Viene de: La intervención italiana en la Gran Guerra, 1914-1915: preludio y tragedia en cinco actos (IV)
ACTO IV. 26 ABRIL 1915: ELPACTO DE LONDRES (Y CON EL DIABLO)
Desestimadas las negociaciones con Viena, Sonnino decidió liquidar lo que
quedaba de la Triplice por la vía rápida. Dio carta blanca a Imperiali,
embajador italiano en Londres, para que retomase y cerrase un tratado lo más
ventajoso posible con la Entente. Aunque se gestó a rebufo de algunos triunfos
militares rusos, fue precisamente Moscú quién intentó torpedear el acuerdo en
más de una ocasión. No por considerar exigua la ayuda militar italiana, sino
porque sus pretensiones chocaban de frente con parte de los acuerdos a los que
habían llegado con Italia, como el de Racconigi. Rusia consideraba que las
compensaciones territoriales de la Dalmacia, la península istriana y parte de
la costa albanesa perjudicarían a sus aliadas eslavas de Serbia y Montenegro. Y
acertó, la postura codiciosa de Italia afectó en gran medida a la confianza
generada para un nuevo status quo balcánico, que solo se superó con acuerdos
puntuales y concesiones como la de Rapallo en 1920.
A pesar de las advertencias
rusas, Londres y París aceptaron el acuerdo. Sabían de la limitada
potencialidad del ejército italiano pero eran conscientes de que algunos de los
artículos del Tratado jamás se cumplirían.
Por parte italiana, la ilusa satisfacción de haber suscrito un acuerdo
beneficioso para los intereses territoriales (y coloniales) patrios cegó sus
graves consecuencias. En primer lugar, la obligación de entrar en guerra al
cabo de un mes de haber firmado el pacto, 25 de mayo de 1915, sin haber
informado previamente al Parlamento y a miembros de la oposición liberal, como
por ejemplo Giolitti. Al error de cálculo interno se unía el absoluto
secretismo con el que se llevaron a cabo las negociaciones y la exagerada lista
de peticiones que lastraron y pervirtieron la imagenItalia en el conflicto y
por la que tanto había luchado di San Giuliano en evitar.
Curiosamente, los puntos del tratado no se conocieron hasta que la prensa
bolchevique publicó en 1917 algunos de los documentos que comprometían parte de
la política exterior rusa como medio para desprestigiar al anterior regimen
zarista. El Pacto de Londres constaba de dieciséis artículos. Los tres primeros
establecían las cláusulas que regían la participación militar italiana. Los
artículos 4º al 13º detallaban las compensaciones territoriales, incluyendo el
Trentino, el sector de la Venezia-Giulia, la Dalmacia, Albania, partes del
imperio Otomano - en caso de desmembramiento - y otros reequilibrios
coloniales. El 14º 'obligaba' al Reino Unido a conceder un préstamo de guerra
de al menos 50 millones de libras esterlinas, el 15º respaldaba la opción
italiana de negar la mediación papal en la consecución de acuerdos de paz y el
16º, y último, establecía el carácter secreto del pacto, el calendario de intervención y la negativa a que
Italia firmase la paz por separado con algunos de sus enemigos, suscribiendo de
paso el acuerdo de 5 de setiembre de 1915 que habían firmado Francia, Gran
Bretaña y Rusia.
El conocimiento del Pacto de Londres por la opinión pública comprometió
los intereses italianos y lanzó una seria duda sobre los presuntos valores
defendidos en la guerra. La fórmula de Italia pediendo y la Entente concediendo
dañó a la imagen civilizatoria de la guerra. Fue precisamente esta visión de
'mercadeo persa' la que acabó dando al traste con gran parte de la
reclamaciones italianas en Versailles. En junio de 1919, Francia se desdijo de
algunas de las peticiones 'exageradas' - atendiendo, claro, a intereses
particulares; el Reino Unido se autoexcluyó y fueron los Estados Unidos, con
Wilson a la cabeza, los que se negaron a ceder mucho de lo reclamado. Wilson
arguyó que Versailles debía iniciar un nuevo período en política internacional
y que, por tanto, no podía tolerarse que la diplomacia subterránea ni sus
pactos secretos rigiesen el orden mundial.
La negativa aliada a ceder en gran parte de las peticiones italianas
junto a las reacciones airadas - con abandono incluido de las negociaciones -
de los representantes italianos, generó el inicio del mito de la Vittoria
mutilata de inspiración fascista. El clima in crescendo de la victoria
incompleta cimentó la creencia (y la propaganda) de que el sacrificio italiano
en la Gran Guerra había sido en gran parte traicionado. Este fue solo uno de
los efectos funestos del Pacto de Londres a nivel interno. El verdadero
cataclismo político tuvo lugar en el mayo de 1915 con la obligación de aplicar
el artículo 16º del tratado que consitía en proclamar el estado de guerra,
movilizar al ejército e intervenir militarmente en el conflicto. Firmar un
tratado fue sencillo, lo difícil sería aprobarlo por un Parlamento ignoto e
ignorado y que además era claramente neutralista.
Los movimientos y maniobras que en mayo de 1915 lograron hacer entrar a
Italia en la guerra fueron el punto y final de una etapa no solo política, sino
histórica de Italia. La cronología política del Maggio radioso colocó al
regimen liberal en el 'corredor de la muerte' y significó la entrada en escena
de una nueva forma de política (y nación) completamente distinta.
Continúa en: La intervención italiana en la Gran Guerra, 1914-1915: preludio y tragedia en cinco actos (VI)
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