva) con otras que eran el resultado de la
fusión de otras formaciones procedentes de otros sectores (la 79a División de
reserva) o la simple fusión de tropas de una misma procedencia como la 16a
División de infantería bávara.
A pesar de la composición de las unidades alemanas,
los servicios de información aliados intuían que el mando alemán, a partir de
noviembre de 1916, había procedido a implantar un tipo de defensa flexible en
profundidad, que más tarde se conocería como línea o sistema defensivo
Hindenburg. La idea alemana era adaptar la defensa y la contraofensiva a la
magnitud del ataque recibido, en parte apoyado por un sistema defensivo basado
en situar varias líneas de defensa conectadas entre sí por una red de
fortificaciones, nidos de ametralladora y blocaos que hacían muy costoso en
vidas el avance.
Artillería
Sabedores, en parte, de lo que les esperaba, la
sociedad Byng & Currie ordenó a la artillería una continuidad total durante
toda la ofensiva. Previo al 9 de abril, fecha fijada para el ataque, y
durante casi quince días, la artillería aliada castigó sin cesar las posiciones
enemigas, logrando eliminar gran parte del campo atrincherado frente a las
posiciones alemanas, así como aniquilar en casi tres cuartas partes de la
contraparte artillera enemiga. Éxito atribuible al completo a las nuevas
técnicas de localización implantadas por el oficial al mando de la
contrabatería, el teniente coronel McNaughton.
Byng & Currie señalaron la importancia no solo
de anorrear a las tropas alemanas dispuestas en primera línea sino de evitar al
máximo la concurrencia de las reservas enemigas al contraataque. Para ello y a
lo largo del ataque, la barrera de fuego no solo se limitó a cubrir el ataque y
machacar los objetivos de la cresta sino que avanzó su tiro para castigar la
retaguardia enemiga, imposibilitando o dificultando al máximo la afluencia de
tropas para tapar brechas o reconquistar lo perdido.
Infantería
La infantería canadiense, 4 divisiones con aprox.
100.000 hombres, situada frente de la cresta tenía objetivos muy concretos y un
horario muy calculado. Byng ya había advertido a sus oficiales que "you
shall go over exactly like a railroad train, on time, or you shall be
annihilated", o funcionáis y os movéis con la exactitud de un tren o os
aniquilarán'.
La longitud de la cresta, de unos seis kilómetros y
medio, se había dividido por colores correspondientes a las 4 divisiones
atacantes. Al margen de cada uno de los objetivos asignados a cada división, el
conjunto de la ofensiva debía conquistar la primera línea defensiva alemana (la
Zwischen Stellung o la trinchera del medio) que se bautizó como Black Line.
Descendiendo de norte a sur, la 4a Division debía acometer la misión más
difícil: conquistar las dos alturas más importantes de la cresta y las
mejor fortificadas (la Colina 145 y el promontorio llamado The Pimple en
pleno bosque de Givenchy) alcanzando la llamada Red Line, con la 16a División
bávara en frente.
A la derecha de la 4a canadiense se situaron la 3a
y la 2a, frente a la 79a de reserva alemana, con el objetivo del punto
fortificado de Folie Farm, los alrededores de Vimy y el nudo de Les Tilleuls,
situados en la zona de la Blue Line. Por último y como la unidad más al sur se
encontraba la 1a División que tenía que avanzar hasta la Brown Line, en la que
se encontraban la posición de Théllus y los arrabales de Farbus.
Jack Sheldon en The German Army on Vimy Ridge,
1914-1917 sostiene que los planes canadienses no eran del todo ajenos al mando
alemán. En febrero de 1917 un soldado canadiense de origen alemán desertó
aportando documentación referente a la supuesta ofensiva de primavera. De
hecho, los alemanes sabían que algo ocurría ya que el trabajo de mina y
contramina de los ingenieros y zapadores británicos habían aumentado
considerablemente. Tanto es así que los alemanes lograron desbaratar y destruir
algunas de las minas que habían dispuestos los ingleses bajo sus pies.
El plan de ataque para el 8 de abril quedó
pospuesto a petición de los franceses hasta el día siguiente.
Ejecución
El 9 de abril al romper el alba comenzó el ataque en toda la línea. El tiempo como los días precedentes no era muy halagüeño: ráfagas de viento helado y una nevada ligera pero contínua. Poco antes de las 5.00 de la mañana los cañones que habían estado aún martillenado las líneas enemigas callaron y recalibraron el tiro para la cortina de fuego que acompañaría las tropas de asalto, que se habían desplazado por los túneles hasta sus posiciones de salida por la tarde-noche del día anterior. Cada uno de los soldados llevaba un rifle con su bayoneta, munición (120 balas), dos granadas Mills, cinco sacos terreros, ración para dos días, una cantimplora de agua, una máscara de gas, unas gafas y una bengala. Todo fue calculado al milímetro: unos 20.000 solados saltaron a la Tierra de nadie a las 5.28 h., mientras segundos antes los ingenieros hicieron volar tres minas para asegurar el avance y descolocar a los alemanes. Al iniciar la cortina de fuego hicieron detonar otra media docena de cargas situadas estratégicamente bajo posiciones fortificadas. El recalibrado de la artillería pesada británica permitió castigar las defensas alemanas y lanzar numerosos proyectiles de gas en la línea defensiva alemana (la Zw¡schen Stellung) mientras la artillería canadiense ofreció una efectiva cobertura en cortina de fuego. A pesar del castigo, la defensa alemana aguantó el tipo y el fuego de ametralladora castigó mucho a los atacantes causando enormes bajas. Los partes canadienses hablan de que sobre las 6.30 h. la mayoría de los objetivos, unos 3/5 dicen, se habían logrado. Cierto, en parte.
Ejecución
El 9 de abril al romper el alba comenzó el ataque en toda la línea. El tiempo como los días precedentes no era muy halagüeño: ráfagas de viento helado y una nevada ligera pero contínua. Poco antes de las 5.00 de la mañana los cañones que habían estado aún martillenado las líneas enemigas callaron y recalibraron el tiro para la cortina de fuego que acompañaría las tropas de asalto, que se habían desplazado por los túneles hasta sus posiciones de salida por la tarde-noche del día anterior. Cada uno de los soldados llevaba un rifle con su bayoneta, munición (120 balas), dos granadas Mills, cinco sacos terreros, ración para dos días, una cantimplora de agua, una máscara de gas, unas gafas y una bengala. Todo fue calculado al milímetro: unos 20.000 solados saltaron a la Tierra de nadie a las 5.28 h., mientras segundos antes los ingenieros hicieron volar tres minas para asegurar el avance y descolocar a los alemanes. Al iniciar la cortina de fuego hicieron detonar otra media docena de cargas situadas estratégicamente bajo posiciones fortificadas. El recalibrado de la artillería pesada británica permitió castigar las defensas alemanas y lanzar numerosos proyectiles de gas en la línea defensiva alemana (la Zw¡schen Stellung) mientras la artillería canadiense ofreció una efectiva cobertura en cortina de fuego. A pesar del castigo, la defensa alemana aguantó el tipo y el fuego de ametralladora castigó mucho a los atacantes causando enormes bajas. Los partes canadienses hablan de que sobre las 6.30 h. la mayoría de los objetivos, unos 3/5 dicen, se habían logrado. Cierto, en parte.
No fue hasta media tarde que el terreno estuvo
limpio y además no hay que perder de vista que los objetivos más estratégicos e
importantes no se habían conseguido. Las brigadas 11a y 12a de la 4a División
no habían conseguido poner apenas un pie en la colina 145 y menos en The
Pimple.
Debido a su importancia estratégica, los alemanes
habían fortificado la cota 145 con un triple cinturón de alambre de espino y
con una serie de nidos de ametralladoras camuflados tras la vertiente opuesta.
De ahí que la artillería británica no hubiese podido aniquilar esas defensas y
que las tropas de la 4a División canadiense fuesen castigadas sin cesar por el
fuego procedente de The Pimple. Los cuatro batallones de la 12a brigada (38º,
72º, 73º y 78º) sufrieron lo indecible para cubrir a los hombres de la 11a
brigada que no habían podido avanzar. El batallón 102º de la 11a había
logrado abrirse algo de camino pero el 54 que le seguía se quedó a medio camino
y se retiraron con enormes pérdidas. Se confirmó que existía todavía un reducto
fortificado intacto. Batallones canadienses como el 87º o el 75º fueron
literalmente barridos, perdiendo en algunos casos el 60% de sus efectivos. Se
reanudaron los esfuerzos pero la 145 no se cayó ese día. Solo dos compañías del
batallón 85º lograron asegurar parte de la vertiente oeste, mientras que el
resto siguió en manos alemanas hasta el día siguiente. La lentitud en la
conquista de la colina 145 y el sector adyacente frenaron el avance de la 3a
División canadiense, que podría haberse adentrado aún más en las líneas
enemigas. El fuego procedente de la Colina 145 estaba cogiendo a los
canadienses de enfilada por lo que se decidió esperar y consolidar el terreno
ganado.
A pesar de la contundencia del ataque, los alemanes
no se dieron por vencidos y en la medida de lo posible enviaron tropas (de la
79a División) a ocupar las brechas y en algunos casos, como en la colina 145, a
reforzar la línea. No obstante, los canadienses (y los británicos) no estaban
dispuestos a perder la oportunidad de tomar toda la loma, The Pimple incluido.
Al día siguiente, 10, se retomaron los ataques con más fiereza. Se movilizaron algunas brigadas británicas como soporte, junto a alguna sección de tanques, y se prosiguió el avance en el sector de la 1a y 2a División canadiense.
Al día siguiente, 10, se retomaron los ataques con más fiereza. Se movilizaron algunas brigadas británicas como soporte, junto a alguna sección de tanques, y se prosiguió el avance en el sector de la 1a y 2a División canadiense.
A primeras horas de la tarde se había conseguido
llegar al límite nordeste establecido en el plan de ataque, la llamada Brown
Line. El escollo, sin embargo, persistía en el norte. La colina 145 resistía y
The Pimple seguía casi incólume. Los mandos lo vieron claro: los alemanes se
dejarían la piel. O subían más refuerzos o desguarnecían algunos puntos
conquistados por la 3a División, enviando a tropas de ésta para encararlas
hacia la colina 145.
Se optó por ambas opciones. Tropas de la 4a por el
sur y tropas de la 3a por el sureste fueron cerrando el cerco. Esa tarde los
batallones 44º y 50º de la 10a brigada remataron la faena. Los alemanes
resistían pero la falta de munición y el cansancio hicieron mella. Poco antes
de las cuatro los canadienses pusieron el pie en la parte norte de la colina, que
los alemanes reconquistaron por poco tiempo y con enormes bajas, hasta que
tropas frescas (y bisoñas en combate) como el 25º batallón de los Nova Scotia
Rifles expulsaron o apresaron a los alemanes que resistían.
El mando ordenó descansar al día siguiente,
miércoles 11 de abril, para hacer recuento de bajas y actualizar la situación.
Byng & Currie lo tenían claro: The Pimple debía caer sí o sí. Y así fue. En
medio de una tormenta de nieve, parte de los efectivos que habían logrado tomar
la cota 145 se lanzaron a la conquista de The Pimple. Tropas alemanas
pertenecientes a la 4a División de la Garde Infanterie, que habían relevado a
la castigada 16a División bávara, defendían la posición. El ataque se inició a
las 4.00 de la mañana con un bombardeo previo de gas que gracias a un viento
favorable diezmó parte de la defensa pero que logró rechazar un primer embite
canadiense. La 10a brigada canadiense, apoyada por efectivos de la 24a División
británica se lanzó otra vez al ataque sobre las cinco de la mañana, asestando
un golpe definitivo y logrando capturar la posición una hora después.
Vimy Ridge ya había sido controlada totalmente al
anochecer del 10 de abril, pero la captura de la posición de The Pimple fue imprescindible
para asegurar la posición en toda la cresta.
Epílogo
Vimy Ridge permite hacer dos lecturas, una militar y otra política. Des de un punto de vista exclusivamente militar, la batalla fue un rotundo éxito con pocos precedentes en la historia bélica de la Primera Guerra Mundial. La cresta había estado en el punto de mira aliado desde 1914 y se había intentado reconquistarla infructuosamente en 1915 y 1916 con miles de pérdidas, primero francesas y luego británicas. Los canadienses tuvieron casi 11.000 bajas, muriendo finalmente unos 3.700 soldados. El precio fue alto, muy alto, como en toda la guerra a pesar de que la sensación de triunfo maquilló las pérdidas. Los mandos comenzaron a intuir en Vimy la luz al final del túnel. Los alemanes habían sido desalojados y vencidos en apenas cuatro días de una posición prácticamente inexpugnable e inconquistable que había costado decenas de miles de muertos durante los 3 o 4 años previos. La prensa y los mandos británicos y francés miraron hacia la magnífica sociedad de Byng & Currie y se preguntaron -por supuesto- cuál había sido la clave de un éxito tan rotundo en Vimy y un fracaso tan sangriento como el de Chemin des Dames. Poco tardaron las mentes pensantes y los jefes militares más clarividentes en darse cuenta que el factor más determinante había sido la mezcla de una preparación táctica impoluta y el empleo de la artillería en todo su potencial. Haig tomó nota, Pétain se reafirmó en lo que ya intuía y Foch pondría a la práctica las lecciones en el verano de 1918.
Lo de Vimy Ridge no fue una casualidad. Currie repitió éxito el agosto siguiente en la Colina 70. Con menos potencial artillero, pero con la misma minuciosidad y preparación, Currie -esta vez solo- aplicó los principios que habían guiado el triunfo de Vimy: preparación, minuciosidad, exquisita ejecución artillera y absoluto secretismo. Vimy abrió las puertas a Byng hacia su futuro vizcondado y el mando del IIIr ejército británico. Currie subió a los altares de la Patria canadiense, no sin antes limpiar cierto expediente por desfalco y superar numerosas zancadillas del premier canadiense Sam Hughes, el cual lo odiaría hasta el final de su vida por haber relegado a su hijo Garnet como mando militar de la CEF. La sociedad Byng & Currie puso en práctica algo ignoto en los campos de batalla de Francia o Flandes: sentido común, paciencia y una fe ciega en la victoria.
Epílogo
Vimy Ridge permite hacer dos lecturas, una militar y otra política. Des de un punto de vista exclusivamente militar, la batalla fue un rotundo éxito con pocos precedentes en la historia bélica de la Primera Guerra Mundial. La cresta había estado en el punto de mira aliado desde 1914 y se había intentado reconquistarla infructuosamente en 1915 y 1916 con miles de pérdidas, primero francesas y luego británicas. Los canadienses tuvieron casi 11.000 bajas, muriendo finalmente unos 3.700 soldados. El precio fue alto, muy alto, como en toda la guerra a pesar de que la sensación de triunfo maquilló las pérdidas. Los mandos comenzaron a intuir en Vimy la luz al final del túnel. Los alemanes habían sido desalojados y vencidos en apenas cuatro días de una posición prácticamente inexpugnable e inconquistable que había costado decenas de miles de muertos durante los 3 o 4 años previos. La prensa y los mandos británicos y francés miraron hacia la magnífica sociedad de Byng & Currie y se preguntaron -por supuesto- cuál había sido la clave de un éxito tan rotundo en Vimy y un fracaso tan sangriento como el de Chemin des Dames. Poco tardaron las mentes pensantes y los jefes militares más clarividentes en darse cuenta que el factor más determinante había sido la mezcla de una preparación táctica impoluta y el empleo de la artillería en todo su potencial. Haig tomó nota, Pétain se reafirmó en lo que ya intuía y Foch pondría a la práctica las lecciones en el verano de 1918.
Lo de Vimy Ridge no fue una casualidad. Currie repitió éxito el agosto siguiente en la Colina 70. Con menos potencial artillero, pero con la misma minuciosidad y preparación, Currie -esta vez solo- aplicó los principios que habían guiado el triunfo de Vimy: preparación, minuciosidad, exquisita ejecución artillera y absoluto secretismo. Vimy abrió las puertas a Byng hacia su futuro vizcondado y el mando del IIIr ejército británico. Currie subió a los altares de la Patria canadiense, no sin antes limpiar cierto expediente por desfalco y superar numerosas zancadillas del premier canadiense Sam Hughes, el cual lo odiaría hasta el final de su vida por haber relegado a su hijo Garnet como mando militar de la CEF. La sociedad Byng & Currie puso en práctica algo ignoto en los campos de batalla de Francia o Flandes: sentido común, paciencia y una fe ciega en la victoria.
La lectura política de Vimy la creó la prensa y la
alimentó la opinión pública, sobre todo canadiense. El pueblo canadiense
consideró la victoria de Vimy como un hito no solo en la guerra, sino para su
propia historia y dignidad como nación. Con el transcurrir de los meses y los
años, el mito de Vimy Ridge se instaló -por méritos propios- en la breve
historia de Canadá como un punto de inflexión en su consolidación nacional.
Vimy Ridge fue (y es) una fita en la historia de Canadá. Apuntaló su orgullo
nacional y permitiéndole sentirse como una nación más. Los canadienses, como
los australianos con Gallipoli o Pozières, otorgaron al triunfo de Vimy Ridge
un carácter fundacional en su historia como nación.
Fuentes
Morton, Desmond and J.L. Granatstein. Marching to Armageddon: Canadians and the Great War 1914-1919. Toronto: Lester & Orpen Dennys Ltd., 1989, pp. 138-143.
Nicholson, Colonel G.W.L., C.D. Canadian Expeditionary Force 1914-1919: The Official History of theCanadian Army in the First World War. Ottawa: Queen's Printer and
Controller of Stationery, 1962, pp. 244-265.
Sheldon, Jack. The German Army
on Vimy Ridge 1914–1917, Barnsley : Pen & Sword Military, 2008.
Turner, Alexander. Vimy Ridge
1917 : Byng's Canadians triumph at Arras. London : Osprey, 2005.
Publicado por
F. Xavier González Cuadra
en
7:57
0
comentarios
Etiquetas: 1917, Batallas y ofensivas del Frente occidental, British Expeditionary Force, Canadian Expeditionary Force, Deutsches Heer
Suscribirse a:
Entradas (Atom)
Archivo del blog
-
►
2017
(1)
- ► 25/06/17 - 02/07/17 (1)
-
►
2015
(4)
- ► 25/10/15 - 01/11/15 (1)
- ► 09/08/15 - 16/08/15 (1)
- ► 17/05/15 - 24/05/15 (1)
- ► 11/01/15 - 18/01/15 (1)
-
►
2013
(7)
- ► 15/12/13 - 22/12/13 (1)
- ► 10/11/13 - 17/11/13 (1)
- ► 25/08/13 - 01/09/13 (1)
- ► 04/08/13 - 11/08/13 (1)
- ► 31/03/13 - 07/04/13 (1)
- ► 10/02/13 - 17/02/13 (1)
- ► 06/01/13 - 13/01/13 (1)
-
►
2012
(11)
- ► 30/12/12 - 06/01/13 (1)
- ► 09/12/12 - 16/12/12 (1)
- ► 11/11/12 - 18/11/12 (1)
- ► 28/10/12 - 04/11/12 (1)
- ► 21/10/12 - 28/10/12 (1)
- ► 14/10/12 - 21/10/12 (1)
- ► 08/07/12 - 15/07/12 (1)
- ► 29/04/12 - 06/05/12 (1)
- ► 15/04/12 - 22/04/12 (1)
- ► 29/01/12 - 05/02/12 (1)
- ► 08/01/12 - 15/01/12 (1)
-
►
2011
(13)
- ► 25/12/11 - 01/01/12 (1)
- ► 14/08/11 - 21/08/11 (1)
- ► 24/07/11 - 31/07/11 (1)
- ► 10/07/11 - 17/07/11 (1)
- ► 26/06/11 - 03/07/11 (1)
- ► 05/06/11 - 12/06/11 (1)
- ► 27/02/11 - 06/03/11 (1)
- ► 20/02/11 - 27/02/11 (1)
- ► 06/02/11 - 13/02/11 (1)
- ► 30/01/11 - 06/02/11 (1)
- ► 16/01/11 - 23/01/11 (1)
- ► 09/01/11 - 16/01/11 (1)
- ► 02/01/11 - 09/01/11 (1)
-
►
2010
(22)
- ► 21/11/10 - 28/11/10 (1)
- ► 14/11/10 - 21/11/10 (1)
- ► 31/10/10 - 07/11/10 (1)
- ► 24/10/10 - 31/10/10 (1)
- ► 10/10/10 - 17/10/10 (1)
- ► 29/08/10 - 05/09/10 (1)
- ► 15/08/10 - 22/08/10 (1)
- ► 08/08/10 - 15/08/10 (1)
- ► 18/07/10 - 25/07/10 (1)
- ► 11/07/10 - 18/07/10 (1)
- ► 06/06/10 - 13/06/10 (1)
- ► 09/05/10 - 16/05/10 (2)
- ► 25/04/10 - 02/05/10 (1)
- ► 18/04/10 - 25/04/10 (1)
- ► 28/03/10 - 04/04/10 (1)
- ► 21/02/10 - 28/02/10 (1)
- ► 07/02/10 - 14/02/10 (1)
- ► 24/01/10 - 31/01/10 (1)
- ► 17/01/10 - 24/01/10 (1)
- ► 10/01/10 - 17/01/10 (1)
- ► 03/01/10 - 10/01/10 (1)
-
►
2009
(39)
- ► 29/11/09 - 06/12/09 (1)
- ► 22/11/09 - 29/11/09 (1)
- ► 08/11/09 - 15/11/09 (1)
- ► 01/11/09 - 08/11/09 (3)
- ► 25/10/09 - 01/11/09 (1)
- ► 18/10/09 - 25/10/09 (1)
- ► 11/10/09 - 18/10/09 (1)
- ► 20/09/09 - 27/09/09 (1)
- ► 13/09/09 - 20/09/09 (1)
- ► 23/08/09 - 30/08/09 (1)
- ► 16/08/09 - 23/08/09 (1)
- ► 09/08/09 - 16/08/09 (1)
- ► 02/08/09 - 09/08/09 (1)
- ► 26/07/09 - 02/08/09 (1)
- ► 19/07/09 - 26/07/09 (1)
- ► 05/07/09 - 12/07/09 (1)
- ► 28/06/09 - 05/07/09 (1)
- ► 24/05/09 - 31/05/09 (2)
- ► 17/05/09 - 24/05/09 (1)
- ► 10/05/09 - 17/05/09 (1)
- ► 26/04/09 - 03/05/09 (2)
- ► 12/04/09 - 19/04/09 (1)
- ► 05/04/09 - 12/04/09 (1)
- ► 29/03/09 - 05/04/09 (2)
- ► 22/03/09 - 29/03/09 (1)
- ► 08/03/09 - 15/03/09 (1)
- ► 22/02/09 - 01/03/09 (1)
- ► 15/02/09 - 22/02/09 (1)
- ► 08/02/09 - 15/02/09 (1)
- ► 01/02/09 - 08/02/09 (1)
- ► 18/01/09 - 25/01/09 (2)
- ► 11/01/09 - 18/01/09 (1)
- ► 04/01/09 - 11/01/09 (1)
-
►
2008
(97)
- ► 28/12/08 - 04/01/09 (3)
- ► 21/12/08 - 28/12/08 (1)
- ► 07/12/08 - 14/12/08 (1)
- ► 30/11/08 - 07/12/08 (1)
- ► 23/11/08 - 30/11/08 (1)
- ► 16/11/08 - 23/11/08 (2)
- ► 09/11/08 - 16/11/08 (1)
- ► 02/11/08 - 09/11/08 (1)
- ► 26/10/08 - 02/11/08 (2)
- ► 12/10/08 - 19/10/08 (2)
- ► 28/09/08 - 05/10/08 (2)
- ► 21/09/08 - 28/09/08 (1)
- ► 14/09/08 - 21/09/08 (2)
- ► 31/08/08 - 07/09/08 (1)
- ► 24/08/08 - 31/08/08 (1)
- ► 17/08/08 - 24/08/08 (3)
- ► 10/08/08 - 17/08/08 (2)
- ► 03/08/08 - 10/08/08 (1)
- ► 27/07/08 - 03/08/08 (3)
- ► 13/07/08 - 20/07/08 (2)
- ► 06/07/08 - 13/07/08 (1)
- ► 22/06/08 - 29/06/08 (1)
- ► 15/06/08 - 22/06/08 (1)
- ► 08/06/08 - 15/06/08 (3)
- ► 25/05/08 - 01/06/08 (1)
- ► 18/05/08 - 25/05/08 (2)
- ► 11/05/08 - 18/05/08 (2)
- ► 04/05/08 - 11/05/08 (1)
- ► 27/04/08 - 04/05/08 (3)
- ► 20/04/08 - 27/04/08 (1)
- ► 13/04/08 - 20/04/08 (2)
- ► 06/04/08 - 13/04/08 (5)
- ► 30/03/08 - 06/04/08 (2)
- ► 23/03/08 - 30/03/08 (4)
- ► 16/03/08 - 23/03/08 (2)
- ► 09/03/08 - 16/03/08 (2)
- ► 24/02/08 - 02/03/08 (4)
- ► 17/02/08 - 24/02/08 (2)
- ► 10/02/08 - 17/02/08 (3)
- ► 03/02/08 - 10/02/08 (3)
- ► 27/01/08 - 03/02/08 (3)
- ► 20/01/08 - 27/01/08 (4)
- ► 13/01/08 - 20/01/08 (5)
- ► 06/01/08 - 13/01/08 (7)
-
►
2007
(86)
- ► 30/12/07 - 06/01/08 (3)
- ► 23/12/07 - 30/12/07 (7)
- ► 16/12/07 - 23/12/07 (5)
- ► 09/12/07 - 16/12/07 (6)
- ► 02/12/07 - 09/12/07 (8)
- ► 25/11/07 - 02/12/07 (7)
- ► 18/11/07 - 25/11/07 (10)
- ► 11/11/07 - 18/11/07 (5)
- ► 04/11/07 - 11/11/07 (7)
- ► 28/10/07 - 04/11/07 (8)
- ► 21/10/07 - 28/10/07 (9)
- ► 14/10/07 - 21/10/07 (5)
- ► 07/10/07 - 14/10/07 (1)
- ► 26/08/07 - 02/09/07 (5)