Viernes 27 de febrero de 1931. Estación de tren de
Calenzano, una pequeña población a pocos kilómetros de Florencia. Varios
operarios de la línea férrea, advertidos por unos pasajeros, se acercan a una masa amorfa situada cerca de
la vía en dirección a la capital toscana. Se trata del cadáver de un hombre
mayor. Al poco acuden las autoridades. Examinan el cuerpo, y tras examinar
algunos enseres, concluyen que es el cuerpo del General Andrea Graziani, actual
Lugarteniente General de la Milizia Volontaria per la seguridad nacional
italiana. Entre la documentación encontrada se halla el billete de tren con
destino a Verona y la cartero de mano con más de cuatro mil liras,
documentación personal a parte.
Desestimado el móvil del robo, y en ausencia aparente de
otros indicios, la investigacion de la policia concluye que la muerte del
General Graziani se produjo por un error fatal: equivocó la puerta de los
servicios con una puerta de salida del vagón. La noticia apenas ocupó tres días
en la prensa, apenas se hicieron eco tres diarios locales, Il Gazzettino, Il
Veneto y La Provincia. Caso cerrado para la policía y los medios. Pero por que
tanta prisa en un caso con tantos interrogantes.
En primer lugar, como era posible que un viajero tan asiduo
a la línea Roma-Verona equivocase la puerta del lavabo con la de salida.
Segundo, como era posible que si el tren
viajaba de Roma a Verona, el cuerpo se hallase en la vía del sentido contrario?
Y tercero, por qué la prensa y los autoridades se dieron tanta prisa en cerrar
el caso como si de un accidente se tratara? La clave a todos los interrogantes
era la identidad del muerto y su papel durante la Gran Guerra.
Andrea Graziani (Bardolino, 1864) inicia muy joven su carrera
militar. En 1882 ya es subteniente, participa en la expedición de
Eritrea de 1887 y en 1904 ya es docente en la Scuola di Guerra. Por sus
servicios en el rescate del terremoto de Messina y Reggio Calabria (1908)
recibe una condecoración. Coronel en 1914, es ascendido a Mayor-General antes
de la guerra y durante la misma comanda las brigadas Jonio y Venezia en la Val
Sugana y la división 44ª en Pasubio durante la Strafexpedition austrohúngara. A
partir de marzo de 1917 su fama aumentará con el mando de la 33º en el sector
del Carso. Definido por sus propios compañeros de 'durísimo, inquieto,
autoritario y poco propenso a dar importancia a las pérdidas humanas', Graziani
hace honor a sus referencias. Del 23 al 26 de mayo todas las operaciones de la
33º consistieron en localizar en la tierra de nadie a los soldados que se
habían rezagado en los ataques anteriores y dispararles con total impunidad. No
era la primera vez que recurría a esta 'justicia' ni sería la última. Tras el
desastre de Caporetto y a fin de 'conducir con orden' la retirada es nombrado
Ispettore Generale del Movimento di Sgombero el 2 de noviembre de 1917. Será el
encargado de coordinar el repliegue del ejército italiano tras el Tagliamento y
más tarde tras el Piave. Graziani no ahorrará energías -ni ejecuciones- en pos
de su objetivo. Cumplirá a la perfección su cometido. Nombrado el 2, al día
siguiente fusila sumariamente al artillero Alessandro Ruffini por 'llevar un
cigarrillo en la boca mientras marcha y mirarlo mal a su paso'. La atrocidad
del caso Ruffini será tal que la prensa lo rescatará en 1919. Ruffini será el
primero de los casi sesenta soldados y ciudadanos que Graziani ordenará fusilar
en solo 13 días, del 3 al 16 de noviembre de 1917. El Generale fucilatore
recibirá como premio a su lealtad y 'buen hacer' el mando de la división
checoslovaca en mayo de 1918. Su casillero tampoco quedará a cero. Ocho serán
los voluntarios checoslovacos del ejército imperial fusilados por la espalda.
Acabada la guerra, en enero de 1919 se retira y 1927 es promovido a General de
Cuerpo de Ejército. Con el advenimiento del fascismo, y su obvia adhesión, el
régimen le concederá un cargo menor pero adecuado a sus méritos. Su
consideración de patriota seguirá sin mácula hasta su muerte.
La muerte de Graziani fue sorpresiva, pero en ningún caso
misteriosa. El mismo de día de autos la policía ya sabía las causas de la
muerte y, por supuesto el móvil. No hacía falta mucha astucia para saber que a
Graziani lo había matado la guerra, o mejor dicho, su sanguinaria y gratuita
represión durante la guerra. La venganza guió al sujeto o sujetos que arrojaron
a Graziani del tren. Parece que antes le propinaron una buena paliza, pero
tampoco es seguro. La policía, pero sobretodo el regimen, taparon el asunto. No
interesaba que la guerra y sus 'vendettas' tuvieran una publicidad que no fuera
ciego patriotismo. Por que publicitar que a un general laureado le habían dado
una paliza y luego lo habían tirado del tren? Como era posible que en la nueva
Italia, renacida tras la Gran Guerra, se matasen a los héroes?
Atrás quedaba la campaña que inició el diario Avanti! en
1919 para reivindicar a los soldados que habían sido impunemente fusilados por
una justicia militar basada en el abuso y en una estructura caduca y elitista
de mando. En agosto de 1919 el diario socialista sacó a la luz el caso Ruffini.
Rescató a testigos del caso y mostró la triste arbitrariedad de la guerra y de
los mandos. Incluso el general al mando del regimiento envió una carta alabando
la actuación de sus hombres durante el repliegue... !!! La conclusión era
clara: Ruffini había sido ejecutado por capricho, por una arbitrariedad más de
un general que regía sobre la vida y la muerte por el impulso del capricho y de
su albedrío tornadizo. Graziani expuso sus cartas. Envió una carta al Avanti!
que fue publicada donde exponía sus altas motivaciones siempre amparadas por el
bien de la Patria. La campaña duró unas semanas. El caso Ruffini era uno de
cientos. Y sería un familiar o amigo de esos cientos quién se cobraría la
justicia apeando al general del tren.
Fuentes:
5 comentarios:
excelente post como siempre, te aplaudo el haber cambiado el fondo negro, personalmente me es más comodo leer así. ¿Algun libro recomendado para leer este verano?
saludos
Toni
Muy buen post y felicidades por el cambio de aires en el Blog que lo hace mucho más fácil de leer.
Un saludo
Gracias a ambos por leerme y por las recomendaciones estéticas. La verdad es que ahora resulta más atractivo.
Toni. Sobre lectura decirte que últimamente -como siempre- no se ha editado nada en castellano sobre la Gran Guerra. Podrías recorrer a otros idiomas. En todo caso, en castellano tienes el Miedo de Gabriel Chevallier, La Batalla de Verdun de Georges Blond o una pequeña joyita como es el Viaje al fin de la noche de Céline.
Un saludo
Excelente e interesante post. Como siempre.
Yo voy a recomendar un clásico que he leído este verano: "Tempestades de acero" de Ernst Jünger. ¡Impresionante!
Un saludo a todos.
Gracias Humberto, como siempre un placer oirte.
Gran recomendación la de Jünger. Es ciertamente impresionante. Me atrevería a decir que si no es el mejor -eso es muy subjetivo-, es de los tres mejores relatos autobiográficos de la Gran Guerra. Si te gustó el de Jünger, prueba el de Henri Barbusse, El Fuego.
Un saludo.
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