Viene de: La intervención italiana en la Gran Guerra, 1914-1915: preludio y tragedia en cinco actos (V)
Acto V y último: 'Il Maggio radioso'
La rúbrica del Tratado de Londres el 26 de abril desencadenó los hechos a
velocidad endiablada. El 4 de mayo Sonnino comunicó a Viena su desvinculación
de la Triplice y Cadorna recibió órdenes de acelerar la mobilización.
Paralelamente, calles y las plazas seguían siendo un hervidero de
manifestaciones interventistas y actos en favor de la guerra, a pesar de que la
gran mayoría de la población se mantenía en una neutralidad silenciosa. Aunque
el Parlamento permanecía cerrado -no había sesión hasta el 19 de mayo- el
Consiglio no descansaba. Consciente de ello, Giolitti volvió a Roma el 9 para
conversar con Salandra y otros miembros de su gobierno sobre la veracidad de
determinados rumores sobre la entrada de Italia en la guerra.
La tensión política iba en aumento. Mientras la mayoría parlamentaria (liberales,
católicos y socialistas) mantenía posturas claramente neutralistas, las
demostraciones de la pequeña minoria interventista subían de tono. Roma cogió
el testigo de los sucesos de Génova y los grupos interventistas, formado
mayoritariamente por estudiantes, organizaron día tras día actos -no siempre
pacíficos- en favor de la intervención.
En la arena política, y a pesar de que no consiguió conocer de primera mano la
existencia de ningún tratado, Giolitti supo intuir cuáles podían ser los
movimientos del gobierno Salandra. Se entrevistó con el ministro del Tesoro,
con el rey y con el propio Salandra para hacerles saber que no era el momento
de entrar en guerra y que, en caso de derrota austríaca, se 'conseguiría'
igualmente parte de la lista giuliana negociando con los vencedores. En la
misma línia y sabedores de las intervenciones de Giolitti en favor de la
neutralidad, unos trescientos parlamentarios y un centenar de senadores le
mostraron su total adhesión dejándole en su domicilio sus tarjetas de visita.
Era un muestra expresa del apoyo parlamentario a la neutralidad y una muestra
de palmaria desconfianza ante las tareas del gobierno Salandra respecto a la
guerra.
El golpe de efecto del Parlamento neutralista desconcertó al gobierno y al sector
interventista. La división era cada vez más visible y aunque Salandra no
parecía inmutarse, el desconcierto dio paso a la ira y a la reacción de los
sectores autoritarios, así como a todo el interventismo radical y democrático
que empleó todas sus fuerzas para mantener a Italia en la senda belicosa. La
prensa afecta sacó a relucir todo su 'arsenal' y los máximos exponentes del
interventismo militante como d'Annunzio no escatimaron medios ni verbo para
vilipendiar y violentar a los sectores neutralistas, parlamentarios y Giolitti
incluidos.
Agazapado tras el ruido, Salandra ultimó su jugada maestra. Ante la ausencia de apoyos y la falta de confianza en su gobierno, el 13 de mayo presentó la dimisión irrevocable de su gabinete al rey Vittorio Emanuele III. El monarca, sabedor del pacto y activo interventista, no tuvo otra opción que ofrecerle la llave del Consiglio a Giolitti, que éste rechazó.
El viejo estadista piamontés intuyó un posible acuerdo con la Entente y no
quiso verse envuelto en semejante tesitura. La historiografía posterior ha
señalado que un gobierno Giolitti podría haber dado marcha atrás en lo
concerniente a Londres, pero las mismas fuentes señalan que no se sintió con
fuerzas para luchar en dos frentes: plantar cara a la Entente y sofocar un
incendio interno con tantos pirómanos sueltos. En este punto radicó la hábil
maniobra de Salandra. Sabía que Giolitti no querría llevar a Italia a una
guerra incierta, pero que tampoco querría extenuarse en apagar la creciente
tensión de la calle. Él, en cambio, estaba en su salsa. Tiraría adelante con la
intervención en la guerra y de paso acrecentaría en control policial interno
con la excusa de la ampliación de poderes.
Los días posteriores a la dimisión del gabinete Salandra supusieron un rosario de
manifestaciones y algaradas en las principales ciudades italianas. El cénit se
decantó totalmente a Roma, donde el 15-16 de mayo se alcanzó el clímax
interventista. Que la escalada de violencia verbal y física comenzaba a ser
alarmante lo demuestra el hecho de que el propio Giolitti fuese increpado y
zarandeado por un puñado de interventistas radicales que lograron entrar a la
fuerza en el edificio del Campidoglio.
Ante la negativa de Giolitti de aceptar el encargo presidencial, Vittorio Emanuele
volvió a ofrecerle el Consiglio a Salandra. La renuncia de Giolitti dejó
huérfanos y desconcertados a los sectores neutralistas del Parlamento mientras
la ruidosa minoría interventista incendiaba la calle por la guerra y los
sectores silenciosos del neutralismo social se quedaron en sus casas. El
'partido de la guerra' -según terminología de M. Isnenghi- había triunfado.
El ruido callejero se acrecentó con la reanudación de las sesiones parlamentarias el 19
de mayo. El Parlamento, más que un órgano de soberanía popular, se había
convertido en una caja de resonancia de la nueva política de la piazza. Los
acordes de la política fatta entre adoquines resonó por todas las bancadas a
modo de amenaza y coacción. De esta forma, y como colofón a meses de tensión,
el 20 de mayo el Parlamento apoyó la decisión de intervenir en la guerra y
votar a favor de los créditos de guerra presentados por Salandra. El 24 de mayo
Italia entró en guerra con la Entente y muy especialmente contra
Austria-Hungría.
Las 'giornate radiose di maggio' o il maggio radioso', tal y como las describió
d'Annunzio, significaron una de las grandes cesuras de la historia de la Italia
del siglo XX. La teoría del 'golpe de estado' ha surgido en numerosas ocasiones como explicación para describir el proceso político e institucional que culminó en mayo de 1915 con la entrada de Italia en laQue las negociaciones con la Entente fuesen secretas, que hubiese incluso miembros del propio gabinete Salandra que no estuviesen informados o
que -más grave aún- no se informase en ningún momento a la oposición de los
tratos con los aliados denota una falta extrema de pulcritud democrática que
acabaría lastrando el sistema político italiano en 1922. Sin embargo, lo que sí
significó un cambio en la vida política italiana fue la aparición de una nueva
forma de hacer política. Una política más gestual que teórica, que amparada
bajo el nuevo rol de la sociedad de masas usó el espacio público de la plaza y
la calle para edificar una alternativa a la política oficial. La piazza se
convirtió en el ágora desordenada donde intelectuales y sindicalistas
extremistas incitaron a una parte muy definida de la sociedad liberal,
estudiantes universitarios sobretodo, para repetir y reiterar hasta la saciedad
algunos de los 'mantras' que más tarde utilizaría el fascismo en plena década
de los veinte.
Así pues, en la teoría del 'colpo di stato', a banda de figurar en el elenco de
protagonistas un sector muy concreto de políticos con extensas e indisimuladas
relaciones con elementos muy destacados del mundo de la banca, la industria y
de los medios de comunicación, se añadió el nuevo coro de representantes de una
cultura subversiva con el dogma, el sistema y las formas de la vieja política.
Lo que ignoraban los que detentaban el poder en 1915 es que siete años más
tarde su falta de visión y miopía junto a la perversión de las normas más
elementales del juego liberal les pasarían factura. La nueva política della
strada e la piazza aprovechó la crítica posguerra y las grietas del política
oficial para fagocitar lo construido en 1861.
Fuentes:
Isnenghi, M. et al. La Grande Guerra 1914-1918. Il Mulino, 2008.
Melograni, Piero. Storia politica de la Grande Guerra, 1915-1918. Mondadori, 1997.
Pieri, Piero. L'Italia nella Prima Guerra Mondiale. Einaudi, 1968.
2 comentarios:
¡Enhorabuena Xavier por las entradas acerca de la intervención italiana en la guerra! He disfrutado muchísimo con su lectura.
Un saludo a todos.
Polskie pozdrowienia z Warszawy.
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